Conferencia
Vicente Beltrán Anglada

[edición en curso]

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La verdad ha de presentarse de tal manera, que convenza sin atar y que atraiga aun sin convencer. Esto sólo puede realizarlo el lenguaje del corazón.

[VBA: Introducción al Agni Yoga, p. 49]

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Reino Dévico

SNE

Los Señores del Karma tercera parte

Barcelona, 11 de Octubre de 1980

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Barcelona, 11_Octubre_1980. —El Reino Dévico: Los Señores del Karma. (III) La Actividad de los Señores del Karma sobre la vida del Hombre, analizando los cuatro aspectos particulares que definen en los acontecimientos del Tiempo, los condicionamientos que gravitan encima de la Personalidad Humana en Tiempo y Espacio, y que son el Nacimiento, (Ángel de la Liberación); la Enfermedad (Ángel de la Justicia); la Vejez (Ángel del Tiempo); y la Muerte (Ángel de la Muerte).


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Vicente.— Según dijimos en la anterior conversación, el tema de los Señores del Karma ha constituido un apasionante misterio espiritual para el investigador esotérico de todos los tiempos. Sin embargo, el impenetrable secreto que envuelve la excelsa vida de los Señores del Karma sólo será revelado en el devenir de ciertas trascendentes iniciaciones recibidas en los más altos niveles del sistema solar. Así, lo que hicimos en la anterior conversación y lo que vamos a hacer en esta de hoy, es intentar mayormente revelar los misterios menores acerca de la vida y cualidades de estas misteriosas entidades, agentes del bien universal, y hablar también del trabajo que realizan dentro del “círculo no se pasa” del universo.

Una parte del secreto que puede ser revelado acerca de los Señores del Karma es, como Vds. saben, el sentido de que no son una abstracción, tal como suele decirse en el lenguaje profano, sino que son algo concreto y positivo, entidades angélicas de elevadísima e indescriptible perfección espiritual, cuya evolución se realiza en desconocidos niveles del plano mental cósmico, que actúan en forma interdependiente y que cada uno de ellos rige un sector definido dentro del sistema solar y en la vida de la naturaleza, realizando su labor por medio de una infinita y prodigiosa cantidad de devas de distinta jerarquía, quienes ejercen definidamente su poder desde los niveles arrúpicos o sin forma, hasta las más objetivas formas de vida de los reinos inferiores, siguiendo, tal como dijimos, cuatro objetivos específicos que constituyen la esencia particular de sus vidas y de sus especiales misiones: Primero, la destrucción de todas las formas cristalizadas en la vida del universo; segundo, la expresión constante y permanente del propósito de perfección solar; tercero, el registro cíclico de todos los sucesos temporales y atemporales dentro del universo; y cuarto, la creación de formas nuevas por el proceso infinito de revelación de los impulsos cíclicos en la vida de la naturaleza, y tal como dijimos, estas cuatro actividades fundamentales caracterizan o personifican —si Vds. me lo permiten—, a cada uno de los Señores del Karma, veamos: El Ángel de la Muerte, el Ángel de la Justicia, el Ángel de los Archivos Akhásicos y el Ángel de la Liberación.

Bien, el tema que voy a someter a la consideración de Vds. es la actividad de los Señores del Karma sobre la vida del ser humano, analizando los cuatro aspectos particulares que definen en los acontecimientos del tiempo, los condicionamientos que gravitan encima de la personalidad humana en tiempo y espacio y que, como Vds. saben, son cuatro por cuanto están debidamente relacionados con la actividad de cada uno de los Señores del Karma, estas actividades son: El nacimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte. Es lógico suponer que tales aspectos estarán condicionados por la actividad particular de uno u otro de los Señores del Karma ya que si establecemos una analogía con lo dicho en la conversación anterior, podemos entresacar de la misma la siguiente relación: El nacimiento, símbolo de iluminación o de alumbramiento está relacionado con el Ángel de la Liberación; la enfermedad como limitación de facultades humanas está relacionada con el Ángel de la Justicia; la vejez o la expresión limitadora de la acción del tiempo en la persona viene condicionada enteramente por el Ángel del Tiempo, es decir, el Ángel de los Archivos Akhásicos o tal como esotéricamente se dice: la Memoria Cósmica de la Naturaleza. Y, finalmente, la muerte, este proceso destructor de todas las formas gastadas, incapaces de resistir el impulso dinámico de la vida, está regido enteramente por la actividad del Ángel Exterminador, el destructor de la forma, el Ángel de la Muerte. Las condiciones que presiden el nacimiento de un ser humano a la vida física son inteligentemente preparadas por el Señor de la Liberación, siguiendo las directrices señaladas por sus dos hermanos: el Ángel de la Justicia y el Ángel de Memoria Cósmica. El Ángel de la Muerte, respetuosamente aparte, debe aguardar todavía la hora cíclica en que la forma sea totalmente innecesaria por falta de fluidez y de adaptación al proceso de la vida para cumplir entonces con su función destructora.

El Señor de la Liberación, que decide el acto cíclico del nacimiento, rigiendo los períodos solemnes que se extienden desde el instante de la concepción —un milagro cósmico— hasta el momento cumbre del alumbramiento, el surgir a la luz de la forma física gestada en los momentos de oscuridad dentro del claustro materno, constituye un acto de liberación de la propia forma y es la representación en la vida de la materia de aquella otra liberación o entrada en el Reino de la Luz que, esotéricamente llamamos Iniciación, confirmándose plenamente y en todos los sentidos imaginables el principio hermético de analogía: “Igual es arriba que abajo; igual es abajo que arriba”, cuya relación se prolonga desde las bases materiales de la existencia hasta los más elevados niveles espirituales, jalonando de luz el proceso que desde tiempos inmemoriales se conoce bajo el nombre místico de Sendero.

Los actos cíclicos que presagian o anuncian un nuevo nacimiento en la vida de cualquier alma humana son cuidadosamente cronometrados, por decirlo de alguna manera, por el Ángel de los Registros Akhásicos, el cual somete la panorámica completa de la vida individual a la atención infinita del Ángel de la Justicia y éste contemplando el pasado del alma y habiendo pesado convenientemente su corazón, tal como rezan los misterios de Osiris, y extraído del mismo las tres energías resultantes del proceso de recapitulación del alma, efectuado durante el proceso cíclico de la muerte del cuerpo de manifestación, emite su justo veredicto y pronuncia el mántram sagrado: “Hágase”. Un mántram al que responden los devas cuyo pasado —no me atrevo a decir karma— viene entretejido de muchos y muy estrechos contactos con el alma que va a encarnar, y a partir de este momento suceden cinco cosas: Primera, se le muestran al alma que va a encarnar, en un momento de mística iluminación, las condiciones que deberá enfrentar en su nueva existencia física, ésta iluminación le viene transmitida por el Ángel Solar. Segunda, le son confiados los tres mántrams o las tres místicas voces, tal como esotéricamente se dice, le han de confiar el secreto de su nuevo nacimiento: una voz para el cuerpo mental, otra para el cuerpo emocional y la tercera y última para el cuerpo físico. La pronunciación de estos tres mántrams abren los éteres del espacio y de su inmaculado seno surgen tres devas, los tres elementales constructores de gran evolución espiritual que deberán construir los tres cuerpos de manifestación del alma. Tercera, una voz resuena entonces procedente del plano cósmico emitida por el Señor de la Liberación proyectándola sobre el cuerpo causal del alma, el Ángel Solar o el Yo Superior a su vez, y al conjuro de este mántram emite otro muy directo y particular y lo transmite al alma en proceso de encarnación física. Cuarto, el alma oye esta llamada y, a igual que sucede en la creación de un nuevo universo, pronuncia el mántram de mística aquiescencia: “Cúmplase, Señor Tu Voluntad”. Simultáneamente, corrientes etéricas de tres tipos vibratorios se arremolinan alrededor de los tres átomos permanentes y se inicia el proceso de substanciación del éter correspondiente a cada uno de los tres vehículos de manifestación, teniendo lugar entonces lo que en términos místicos llamamos el Misterio de la Concepción. A partir de este momento el alma entra en un estado definido de quietud y se sumerge en un mundo de incomprensible de silencio, una especie de sueño del alma, y deja que los tres elementales constructores vayan realizando su obra. El elemental físico se introduce entonces en las entrañas de la mujer que va a ser la madre física del alma que va a encarnar, llevando consigo el tesoro inapreciable del átomo permanente físico que el Señor de los Registros Akhásicos le había confiado, y alrededor de este centro de energía cósmica conteniendo todas las memorias del alma empieza su obra de construcción del cuerpo físico utilizando los éteres más convenientes para la propia evolución del alma. Quinto, una vez que el cuerpo físico ha sido convenientemente estructurado, al final del ciclo normal de nueve meses, la voz del Ángel Solar resuena nuevamente desde el plano causal, despierta al alma sumida en sueño y le indica el momento exacto y trascendente del nacimiento; éste se efectúa bajo la dirección del Ángel Liberador, el cual contempla el espacio sideral, ve la posición de las estrellas y con una sabiduría infinita que está más allá de la comprensión humana, pronuncia el último y definitivo Mántram: “Hágase la luz”, y a este conjuro mágico una misteriosa corriente de vida divina impulsa cuerpo y alma hacia el exterior, se produce el alumbramiento y un nuevo ser nace a la vida de la experiencia en los tres mundos del esfuerzo humano, y el tiempo y el espacio y su obra mancomunada: la conciencia, se han fundido de nuevo para revelar el íntimo secreto de la Vida de Dios, latente en lo más profundo del corazón de toda existencia manifestada.

Con respecto a las enfermedades podemos decir que todo tipo de enfermedad registrada por el ser humano en su existencia física es básicamente el resultado de una acción kármica dictaminada por el Señor de la Justicia después de haber examinado los Archivos Akhásicos que le suministra el Ángel de los Registros, las vidas anteriores del alma y, como consecuencia de tal lectura, divisando también las oportunidades divinas de redención del alma se provocan dos condiciones muy interesantes en la existencia humana: El pago consciente, aunque irremediable, de pasados errores y omisiones espirituales, bajo formas de enfermedades físicas, dolencias psíquicas y desarreglos mentales; la aceptación asimismo consciente de parte del alma de un karma adicional de enfermedades y dolencias como oportunidades cíclicas de perfección. Ese método de aceleración del proceso kármico fue seguido mayormente por los discípulos de la Era de Piscis; la aceleración del proceso evolutivo por parte de los discípulos de la Nueva Era —la Era de Acuario— se edifica a través del servicio creador. Una vez que el alma aceptó el reto de los acontecimientos posteriores a su nacimiento en su contacto con el Ser Causal, ya nada detendrá el impulso de la ley de cumplimiento y el karma deberá cumplirse. La expresión de tal impulso viene determinada por aquellos factores que esotéricamente podríamos definir como presiones siderales, es decir, las influencias astrológicas procedentes de las Constelaciones del Zodíaco y del propio Sistema Solar. Las enfermedades físicas y las dolencias psíquicas obedecen así al dictado de una ley justa y equitativa, aceptada conscientemente la mayoría de las veces por las almas cuando han logrado acopiar una gran reserva de luz espiritual en sus vidas y pueden reorientar el destino marcado por las estrellas después de haber efectuado grandes y supremos reajustes dentro de sí, ya como aspirantes o como discípulos-aceptados, bajo la experta dirección de algún cualificado discípulo o algún iniciado de la Jerarquía Planetaria.

Nada diremos en nuestra conversación de hoy acerca del origen básico o kármico de las enfermedades contraídas por el género humano y transportadas a la humanidad actual procedentes de la evolución cíclica de las primeras razas ni tampoco entraremos en detalles acerca de las formas psíquicas de las enfermedades, ya que estas ideas fueron expuestas en el primer volumen de este tratado. Deberemos insistir, sin embargo, en el hecho de que nuestra atmósfera planetaria está llena todavía de residuos kármicos cuya activa permanencia en los niveles etéricos demuestra la incapacidad humana de sanear su campo magnético-psíquico y de invocar convenientemente a los ángeles color violeta de la curación física de enfermedades y a los excelsos devas azules que poseen el inapreciable secreto de la armonía psíquica.

Lo que mencionamos anteriormente acerca de la aceptación voluntaria de un karma adicional en forma de enfermedades, dolencias u otras condiciones adversas gravitando sobre el alma en encarnación física contiene, sin embargo, una cláusula secreta, si podemos decirlo así, mediante la cual una reserva complementaria de energía espiritual puede ser reorientada hacia cualquier particular o trascendente destino, el cual desde el ángulo de vista corriente debería haber llegado a un extremo límite de cumplimiento, sin oportunidad alguna de salvación pero que, no obstante, dicha salvación se produce y tiene lugar. No se tratará entonces, ni en ningún caso, de lo que corrientemente suele llamarse un milagro, ni tampoco la expresión de un poder sobre los Señores del Karma sino simplemente que ciertas motivaciones ocultas del alma aconsejaron aquel reajuste. En algunos casos excepcionales el karma de un discípulo sin reserva adicional de energía puede ser trascendido en alguno de sus aspectos físicos o psíquicos cuando, en virtud de algún trabajo específico que puede realizar en servicio de la Jerarquía, le son concedidos los poderes de la gracia o los especiales favores de los Señores del Karma, los cuales dejan en las responsables manos del Maestro el karma particular de aquel discípulo. En este caso, la efectividad del servicio creador determinando una mayor afluencia de energías superiores le permite al discípulo contrabalancear el peso del karma y trascender ciertos hechos astrológicos que normal o fatalmente deberían producirse.

El fenómeno de la vejez en el cuerpo físico humano y seguramente en el de todos los seres en la vida de la naturaleza, se produce por el desgaste de los órganos vitales a medida que las energías etéricas que hasta aquel momento lo habían ido integrando, van perdiendo fluidez y no llegan con el adecuado ritmo vibratorio al centro místico del corazón. Se inicia entonces una lenta cristalización de las funciones orgánicas con sus fenómenos reconocidos de debilitamiento, pasividad, estatismo y decrepitud, siendo esta última fase —la decrepitud— la que esotéricamente prepara el camino de retorno, la vía natural de acceso al universo subjetivo por parte del alma y la destrucción del cuerpo físico por parte del Señor de la Muerte. Como Vds. saben, cuatro son las edades cíclicas que condicionan la existencia física del hombre: La niñez, la juventud, la edad madura y la vejez, las cuales son una analogía perfecta, aunque en miniatura, de las cuatro edades planetarias descritas —tal como dijimos en la conversación anterior— como: Kali-Yuga, Dvâpara-Yuga, Tetrâ-Yuga y Satya-Yuga, es decir: la Edad de Hierro, la Edad de Bronce, la Edad de Plata y la Edad de Oro. Ahora bien, todas las edades cíclicas vienen regidas por una porción determinada de tiempo, utilizando una analogía sobre la cual se apoya la totalidad de esta conversación, aparecen estos cuatro ciclos del tiempo en la vida de la humanidad como un todo: cero, dieciocho, treinta y seis, cincuenta y cuatro y setenta y dos; cuyas sumas ya sean parciales o totales nos darán siempre el número nueve, ya que el nueve es el número del hombre, tal como esotéricamente es reconocido.

Veamos ahora su distribución:

0 años a 18 años: se considera la etapa de la niñez y de la adolescencia; es la fase correspondiente al principio de integración vital.

De 18 años 36 años, es la etapa de la juventud, con la máxima afluencia de energía vital; el proceso de integración o de acumulación ha llegado a sus extremos límites.

De 36 a 54 años, aquí se produce el primer signo de debilitamiento físico ya que a partir de los treinta y seis años se inicia lentamente un proceso de cristalización celular y el cuerpo físico empieza a rechazar parte de la energía vital.

De los 54 a los 72 años es la etapa de la vejez. Ustedes saben que desde los 54 hasta los 72 años el proceso es netamente de restitución, el cual se inicia con el llamado ciclo de retorno que ha de llevar a la muerte física, pero recuerden que las cifras que estamos examinando se refieren a la humanidad como un todo y no a los individuos en particular que pueden vivir más o menos tiempo de la edad de 72 años como edad crítica de retorno. Es el equilibrio entre las edades lo que cualifica la vida de la humanidad, y como Vds. habrán podido observar, los cuatro ciclos que esotéricamente se han tomado como base de estas analogías son de 18 años, una cantidad que no ha sido tomada caprichosamente o al azar sino que tiene como fundamento el principio vital de la energía suministrado por los procesos físicos de la respiración y de la circulación de la sangre. Tal como científicamente es reconocido el ser humano efectúa 18 respiraciones por minuto y a cada respiración corresponden 4 pulsaciones o latidos del corazón, dando por tanto, 18 por 4 igual a 72 pulsaciones por minuto. Si continuamos por esta línea de analogía, considerando un día completo de la vida del hombre en orden a sus respiraciones tendremos: 18 multiplicado por 60 minutos será igual a 1.080 respiraciones por hora; y si multiplicamos estos 1.080 minutos por 24 horas del día, tendremos 25.920 años de edad cíclica, que en el hombre son las 25.920 respiraciones por día, siendo esta cantidad —tal como decíamos en años— la correspondencia exacta de un Día de Brahma, es decir, un día completo de nuestro Logos Planetario y el período de tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa bajo la estela sideral regida por las Doce Constelaciones del Zodíaco en su movimiento de retrogradación o de precesión de los equinoccios.

Prosiguiendo nuestro estudio, vemos que desde el momento del nacimiento a la vida física hasta llegar a la edad de 38 años, el alma fue acumulando sustancia energética alrededor del cuerpo físico natural, pero a partir de aquí debe de empezar a devolverle a la naturaleza en forma lenta y progresiva toda la materia energetizada por los devas con la cual llegó a establecer la medida física del karma. Se abre entonces el llamado proceso de restitución, en el devenir del cual el complejo celular gastado por el noble ejercicio del Yo espiritual en encarnación física empieza a rechazar las energías de renovación y a encerrarse cada vez más en sí mismo hasta constituir un bloque cristalizado que progresivamente se hace inservible para las necesidades del alma, la cual no tiene otro objetivo en aquella fase de existencia que la liberación de la forma física y la entrada en el mundo subjetivo de las almas.

He ahí pues, que para el alma en encarnación física —un proceso que se repetirá sin embargo en los otros cuerpos de manifestación, el astral y el mental—, hay dos grandes procesos que constituyen el principio de su propia esencia evolutiva: Primero, el de integración o acumulación de energía concretizada proveniente de los correspondientes éteres. Segundo, el de restitución de dicha energía, que tiene por objetivo la redención de la forma y la liberación del alma. La vejez pues, es el fenómeno natural de esta lenta desintegración que ha de devolverle a la madre naturaleza todos los elementos vitales con que ésta dotó al alma para fines de manifestación. Todo ese proceso dual está regido por el Señor de la Liberación pero cuando la materia se ha hecho completamente inservible para las necesidades del alma, somete el trabajo final al Señor de la Muerte, el cual destruye las formas y restituye todos los elementos integradores de los distintos vehículos a su fuente natural de procedencia que es el éter del espacio. El Señor de la Muerte ejecuta el plan subsiguiente de liberación de la forma en tres planos definidos de la naturaleza: el físico, el astral y el mental. Se trata de un proceso alquímico de sublimación de las energías mediante el cual y a través de los llamados Ángeles del Silencio, el alma se va liberando progresivamente de sus vehículos de manifestación, esta liberación —tal como examinamos en conversaciones anteriores— consta de cuatro fases: Primera, la rotura del cordón plateado por parte del Señor de la Muerte. Segunda, el proceso de recapitulación de hechos por parte del Señor de los Registros. Tercera, el examen de conciencia del alma en el plano astral por parte del Señor de la Justicia; y cuarta, la entrada en el Devachán, en esta área de luz dentro de la conciencia que es provocada por el Señor de la Liberación. Representando cada una un aspecto particular en la vida del alma, la cual, en el momento mismo en que uno de aquellos Ángeles del Silencio rompe el cordón plateado que lo unía al cuerpo, penetra en el 4º Subplano del Plano Físico, llamado esotéricamente Subetérico, e inicia allí un proceso increíblemente rápido de memorización o recapitulación de todos los hechos realizados en la existencia física, apreciados en sus más mínimos detalles y constituyendo un fenómeno único y trascendental de conciencia provocado por el Yo Superior o Ángel Solar, desde el Plano Causal o Mental Abstracto.

Una vez esta recapitulación ha sido plenamente realizada, el alma deja de ver a su vehículo de manifestación —el físico— y se refugia en el 2º Nivel del Plano Astral, en donde pasará un cierto tiempo dedicado a lo que esotérica y místicamente se denomina el examen de conciencia. Este período de tiempo, considerado de acuerdo con nuestro concepto tridimensional del tiempo, puede ser corto o largo, desde días o meses hasta muchos cientos de años, dependiendo en todo caso de la evolución espiritual alcanzada por el alma. Ahí, en este nivel, tiene lugar también una segunda recapitulación, enteramente astral, y consiste en recapitular o memorizar todos los acontecimientos astrales vividos por el alma a través de los deseos, emociones y sentimientos durante el proceso de la encarnación física. Una vez efectuada esta segunda recapitulación y realizado el requerido examen de conciencia, el alma penetra en el plano mental y efectúa en el subplano correspondiente la tercera y última recapitulación, mucho más breve que las dos anteriores, y entonces penetra en el Devachán.

Con estos dos nombres: Kamaloka y Devachán, el investigador esotérico ha tratado de representar dos estados particulares de conciencia que ha de enfrentar el alma después de haberse liberado de las ataduras del cuerpo físico. El Kamaloka, —técnicamente hablando— es el propio plano astral, haciendo referencia muy concreta a aquel subplano específico dentro del mismo cuyas vibraciones están más en sintonía con la evolución del alma. Hay un proceso de recapitulación de hechos astrales que se realiza corrientemente —tal como vimos en anteriores conversaciones— en el 2º Subplano del Plano Astral, sin embargo, las almas más evolucionadas realizan este proceso obligado de recapitulación en subplanos superiores del Kamaloka, siendo mucho más breve también el período de permanencia en este plano, un período que variará sensiblemente de acuerdo con la calidad de las energías espirituales acumuladas por el alma en su cuerpo causal. Hay así, independientemente de la evolución espiritual de las almas, un proceso de vivencia astral dedicado a sublimizar estados psicológicos utilizando la técnica del examen de conciencia y la capacidad íntima que poseen todas las almas de utilizar creadoramente las experiencias del tiempo para fines redentivos. En todo caso, una irresistible tendencia mueve las almas a la ascensión de los niveles superiores del plano astral, realizándose de esta manera una especie de filtración o de sublimación de las tendencias groseras contenidas en el cuerpo astral al pasar de uno a otro subplano; con lo cual, el alma se siente cada vez más libre y cualificada para adaptarse a más nobles estados de conciencia y a una mayor sutilización de las cualidades atesoradas en su interior como fruto de la experiencia espiritual. Los devas habitantes de cada uno de los subplanos del plano astral ofrecen gustosamente su fraternal colaboración a los intentos del alma de purificarse astralmente con vistas a la redención y sublimación de la materia astral acumulada en su cuerpo psíquico y afectando la mayor o menor sensibilidad espiritual del mismo. Cuando la vida del alma ha demostrado una incapacidad manifiesta de ascender a otros subplanos superiores del plano astral, es decir, que ha quedado normal y naturalmente estacionada, recibe entonces un impacto a la luz causal y se siente impelida hacia el plano mental, quedando ubicada en el subplano de este plano en sintonía perfecta con el subplano que ocupaba el alma en el plano astral.

Debido a que los estados de conciencia experimentados por el alma en el plano mental después del proceso de la muerte son interdependientes con los vividos astralmente, hay entonces una relación muy estrecha y directa entre el Kamaloka, esotéricamente descrito como lugar de deseo, y el Devachán, que significa esotéricamente conciencia dévica o de bienaventuranza, lugar de descanso del alma, podríamos decir, que todas las almas poseen, ya que todas tiene su propio Kamaloka y su particular Devachán, configurados por todos y cada uno de sus estados de conciencia en el devenir de la existencia kármica, y constituyendo las bases universales sobre las cuales los seres humanos levantan la noble estructura de su realización espiritual.

Interlocutor.— Has hablado de la correspondencia entre el plano mental de la muerte y de la justicia, pero me parece que no ha hablado de la memoria para la liberación.

Vicente.— Es que la memoria es universal, no hay. Es decir, que el objeto de la memoria igual lo registra el insecto que el propio Logos, no hay una diferencia de potencial. La memoria es el espacio y todo cuanto hace el individuo se graba en el éter del espacio y, por lo tanto, puede ser constantemente recordado. Dense cuenta, repetimos, del hecho de que no podemos recordar nada de cuanto hayamos realizado en el tiempo, —en el tiempo lejanísimo de la evolución o en el lejano presente— si no existiese este poder de la memoria que hace afirmaciones constantes, porque nos afirmamos constantemente en la memoria, dense cuenta que el niño para andar tiene que recordar lo que le pasa y nosotros para pensar deberemos recordar el tener pensamientos o la primera percepción que condujo a la creación del pensamiento. Por lo tanto, cuando hablamos de memoria cósmica estamos hablando del espacio que es el contenedor absoluto de todas las memorias, de esta manera existe una reciprocidad, una analogía perfecta entre todo ser viviente, ya sea un átomo, un insecto o un poderoso avatar, porque todos se afirman en su contexto de memoria, y aún dentro del gran Pralaya del Logos existe la memoria, cada vez que tiene que surgir para dar vida a otro universo tiene que remover todo su archivo de memorias, de no ser así no habría continuidad de conciencia, no habría continuidad en el tiempo, por lo tanto, es universal, es cósmica la memoria, no tiene una expresión, digamos, es completamente abstracta, como abstracto es el espacio y el tiempo.

Y en la liberación existe lo mismo, porque cada vez que muere cualquier ser viviente entra en un plano de liberación, la materia se redime y el alma se libera, y esto, repetimos, es lo mismo en un insecto, en un ser humano que en cualquier Logos por elevado que sea, es la liberación, y por eso la iluminación del Maestro, del discípulo o del iniciado o el alumbramiento de un ser humano siempre son etapas de liberación, ¿comprendes?

Interlocutor.— Entonces, por eso es lo mismo el signo de la muerte con la expresión de la liberación, uno quiere ser el 1º Rayo y otro el 7º Rayo.

Vicente.— Sí, porque el 1º se apoya en el 7º, es decir, que la 1ª Subraza de la 1ª Raza tiene una correspondencia absoluta con la 1ª Raza de la 7ª Raza y también con la 7ª Subraza de la 7ª Raza, es el principio y el fin del universo, la muerte como motivo de liberación y la memoria como motivo de la justicia, porque cuando el Señor del Karma tiene que aplicar la justicia forzosamente tiene que ver la inmensa panorámica de los actos del alma que le facilita el Señor del Tiempo o el Señor de los Registros Akhásicos o la Memoria Cósmica.

Interlocutor.—¿Entonces podríamos decir que el Señor de la Muerte es Aries?

Vicente.— Puede ser. Todo objeto de 1º Rayo puede ser un vehículo de la muerte y todo astro de 1º Rayo o del 7º Rayo pueden ser vehículos para el Señor de la Liberación. Es la mente humana la que debe buscar la analogía. Esto como verán es una analogía de tipo general, puede que no sea exactamente así pero es tal como yo lo veo.

Interlocutor.—¿Aries es el principio?

Vicente.— Exacto.

Interlocutor.— Es el principio de nacimiento, de voluntad.

Vicente.—¿Y por qué no Plutón, igual que el Señor de la Muerte?, ¿por qué no Urano o por qué no Vulcano, que son del 1º Rayo también? Es decir, solamente estamos apuntando unas ideas para afirmar la mente y tratar de sacar consecuencias... Lo interesante es saber desde un buen principio que estamos reducidos al carro del cuaternario, y que cada una de las fases del cuaternario —el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo emocional y el vehículo mental— están regidos en sus etapas principales por uno u otro de los enviados del Señor del Karma, por una u otra de las cuatro edades, por un tipo determinado de color o de rayo y por un tipo determinado de actividad en la vida. Lo que interesa es aplicar el juicio de la Ley y ver hasta que punto el cuaternario, que es nuestro vehículo de expresión, está en un proceso de integración que le capacite para liberarse de ciertas impresiones kármicas y poder ascender... en donde el karma, si bien actúa, no es con la intensidad con que actúa en el cuaternario. Bienaventurado aquél que en esta 4ª Ronda, en este 4º Planeta de la 4ª Ronda pueda liberarse de la actividad del cuaternario, pues entonces se libera y descarga de su trabajo a los Señores del Karma. Lo mismo que esotéricamente sabemos, que trabajamos todos para el mismo Señor, que unos lo hacemos conscientemente y que otros lo hacemos inconscientemente pero que el trabajo del Señor debe de realizarse a través del ser humano. Consideren siempre desde el ángulo de vista de Krishna contemplando a Arjuna, siendo Arjuna la obra de los Grandes Señores y siendo Krishna aquél que está crucificado en la cruz del karma, dirigiendo el proceso de la evolución hasta que habiendo triunfado del tiempo y habiéndose liberado del cuaternario emerge como una rosa en el centro de la cruz.

Interlocutor.— ¿La palabra de la frase Ave Fénix, representa el máximo de conciliación en este planeta?

Vicente.— Bueno, el Ave Fénix es un símbolo, es un mito que pertenece a... (corte de sonido)... es decir, que la persona sube a las alturas apoyándose sobre sus cuerpos muertos a través de las edades, las cenizas de sus cuerpos constituyen los peldaños de la gran escalera cósmica de la evolución, constituyendo de esta manera aquello que místicamente se denomina el Misterio de la Serpiente, que es el misterio de la renovación, dense cuenta de que periódicamente la serpiente cambia de piel, lo cual significa que la liberación o las cenizas es el resurgir siempre dejando lo que ya no tiene importancia, que está gastado por el uso o que no tiene ya ninguna significación para nuestra propia vida espiritual y que se deja abandonado. Nos apoyamos en multiplicidad de “yoes” muertos a través del tiempo, siendo los “yoes” cada uno de los estados de conciencia que potencialmente podemos trascender, pero la trascendencia de esta actitud es la que lleva al individuo a la liberación, puede ser igual que la serpiente debiera cambiar constantemente de piel, lo cual tiene mucho que decir, que el hombre siempre se apega a sus pieles, a sus “yoes”, y por lo tanto no puede ascender apoyándose sobre sus cadáveres, está viviendo de cadáveres, si me permiten la expresión. Y lo vemos, la tradición con sus múltiples facetas demuestra la incapacidad del hombre a seguir adelante, queda siempre pendiente de un punto, cuando esotéricamente no existe punto alguno de referencia como meta de evolución, existe un movimiento constante, un movimiento progresivo en espiral que jamás debe culminar, ahí está la gloria de la acción creadora del ser humano, que jamás podrá culminar, y pobre de aquél que busque una meta de llegada y diga: “Ahí voy a llegar”, porque quedará cristalizado por la actividad surgida de ese ser de acuerdo con aquella meta establecida, la cual siempre denota rigidez en el tiempo y esclavitud en el tiempo, en tanto que la liberación es dejar todo el tiempo y todo el espacio, quedar sólo... dentro de la inmensidad de la vida de Dios. Esto para mí es liberación, es el continuo movimiento de la vida pasando por nuestra mente y nuestro corazón sin encontrar resistencia. Esto es la liberación.

Interlocutor.— ¿A partir de qué momento empiezan los Archivos Akhásicos a funcionar en nuestra evolución?

Vicente.—Al nacer, el ser humano o un Logos a la vida manifestada, en el momento de la concepción empieza el registro, es decir, que desde el momento de la concepción, ya sea humana, planetaria o solar, empiezan el Señor de los Registros a actuar. Es decir, en la cruz creada sobre la vida del hombre, sobre la vida de la naturaleza en sus múltiples facetas y especies, la cruz que atraviesa el universo y la cruz que atraviesa el cosmos, en el centro existe un átomo permanente, ya sea un átomo humano, de reino o logóico. Es la concepción mística. No hay concepción si no existe el átomo permanente depositado en él, y, según se nos dice y según se puede ver clarividentemente, junto con la concepción entra el átomo permanente físico para que de vida a la criatura, y el átomo permanente físico se convierte en el corazón solar con su movimiento de sístole y de diástole o el movimiento de proyección hacia el cosmos —diástole— o el movimiento de contracción hacia la materia que crea el principio de gravedad. Así que el principio de gravedad y el principio de expansión cíclica son la obra del átomo permanente cuando el fuego del corazón empieza a latir, y que, por lo tanto, al empezar a vivir empieza a registrar, pero esto, no obstante, en el átomo permanente existen ya las memorias de todas las épocas vividas por el alma, es decir que no se pierde la memoria porque exista algo encima, es un proceso ultradimensional, muy difícil de ser comprendido por nuestra mente tridimensional, pensamos en tres dimensiones cuando nuestra mente está moviéndose por cinco dimensiones, y sentimos en tres dimensiones cuando nuestro sentimiento integrador debería estar... y está en la cuarta dimensión. Por lo tanto, es muy difícil presentar las cosas a base del alma, por culpa de nuestro apego, para tener una idea tridimensional de aquellas dimensiones ultradimensionales hay que hacerlo así ¿verdad?

Interlocutor.— Entonces de acuerdo a estas ideas solamente se consigue la verdadera vida cuando hay un nacimiento, cuando hay una unión…

Vicente.—... una concepción…

Interlocutor.—… sí, entonces es cuando concibo lo que has dicho ahora, se concibe cuando hay una unión en lo interno es cuando se concibe la verdadera vida.

Vicente.— Exacto. Dense cuenta que todo el proceso de la vida arranca en el momento de concepción y que no hay concepción si no hay conjunción de la polaridad, hombre-mujer, logos masculino-logos femenino. Hay que aplicar constantemente la analogía y no tener el miedo a lanzarse al gran vacío, porque cuando hablamos de Dios ¿qué vamos a decir? Si Dios somos nosotros. La imagen que podamos hacer de Dios nosotros es el Dios que solemos ver en nuestras meditaciones, y este Dios, naturalmente, viene condicionado por la multitud de recuerdos que constituyen nuestra conciencia, es decir, una forma de liberar al Señor de los Registros es dejar de ser conciente en el tiempo. Y la gente no quiere emprender este ejercicio porque cree que al dejar de hacer presión sobre los recuerdos va a extinguirse como “yo”, es decir, que prácticamente va a ser aniquilado, lo cual no es verdad, porque únicamente se relega al olvido voluntario aquello que no es positivo para la marcha de la evolución. Una persona puede dejar de pensar, y Vds. quizás durante el curso de esta conversación se han hallado vacíos, no han pensado en Vds., han estado haciendo conciencia de la eternidad en aquel tiempo, solamente porque estaban atentos. Sin la atención, tal como hemos dicho muchas veces aquí, el único método de que el hombre se libere de la condición ambiental, que sea él mismo, que se envuelva en un aura de luz y de silencio dentro de la cual sea él y solamente él quien actúa y quien vive esta vida inmensa, esta vida rica de inmortalidad.

Interlocutor.— Este aura de silencio que dices, podríamos decir silenciar los cuerpos, esos cuerpos que aclaman siempre, que piden y desean, esta mente inferior que exige podríamos decir —nuestra mente inferior porque a veces con nuestra mente superior también se puede exigir, pero entonces ya es positiva— entonces este silencio es necesario practicarlo, concienciarlo.

Vicente.—Sí, pero no para matar los cuerpos sino para eliminar las modificaciones ancestrales, aquello que proviene de las eras pretéritas, como las enfermedades por ejemplo, y que nosotros perpetuamos por la conciencia que hacemos de ella. La enfermedad, cualquier tipo de lesión interna, siempre son modificaciones dentro de la conciencia. Es momento de que el ser humano comprenda que las enfermedades no son cosas sino que son entidades psíquicas y luche contra ellas en el plano psíquico, verá que la ciencia médica entra en el campo del esoterismo y empieza a trabajar conscientemente con las energías y no con las fuerzas que operan en el mundo material. Es decir, si pudiésemos mantenernos en esa aura de quietud provocada por el intenso deseo de percibir, o una gran una atención hacia determinada cosa, crearíamos un vacío a nuestro alrededor que nos liberaría de los efectos perniciosos de las entidades que provocan las enfermedades, unas entidades dévicas inferiores que nacen, precisamente de la conciencia de los hombres, la conciencia negativa de los hombres, y de la inquietud, el temor, los celos, la envidia y el egoísmo. Son los verdaderos creadores de las enfermedades psíquicas del planeta. Lo que provoca una guerra provoca un cáncer dentro del cuerpo humano ¿no se dan cuenta de esto? Entonces, habrá que pensar en grandes proporciones, habrá que vivir más allá de esta pequeña realidad de cada día, y esto solamente podemos hacerlo cuando nuestra aspiración esté realmente situada donde debe estar: en el mundo de las causas y no simplemente en el mundo de los efectos caleidoscópicos del tiempo; y esto es una forma de entrar en la corriente iniciática, y esto es una forma de entrar en el proceso de la Iniciación, esto realmente es vida, no lo que estamos haciendo, que es la perpetuación de la muerte a través del tiempo sin posibilidad alguna de redención.

Interlocutor.— El proceso de las enfermedades puede venir también, me ha parecido oírle nombrar las enfermedades, a través de las razas de las cuales provenimos, la Atlante, Lemur, etc., entonces yo me pregunto, ¿qué relación debe haber para un esotérico el hecho de observar lo que son los tipos de sangre?, o sea, de varios grupos, pues eso debe señalar que somos de un determinado tipo de raza, y entonces por el tema de la ciencia médica pero esotérica podría entonces intervenir porque sabiendo de qué tipo de raza debería tener un tipo de enfermedades característico, y entonces poder atajar. ¿Me entiende?

Vicente.— Si una enfermedad originariamente es el producto de una serie de pensamientos innobles o de deseos insanos dentro del corazón humano, no es a través del estudio de la ciencia sobre determinados tipos de sangre, de células o de lo que sea, cómo se realizará el milagro de extirparlos del ambiente social, sino únicamente en que la persona se de cuenta de que como factor humano está contribuyendo al malestar social, prescindiendo por completo, tal como dijimos entonces, si las enfermedades o las lesiones psíquicas provienen del pasado, de un pasado lejanísimo como la Raza Lemur por ejemplo o la Raza Atlante —muchos millones de años— pero que continúan ahí, en forma de entidades psíquicas contribuyendo al malestar físico, astral y mental de los seres humanos. Es más interesante que el hombre comprenda en que justa medida contribuye a la expansión de estos egregores raciales que nos vienen transmitidos del pasado y que, por lo tanto, aplicando la espada de la justicia se esté cercenando todos los tentáculos de ese monstruo, sea cual sea, de esas enfermedades dichas incurables que están penetrando en el ambiente planetario y sobre las cuales, Vds. lo saben, la ciencia es incapaz de luchar. No es en el terreno científico donde se hallará la causa de las enfermedades sino en el mundo psíquico, y en este mundo psíquico hay una riqueza de significados tremendo que quizás algún día sea la solución para aquellas personas que tengan dolores, padecimientos o enfermedades de tipo incurable.

Seguramente que si viviésemos siempre en silencio no habría ninguna enfermedad, pero me pregunto si será posible que nos mantengamos constantemente en este silencio místico, silencio que no pueda perturbar la relación con los demás, que tiene que ir más allá de los demás, que esté en silencio donde exista el ruido y que trabaje constantemente dentro de esta atmósfera de quietud para aliviar las necesidades de sus hermanos. Me pregunto si existe una tarea más noble que esta en los momentos actuales donde hay tanto sufrimiento por doquier.

Vamos a hacer un momento de silencio y terminaremos, no quiero cansarles más. Muchas gracias.

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Conferencia Vicente Beltrán Anglada
Barcelona
11 de Octubre de 1980

Digitalizada por el Grupo de Transcripción de Conferencias
21 Marzo 2006

Editada por el Centro de Estudios VBA (en curso)
18 Octubre 2008

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