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Vicente Beltrán Anglada

 

L.T.V., en reconocimiento sincero de la absoluta filiación espiritual que trasciende el Karma y su infinita secuela de muertes y nacimientos…

V.B.A.

 

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Conversaciones Esotéricas


CAPÍTULO XV: LA GLORIA DEL PASADO Y LAS PERSPECTIVAS DEL FUTURO

En el curso de conversaciones anteriores investigamos analíticamente la obra del Creador a través de la Naturaleza, intentando descubrir el misterio de la Vida tal como se manifiesta en el Cosmos, en el Universo, en el planeta y en el hombre. Siguiendo el principio de analogía nos elevamos al Cosmos para tratar de descubrir el secreto oculto de nuestra vida espiritual, sabiendo por anticipado que hallaríamos grandes lagunas entre los elevados puntos tratados, de orden universal, y la contradicción evidente de nuestra pequeña vida humana tan frecuentemente sumida en el caos de sus problemas y dificultades kármicas y tan fácilmente sujeta al error. Pero, pese a todo, proseguimos nuestras investigaciones incorporando cada vez más luz en nuestra mente y más aguda sensibilidad en el corazón.

Si somos realmente críticos en el pensar, y hay que intentar serlo a toda costa, seremos conscientes de que actualmente nos hallamos en el centro de una tremenda tensión mundial y ante profundas dudas e indecisiones en lo que respecta a valores sociales y humanos. Ni la Religión, ni la Ciencia, ni la Política, ni forma alguna de planeamiento social suministrada por los sociólogos y economistas, nos han permitido ver claramente nuestro destino como seres humanos ni ofrecemos solución alguna genuinamente práctica para poder afrontar la vida enriqueciendo a la par nuestra conciencia. A mi entender, le hemos asignado un valor exagerado al contexto ambiental, tomando las apariencias como realidades y percibiendo la inmensa panorámica de la vida desde el ángulo deformado de nuestras limitaciones, problemas y dificultades de adaptación social. El resultado de ello ha sido la indecisión, la desesperanza y el temor...

Hay que insistir, sin embargo, en la verdad esotérica de que el mundo ha de ser transformado en términos de realización y que el ser humano es el centro de esta necesaria transformación. Así, el intento de descubrir las razones universales, tal como lo hemos venido haciendo hasta aquí, no tenía como objetivo enriquecer nuestro intelecto de conocimientos esotéricos, sino que lo más importante era iniciar prácticamente, una nueva forma de vivir basada en la seguridad de lo eterno y en una comprensión cada vez más clara y concreta de nuestra proyección espiritual en el orden social, tal como lo exigen los nuevos tiempos.

Desde hace mucho tiempo los investigadores de la vida oculta y los eternos especialistas en el arte de la predicción vienen informándonos acerca de la Nueva Era, de una Nueva Edad de Oro que está aproximándose a nosotros en virtud del movimiento de retrogradación de nuestro planeta alrededor del sol y en orden a las Constelaciones del Zodíaco. Me pregunto, sin embargo, qué puede significar esta declaración para la humanidad corriente y aun para muchos aspirantes. espirituales de nuestros días, embargados por una insaciable sed de conocimientos esotéricos, pero fatalmente uncidos todavía al gran engranaje kármico que mueve la existencia planetaria. Me pregunto también cuál va a ser la actitud de los discípulos mundiales frente a la trepidante situación creada en el ambiente social de nuestro mundo por esta potente liberación de energías que precede a todo traspaso de Eras, las que proceden de un orden cíclico planetario anterior y las que surgen por efecto de la entrada de nuestro planeta en una zona zodiacal en donde se proyectan y liberan las dinámicas energías emanantes de la Constelación de Acuario, destinadas a producir grandes transformaciones en la Tierra y muy especialmente en el orden social humano. Creo que lo que se le exige a la individualidad consciente de nuestros días, frente al inevitable reto de los acontecimientos que empiezan a proyectarse ya sobre el planeta es una extraordinaria atención hacia el proceso cósmico que está desarrollándose, tomando como punto de partida el propio e inmanente karma y tratar de trascenderlo en extensión y profundidad. La extensión y la profundidad son cualidades sinónimas de fuerza mental y movimiento espiritual y deben ser nuestras armas en el proceso de adaptación a las nuevas energías entrantes. Esto no quiere significar que vayamos a despojarnos inmediata y radicalmente de los “estigmas” del karma planetario engendrado en la Era anterior, la cual tuvo momentos cumbres de inenarrable belleza y trascendencia, tales como el Mensaje de Cristo, la gloria del Renacimiento y el principio de mecanización industrial, etc., sino que vamos a recoger los frutos de aquellos grandes acontecimientos, que no eran sino profundísimas experiencias universales, enfrentando el nuevo orden con un equipo psicológico enteramente nuevo, libre de tensiones, de angustias y de miedo.

Hay que ir liberándose progresivamente de la falsa idea de que cuanto constituyó la vida de la pasada Era zodiacal de Piscis debe ser forzosamente eliminado por no estar de acuerdo con las nuevas presentaciones e ideales de la Nueva Era. La escasa formación esotérica de muchos de los aspirantes espirituales de nuestros días y el limitado desarrollo de nuestros mecanismos sutiles de adaptación a la vida tal como ella va surgiendo del gran Océano creador de la Divinidad, nos ha vuelto indiferentes, yo diría hasta despiadados, con respecto a cuanto tenga relación con el llamado “pasado pisceano”, sin damos cuenta de que las corrientes acuarianas de la Vida han de venir forzosamente matizadas por aquellas que actuaron y fueron necesarias en la Era anterior. La frase que escuchamos muy frecuentemente de labios de algunos aspirantes espirituales de nuestros días “. . . hay que destruir el pasado”, sólo demuestra una visión muy superficial de la vida; es la posición de aquellos que quieren edificar una estructura sin contar con la base o los cimientos que han de sostenerla. La base de Acuario, no hay que olvidarlo, es Piscis, y es sobre los gloriosos materiales utilizados en su estructuración y sobre las profundas experiencias legadas por esta Constelación y por sus excelsos y trascendentes Logos regentes que debemos afrontar y edificar el Plan de la Nueva Era.

Las Eras del pasado, con sus desaparecidas civilizaciones, cultura y karma particular no han muerto ni morirán nunca, por cuanto constituyen el contexto histórico o “memoria viviente” dentro de la Mente universal del Creador. Nosotros no podemos matar lo que eternamente Es y Vive dentro de la gran Conciencia planetaria; lo único que debemos hacer, y esto puede constituir nuestro verdadero Dharma como discípulos en entrenamiento espiritual, es vivir flexiblemente adaptados a los ritmos que preceden a los nuevos tiempos, abrirse enteramente a la gran experiencia que aquellos supremos ritmos están motivando en el seno de la humanidad. Tales ritmos están inexorablemente unidos al karma de nuestro mundo, vienen a representar los balbuceos de un recién nacido, pero que tiene tras de sí un glorioso pasado y una bien ganada experiencia. Liberarse del karma es sinónimo de “acogerse a los nuevos ritmos”, es proyectarse hacia el futuro impelidos por la potente fuerza espiritual engendrada en el pasado y devotamente reconocidos en el presente. Es abrirse -simbólicamente hablando- por los cuatro costados y en todas direcciones, buscando simplemente un equilibrio estable de nuestra personalidad frente al tremendo impacto de los hechos y de las situaciones nuevas creadas por la presión de los impulsos acuarianos sobre nuestra humana conciencia. Para la mayoría de aspirantes espirituales de nuestros días, esta actitud puede ser reveladora si es acogida con la suprema atención que merece. Hay que tener presente en todo momento la enseñanza contenida en aquel profundo axioma esotérico que dice: “Matar el pasado dentro del corazón no produce liberación, sino que ata la voluntad del alma a este pasado e impide la gloria de la Iniciación”. Este axioma, profundamente revelador, nos habla precisamente de equilibrio y de armonía, es decir, de flexible adaptación y no de ruptura psicológica en el nivel de los hechos.

Bien, creo que ustedes se darán cuenta que como humanidad y como individuos estamos enfrentando una serie de situaciones totalmente nuevas en relación con el pasado, que deberemos tratar de vivir tan intensamente como nos sea posible, pero sin olvidar nunca que la voluntad de acción que utilizamos en el devenir de tal experimento creador fue gestada en el pasado, ya que el presente es la condensación de todos los esfuerzos realizados en pretéritos estadios de vida y que una época, por nueva que aparezca ante nuestra asombrada visión, no es sino la continuidad de una serie de infatigables esfuerzos realizados en el pasado.

¿QUE HAY QUE ENTENDER POR LIBERACION?

Cuando esotéricamente hablamos de Liberación..., ¿a qué nos referimos exactamente?, ¿a la muerte o extinción del pasado histórico en nuestro corazón o a la cesación del inexorable proceso del karma? Liberación es LUZ. Es la luz que proviene del equilibrio entre fuerzas en aparente contradicción. Es hollar el Noble Sendero del Medio al que aludió el Señor BUDHA, es marchar confiados y seguros sobre “el filo de la navaja”. Estas son -quizás ustedes lo piensen- frases hechas. Bien, quizás lo sean, pero su significado es enteramente válido para todas las épocas y singularmente para nuestros días en que las oportunidades son mayores que en pasadas épocas, ya que la técnica hecha a base de precisión mental nos ayuda a descubrir constantemente los mil secretos escondidos de la Naturaleza. Pero, en definitiva y yendo al fondo oculto de la cuestión, los discípulos espirituales de todos los tiempos han tenido como norte y faro de sus vidas hallar en su corazón la suave frescura de lo eterno.

La mayoría de las personas que asisten regularmente a estas conversaciones esotéricas, lo hacen seguramente en virtud de su fecundo y glorioso pasado espiritual. Algunos de ustedes practican quizás algún determinado tipo de Yoga o se sujetarán a ciertas definidas reglas de meditación o de entrenamiento espiritual. Pero, todos sus ejercicios, entrenamientos y disciplinas de nada les servirán si olvidan las reglas de armonía que rigen el proceso total de la evolución. Las disciplinas del Yoga son interesantes para reorientar las energías y para crear nuevos cauces de aprovechamiento espiritual en beneficio de la personalidad, así como también lo son las reglas precisas de la meditación oculta. Me pregunto, sin embargo, si para algunos tales prácticas o disciplinas no implican de una u otra manera “insistir” sobre algo ya establecido o realizado en el pasado y están únicamente “recordando” pasadas experiencias. El hecho de que se encuentren ustedes aquí y de que contribuyan con su personal dedicación al desarrollo de estas mensuales conversaciones, puede significar quizás que existe realmente una gran experiencia espiritual acumulada en su corazón a través de los siglos y de que “ahora” están simplemente “rememorando” conocimientos previamente adquiridos y conquistados y no tratando sólo de acumular conocimientos esotéricos, tal como ocurre en el caso de los noveles aspirantes y de las personas inexpertas que hacen sus primeras “armas”, por decirlo de alguna manera, dentro de la vida espiritual. La atención con que siguen ustedes estas conversaciones, el apoyo espontáneo que le prestan al orador, pueden ser indicios reveladores de aquella gran experiencia espiritual acumulada que constituye el bagaje del verdadero discípulo, sujeto inevitablemente al reto de la acción y liberado en una gran medida del afán de adquirir conocimientos. Ello puede significar también que vivirán orientados internamente hacia las oportunidades ofrecidas por esta Nueva Era, cuyo tecnicismo no merma en manera alguna, sino que dinamiza a extremos increíbles la fe en la vida espiritual. El karma debe aparecer ante su inteligente visión y adaptación como el resultado de pasadas acciones que “han de ser redimidas” en el presente, adquiriendo entonces este presente una importancia trascendente y vital. Podríamos considerar que la Liberación del karma, y tal es el verdadero sentido de la Liberación, se inicia cuando en el presente ya no luchamos con las consecuencias del pasado, sino que las consideramos un efecto vital en el orden psicológico que precisa de reorientación, de armonía o de reajuste. Las oportunidades ofrecidas entonces por las condiciones técnicas hacen variar solamente la programación y el sentido de las investigaciones, pero la finalidad continúa siendo la misma: adaptación. En la adaptación al sereno ritmo de los hechos que se van produciendo a nuestro alrededor, se halla la clave de la Liberación. Sin embargo, en tal proceso de necesaria adaptación no deberían ser utilizados los penosos esfuerzos a los cuales estamos tan habituados, sino una serena expectación y observación profunda de los hechos que constantemente se van produciendo, es decir, que la única disciplina exigida, si es que debemos hablar de disciplina, es la de una profunda y sostenida atención mental a todo cuanto va ocurriendo dentro y fuera de nosotros. Esta atención es adaptación, ya que en la profundidad de la misma se elimina la condición intelectual que frecuentemente opone barreras al libre fluir de los acontecimientos. Cuando la mente ha desaparecido como frontera de separación de los hechos y no es el elemento separativo que enturbia más bien que aclara las situaciones psicológicas, se produce en la mente una gran proyección de luz causal. Tal es el principio de la Liberación, pues tal como decía Madame Blavatski con referencia a la mente concreta y personalizada: “La mente es la matadora de lo Real”.

La adaptación serena al curso sereno e inmutable de los hechos kármicos que se van realizado es un eterno devenir, “un dejarse moldear” por el Alfarero divino de nuestra vida, quien sólo puede actuar si nuestro barro es blando, maleable, flexible... Una mente serena y tranquila y una sensibilidad emocional abierta totalmente a las grandes corrientes astrológicas de manifestación cíclica es la base de la Realización individual. Un vacío de indecisión en el estado de “expectación serena y de atención profunda”, puede conducir a la estéril lucha con los frutos inconsumados del pasado, es decir, con las incidencias kármicas gravitando sobre nuestra vida...

A mi entender, y como un resultado de la comprensión total y plena de estas ideas acerca de la Liberación, deberíamos abordar el gran problema social y psicológico de nuestro mundo sin pretender alcanzar algún objetivo definido, sabiendo de antemano que es la propia Vida, manifestada a través de las grandes corrientes de expansión cíclica en el planeta, la que debe señalar tales objetivos, los más lejanos y de proyección cósmica y los más cercanos de dimensión individual y social. Esta es una afirmación que escandalizará quizás a muchos aspirantes espirituales que han proyectado ya seguramente su futuro kármico en orden a sus razonamientos mentales y que vivirán volcados indefectiblemente a los grandes sueños e inmensas perspectivas del futuro, sin haber consumado previamente su pasado kármico en el presente, lo cual puede significar que el futuro continúa siendo “un sueño” y que por tanto tal futuro no puede proyectarse en el presente porque el pasado no ha sido todavía consumado o liberado. Sin embargo, tal es el Dharma del verdadero discípulo: consumar el pasado en el presente a fin de que el futuro pueda proyectarse sobre este presente, viviendo por anticipado aquel momento cumbre del tiempo, aquel “eterno ahora”, que abre el Sendero inmaculado de la Liberación. No sé hasta qué punto he logrado expresar mi pensamiento, ni en qué medida me ha sido posible clarificarlo para ustedes. Tal como he dicho en muchas otras ocasiones, estas conversaciones van especialmente dirigidas a discípulos en entrenamiento espiritual y a todos aquellos aspirantes que anhelan ardientemente hollar el Sendero del Discipulado. Para todos ellos, los términos Karma, Sendero e Iniciación deberían adoptar un nuevo y más completo significado a medida que el planeta Tierra “vaya sumergiéndose” en las zonas del espacio bañadas por Acuario, el Aguador Celeste, a fin de que el proceso mental no dificulte el fraguado de la acción, ni comporte deseos egoístas de crecimiento espiritual en el orden individual. El camino a seguir en el desarrollo de la acción correcta será más corto o más largo, de acuerdo a la horizontalidad del tiempo utilizado en el proceso de la búsqueda, pero la ascensión o verticalidad en la línea del Espíritu, será cada vez más eficaz, más adecuado, más seguro...

LA MÁGICA INSEGURIDAD

A través del tiempo y siguiendo las determinantes de un proceso incesante de acumulación hemos creado una personalidad psicológica basada en la seguridad y en la disciplina de esta personalidad. El día que nos apercibamos de que esta disciplina está aliada o forma parte de la conservación y perpetuación de tal personalidad a través de los bienes temporales y valores radicales del “yo” que cristalizados en el tiempo han originado nuestro ser psicológico actual, quizás miraremos el proceso que da lugar a nuestras disciplinas de base bajo una nueva perspectiva o un nuevo tipo de visión.

Nos daremos progresivamente cuenta de que las inmensas perspectivas de lo eterno, las grandes oportunidades cósmicas y la ulterior resolución del tremendo drama psicológico que nos plantea nuestra personalidad kármica, se hallan presentes en la raíz de cualquier hecho, acontecimiento o circunstancia de nuestra vida particular o social. Es decir, “que aquí y ahora” es el centro místico de la Liberación. Por lo tanto, para retornar a los inmaculados Cielos de donde místicamente procedemos, deberemos decidirnos por la existencia sencilla y sin complicaciones del discípulo entrenado en la ciencia espiritual, el cual enfrenta las pruebas kármicas de la vida en toda su profundidad, serenamente sumergido en un océano profundo de “inseguridad”, inteligentemente sostenido en virtud de una tremenda y positiva fe en los valores inmortales del Espíritu.

¿Se han dado ustedes cuenta del valor omnipotente que subyace en ese estado de “inseguridad”, en donde los deseos personales y las ansias inmoderadas de ser “alguien” en la vida social o espiritual, han quedado prácticamente reducidos a CERO, a la más absoluta NADENCIA? ¿Han sido alguna vez conscientes de que nuestras amadas disciplinas en el orden espiritual y nuestras previsiones y cálculos se basan generalmente en un gran temor hacia el futuro y en una tremenda falta de fe en sí mismos, es decir, en un afán desmedido de seguridades en todos los órdenes conocidos, físicos, emocionales, mentales y espirituales?

Si nos percatáramos de esta realidad, quizás emprenderíamos un nuevo tipo de acción para el futuro o para el presente inmediato. Puede que para algunos de nosotros tales afirmaciones puedan parecer duras, implacables o faltas de encanto místico. Me pregunto, sin embargo... ¿Para qué queremos estos fugaces consuelos o estas fulgidas esperanzas que, a igual que los relámpagos, nos alumbran intensamente durante unos segundos para dejamos sumidos luego en una todavía más negra y profunda oscuridad? Puede ocurrir también que no deseemos enfrentar directamente el juicio de los hechos. Si es así, hay que sentirse muy lógicamente descorazonados porque, tal como hemos dicho antes, la realidad espiritual se halla precisamente en tales hechos conforme van pasando o sucediendo dentro o fuera de nosotros y es sólo por el enfrentamiento directo de los mismos, en el intento supremo de descubrir el propósito espiritual que está latente en sus ocultos y desconocidos repliegues, que alcanzaremos la Liberación y que ella sólo podrá ser conquistada a través de estos aparentemente insignificantes puntos de luz de nuestras acciones cotidianas. Si los descubrimos, si los ejercitamos y si los actualizamos, sabremos por experiencia lo que es la Liberación, lo que es la Paz y la verdadera Libertad...

Voy a terminar esta conversación de hoy pero, antes de hacerlo, quisiera infiltrarles una gran confianza en el futuro y una profunda esperanza en el corazón en razón de las grandes oportunidades espirituales del presente, a fin de que como discípulos en entrenamiento espiritual vean claro que el entero proceso de la vida, con su interminable secuela de hechos y de experiencias, es el resultado de la presión de una Voluntad omnipotente que trata de ser consciente a través de nosotros y que es la “adaptación” a esta suprema Voluntad a través de los hechos kármicos de nuestra vida, la que nos deparará la Liberación. Si somos conscientes de esta verdad, la Vida dejará de presionamos tan dolorosamente como ocurre actualmente o en todos los períodos realmente cósmicos, cíclicos o siderales. El Karma no es cruel, fatal, despiadado o intransigente, tal como corrientemente se cree, sino un armonioso engarce del pasado con el futuro con su centro de culminación creadora en el presente. Esta conclusión puede depararnos la verdadera gloria de la acción y una entrada realmente positiva en el devenir supremamente dinámico de la Nueva Era.

Pregunta: Sus razonamientos aparecen realmente claros, aunque para algunos de nosotros sean algo desconcertantes. Me pregunto en razón de ello si es la presión de los tiempos la que produce el estado de discípulo o si es la evolución de la conciencia individual en el pasado la que determina la característica psicológica del discípulo?

Respuesta:
Si analizamos críticamente la vida del discípulo, o del verdadero investigador esotérico, veremos que en la misma intervienen consubstancialmente tanto “la presión de los acontecimientos siderales”, como la evolución psicológica de la individualidad. Sin embargo, si somos profundamente analíticos en el pensar veremos que el poder central individual condiciona sutilmente los acontecimientos y que, aun considerando la importancia de la presión de los tiempos, o condiciones astrológicas reinantes, siempre vendrán alterados por la actitud de la individualidad, por su grado de desarrollo espiritual y por un cierto conocimiento o experiencia de cómo actúan los ciclos del tiempo en cada uno de los vehículos o mecanismos que constituyen el equipo expresivo de la conciencia, por cuyo motivo sabe aprovechar las energías liberadoras por estos ciclos y las convierte en los aliados del karma personal y no en “los fustigadores de la acción kármica”, tal como se menciona en algunos tratados esotéricos.

Bien mirado, todos los acontecimientos cíclicos que marcaron el curso de la historia y el ritmo de los acontecimientos y civilizaciones, incluida la presión de esta Nueva Era de Acuario, obedecen a un orden genuinamente impersonal y la cualidad de sus impactos sobre el centro planetario que llamamos “la raza de los hombres”, vendrá condicionada por la calidad espiritual de todos y cada uno de los miembros de la gran familia humana. Así, la tremenda potencialidad de los impactos que progresivamente irán produciéndose determinará en algunos de nosotros fuertes depresiones de carácter psíquico, en tanto que en otros les ubicará en zonas de alta frecuencia espiritual llenas de dinamismo, serenidad y equilibrio. Podríamos decir, yendo al fondo de la cuestión, que una Era, como expresión psicológica de valores eternos, afectará a cada ser humano tal como éste SEA realmente en su corazón y tal como habitualmente se comporte en el devenir de su existencia cotidiana. Los efectos astrológicos o el condicionamiento de las Eras cíclicas dependerán mayormente de la calidad de los vehículos de respuesta humana a la vida, más que a la propia potencialidad de los impulsos cósmicos que guía el destino cíclico de los astros. Es lógico suponer pues que las almas en su totalidad reaccionan a la fuerza sideral que emana de las estrellas, en virtud de su experiencia espiritual, es decir, en su capacidad de adaptación al eterno movimiento de la vida en sus corazones. Lógico es suponer también que una Era cíclica, por importante que sea y por grandes que sean las oportunidades espirituales que ofrece, no podrá convertir un malvado en un Santo o llevar a la Iniciación al inexperto aspirante espiritual. Habrá que contar aquí naturalmente con la obra del tiempo y en la gradual adaptación que la evolución de la personalidad suscita en cada uno de los vehículos de manifestación.

Pregunta: Durante el curso de su conversación ha dicho usted que para ciertas personas no hay necesidad de Yoga ni de meditación espiritual. ¿No cree usted que para vivir serenamente en medio de este océano de contradicciones de la vida social deberá existir algún Yoga o algún sistema de entrenamiento espiritual, tal como aseguran los grandes Maestros o Gurús del pasado y del presente?

Respuesta: Para mí el vivir en forma plena y profundamente expectante constituye el verdadero Yoga de la acción individual. Pero, como que nunca vivimos tan plena y tan profundamente y nos sentimos por efecto de ello tan solitarios, desconcertados e indecisos, es lógico que precisemos de Yogas, de meditaciones trascendentales, de Maestros y de Gurus. Sí analizamos fría y desapasionadamente la raíz de la pregunta, nos daremos cuenta de que nuestra vida entera va desplazándose constantemente de seguridad en seguridad, tratando por este medio de sofocar los ocultos y secretos temores y vacíos que se producen en nuestra vida psicológica y en el ambiente familiar o social que nos rodea. Tenemos, al respecto, una afirmación esotérica que es válida para todas las épocas de la humanidad: “Cuando el discípulo está preparado aparece entonces el Maestro”. Fíjese usted que se refiere a una preparación y que esta preparación no será solamente la que presta un gran tecnicismo en el orden exotérico, sino también el resultado de ciertas definidas vivencias o experiencias de carácter espiritual. Hay una significación especial, que sólo conocen los Iniciados, que hace posible el reconocimiento de un discípulo por parte del Maestro. Tal reconocimiento es un Misterio, pero tanto individualmente como grupo hemos perdido de vista la profundidad del Misterio, ya que nuestra vida está siendo progresivamente mecanizada en aras de la técnica que hemos ido desarrollando, es decir, que nos hemos hecho tan técnicos que hemos dejado de ser místicos, en el sentido espiritual de la palabra. Y así, llenos de tecnicismos externos y de disciplinas internas queremos “hallar al Maestro de nuestra vida”, olvidando por completo la clave mística que expresa claramente la Voluntad de los augustos Responsables del Plan planetario y que viene sintetizado en el axioma anteriormente aludido y que viene a expresar claramente que el hombre realmente espiritual no debe HALLAR, sino SER HALLADO... ¿Se da usted cuenta de la absoluta diferencia de significado entre ambos términos? Bien, usted me ha hecho una pregunta y yo le he brindado honestamente mi respuesta. En el fondo de su pregunta se observa, tal como anteriormente he señalado, un cierto afán de seguridad en uno u otro de los niveles psicológicos del ser, físicos, emocionales y mentales. Tratemos de comprender entonces el valor del término INSEGURIDAD, aplicado íntegramente a nuestro cotidiano vivir y tratemos de engarzarlo con la afirmación crística de que “hay que vivir en el mundo sin ser del mundo”. Es obvio que es a este mundo de inseguridad al que hemos aludido durante el curso de nuestra conversación al que se refería Cristo cuando decía “Mi Reino no es de este Mundo”, este mundo de posesiones, ambiciones y de seguridades en donde vivimos, nos movemos y tenemos el ser.

Pregunta: ¿A qué se refiere usted exactamente cuando habla de “la gloria de la acción”?

Respuesta: Me refiero al vivir plenamente integrados, es decir, a la participación activa y total de nuestra conciencia en el curso de los acontecimientos que están produciéndose por doquier. Es el vivir con una gran riqueza de percepción, la cual no debe ser confundida con una gran riqueza de elementos técnicos o de conocimientos intelectuales. Se trata de una profunda y sostenida atención hacia el desarrollo de los hechos que engarzados constituyen nuestra existencia cotidiana. Es tratar de “ser conscientes en todas y cada una de las experiencias que la vida kármica sitúa ante nuestras percepciones, es decir, vivir plenamente integrados física, emocional y mentalmente en la acción...

Pregunta: Esto es precisamente lo que enseñan o preconizan las Escuelas de Yoga y de entrenamiento esotérico como base para la integración completa del ser. No hallo pues diferencia alguna entre lo que usted dice y lo que enseñan aquellas Escuelas. Se limito a repetir pues los que ellas preconizan... ¿no es verdad?

Respuesta: No sé si repito lo que enseñan las Escuelas esotéricas, místicas o de Yoga. Lo que sí realmente sé, ya que poseo cierta experiencia al respecto, es que si los que siguen tales entrenamientos o disciplinas lo hacen inspirados o inducidos por un afán de seguridad o de crecimiento espiritual, este afán les incapacitará desde el primer momento para poder desarrollar dentro de sí las verdaderas capacidades espirituales. Es sobre este afán de seguridad que hago referencia y donde apoyo todas mis convicciones más profundas. Recuerde usted al efecto que desde los tiempos de Cristo se viene insistiendo mucho sobre el término AMOR, palabra que a fuerza de ser repetida sin su adecuado complemento de la acción ha quedado cristalizada en nuestra mente; no es por tanto una realidad objetiva sino una posibilidad muy lejana y remota. Lo mismo ocurre con el término Maestro o Gurú. Se ha convertido en una simple palabra, no es un hecho. Y naturalmente, como sabemos que el Maestro existe en uno u otro lugar del planeta, lo estamos afanosamente buscando como una mera seguridad a nuestra falta de estímulos espirituales de Vida. Así, los Yogas, las escuelas externas de entrenamiento espiritual y los falsos ashramas, existen por doquier “ofreciendo seguridades” a los múltiples creyentes los cuales confían todavía en que el milagro va a producirse aparte de sí mismos. Y vuelvo insistentemente a la gran verdad esotérica de que el Maestro realmente existe, pero está dentro de nosotros y no es un exótico ser externo al que insistentemente invocamos, perdidos en el tumulto de nuestras esperanzas, de nuestros deseos y de nuestros temores. La integración espiritual del ser, el estado de discípulo y la Paz del Maestro en el Corazón son realidades y no sueños, pero hay que buscarles dentro, muy adentro de nosotros mismos...

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