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Vicente Beltrán Anglada


A Anna Llucià i Montaner

Ven aquí, más arriba de las cumbres
que coronan las nieves sempiternas
más arriba de cuanto alcanza el ave,
más arriba del sol y las estrellas…

Vicente Beltrán Anglada


 

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MIS EXPERIENCIAS ESPIRITUALES
(Narraciones Esotéricas)


 


1. PARTE PRIMERA

1.01 Experiencias Psíquicas en distintos niveles

Los relatos esotéricos relacionados con experiencias psíquicas o paranormales atraen muy poderosamente la atención de las gentes, debido al hecho de que todos -casi sin distinción- somos todavía muy emocionales y las cosas astrales nos dan una más acusada sensación de realidad. Las experiencias que voy a narrarles al respecto han tenido lugar durante diferentes fases de mi vida y desde cierto ángulo de vista constituyen aspectos substanciales del proceso que mi alma iba llevando a cabo mientras seguía el camino místico de la integración espiritual. Conforme fue pasando el tiempo y pude recapitular los hechos de mi vida desde que empecé a recorrer el largo y fatigoso Sendero de la existencia que va del simple nivel de aspirante espiritual, lleno de compromisos kármicos, hasta el Corazón inmaculado del Maestro, comprendí el verdadero alcance de mis experiencias psíquicas y cómo ellas me habían ayudado -cada cual dentro de su propia y particular característica- a adentrarme progresivamente por zonas mentales de grandes y profundos significados. La ayuda que recibí de estas experiencias psíquicas fue realmente eficaz, más que nada porque jamás me apegué a ellas y porque nunca me sentí impulsado a tratar de repetirlas o reproducirlas por interesantes que hubiesen sido. Es debido quizás a esta particularidad íntima de mi conciencia que pude librarme fácilmente de los innumerables y variados espejismos que constituyen el Maya del plano astral. Así, considerando los acontecimientos astrales con esta visión introspectiva e impersonal, soy consciente ahora de lo instructivas y eficaces que resultaron ser aquellas experiencias, ya que me hicieron consciente de ciertos aspectos del mundo oculto que más adelante me servirían del necesario soporte para introducirme en el maravilloso mundo de los Ángeles y posteriormente para establecer contacto consciente e ininterrumpido con la conciencia de mi Maestro. Veamos, pues, algunas de estas experiencias psíquicas.

1.02 El Despertar de los Centros

Nunca me había preocupado por desarrollar mis chacras o centros etéricos. Para mí siempre fue clara la norma esotérica que nos señaló Cristo con suave aunque profunda advertencia: “Buscad primero el Reino de Dios, lo demás os será dado por añadidura”. El esfuerzo del discípulo jamás se limita al mundo de los efectos, de aquello que se nos da por añadidura, sino que se eleva al mundo de las causas tratando de comprender el propósito divino que subyace en cualquier ignorado rincón de la vida planetaria. La vista orientada siempre hacia adelante intenta captar constantemente las íntimas significaciones del Reino de Dios. Así, el propósito kármico de su vida se va de esta manera realizando.

Hay, sin embargo, una providencia que ayuda a aquéllos que buscan preferentemente el Reino de Dios y es la que hace que todo cuanto constituye el mundo de Maya y que exige el cumplimiento de la acción kármica o de aquello “que se nos da por añadidura”, se le manifieste y desarrolle sin un aparente esfuerzo de la voluntad. Esto es lo que pasó conmigo con respecto al desarrollo de mis centros etéricos.

Poco tiempo después de haber finalizado la guerra civil española en la que desdichadamente me vi obligado a intervenir, se inició en mí un proceso de actividad psíquica que tenía que ver precisamente con el desenvolvimiento de mis centros etéricos más directamente relacionados con la fuerza viva de mi ardiente propósito espiritual. Así, durante unos meses y en tanto me hallaba fuera del cuerpo veía como unas luminosas entidades “operaban” sobre mi vehículo etérico e introducían en mis chacras una energía vibrante, dinámica y de potentísimos resplandores que aceleraban el movimiento de dichos centros y los volvían esplendentes y radiantes. Era plenamente consciente de que me hallaba fuera del cuerpo por cuanto me era posible observar cómo operaban sobre el mismo aquellas luminosas entidades y era muy consciente luego de que volvía nuevamente a mi cuerpo una vez habían terminado su trabajo de preparación específica sobre mi vehículo etérico. No puedo precisar concretamente cuánto tiempo duraba esta manipulación etérica sobre mis chacras cada noche. Sólo puedo decir que era plenamente consciente de que se iniciaba aquel trabajo de integración celular y etérica cuando “me sentía lanzado fuera del cuerpo físico”, pero en vez de proyectarme astralmente como en otras ocasiones -y debido precisamente a una razón particular que el Maestro me aclaró oportunamente- me quedaba cerca del cuerpo observando muy atentamente las manipulaciones de mis generosos amigos dévicos que ya entonces, y sin que yo supiese exactamente lo que era un Deva, actuaban sobre mí llenando con la magia sutil de su maravilloso mundo los vehículos de mi conciencia, preparándome para aquel momento en que debería ser plenamente consciente del poder angélico en la vida del hombre y de la Naturaleza entera.

Comentando un día con mi Maestro esta fase específica y singularmente interesante de mi vida, Este me explicó la índole particular de aquel proceso con estas palabras: “Ordinariamente el procedimiento de desarrollo de los centros etéricos tiene lugar de manera lenta y paulatina siguiendo la norma de “todo llegará a su debido tiempo”. Sin embargo, bajo el impulso cíclico de la oportunidad astrológica y de acuerdo con las capacidades latentes de cualquier discípulo espiritual, se sigue la norma iniciática de “aceleración del proceso evolutivo”. En tal caso, y siempre y cuando el discípulo se muestre inteligentemente dúctil, los poderes dévicos de la Naturaleza cooperan con él para avanzar más rápidamente en el camino espiritual. Con respecto a tu caso, puedo decirte que hubo realmente un intento dévico de participación en el desarrollo de tus centros etéricos, así como una intervención de carácter taumatúrgico para restablecer la armonía en alguno de ellos, dañados por efecto de indebidos trabajos de desarrollo en una vida precedente. Aparte de estas consideraciones, debo explicarte de que el hecho de estar fuera del cuerpo contemplando el proceso de vitalización de tu vehículo etérico por parte de aquellas entidades dévicas, era debido precisamente a que debías hacer plena conciencia de la labor de las mismas, habida cuenta de que en un no muy lejano futuro deberías trabajar conscientemente con Seres angélicos de varias huestes y jerarquías, siguiendo un plan previamente concebido y estructurado desde el centro místico del Ashrama”.

El desarrollo anticipado o prematuro de los chacras por parte del aspirante espiritual puede tener a veces catastróficos resultados, de ahí que las normas de “sabia prudencia” deben ser debidamente comprendidas y acatadas. Recuerdo el caso de un amigo aspirante, el cual pasó muy brevemente por el Ashrama, muy aficionado a la manipulación etérica de los chacras. Tuvo en plena juventud lo que los médicos diagnosticaron como “un fallo cardiaco”, aunque nunca pudieron explicarse la causa de esta temprana muerte. Físicamente era de complexión robusta y gozaba de muy buena salud. Pero, el fallo cardíaco detectado por los médicos era en realidad una fulminante proyección del Fuego de Kundalini irrumpiendo sin control sobre el plexo solar y provocando la rotura del “cordón plateado”, definido esotéricamente “Sutratma”, que enlaza la existencia física con el mundo astral. Se trataba en realidad de “un suicidio” -y les ruego no les asuste esta expresión- ya que repetidamente había sido advertido en el nivel ashrámico en donde se hallaba ubicado, del peligro que entrañaba la manipulación inexperta del Fuego creador de la Naturaleza.

1.03  Mi primer Viaje Astral

Mi primera y más fúlgida experiencia de autoconciencia astral la tuve cuando tenía solamente trece años. Tal como ocurre con todas las experiencias que afectan por primera vez el alma humana, guardo de aquélla a la que voy a hacer referencia un cálido e imborrable recuerdo.

Creía que estaba soñando. Me hallaba en un lugar muy solitario y veía a lo lejos a un ser alto, impresionante e imponente, vestido enteramente de blanco y ciñendo un turbante oriental en su cabeza, el cual lentamente iba acercándose a mí... Al llegar a mi lado puso uno de sus brazos sobre mi hombro y me habló. Reconocí intuitivamente su identidad espiritual y fui consciente de que me era profundamente conocido. De improviso sacó de no sé dónde una pelotita blanca, la lanzó delante de nosotros y con voz imperiosa me dijo... ¡ve a buscarla!. Me sentí potentemente lanzado tras de ella y me hallé entonces fuera del cuerpo, en el centro de mi habitación y viendo perfectamente mi cuerpo dormido. Me sentí terriblemente conmocionado y lleno de miedo, pero de pronto me hallé de nuevo envuelto en la suprema calma que emanaba de aquel ser extraordinario, muy conocido intuitivamente pero difícilmente reconocible todavía ante mis escasamente desarrollados mecanismos mentales de percepción. Me abrazó con benevolencia y sonriéndome con mucho afecto me dijo: “Hoy vas a tener tu primer viaje astral en tu actual fase de existencia”. Me sentí potentemente lanzado entonces hacia las profundidades del estrellado firmamento como si un gigantesco imán me atrajera inexorablemente hacia las desconocidas avenidas de un ilimitado y fúlgido espacio... Siempre abrazado a mi guía [más tarde lo reconocí como el hermano R... (Iniciado hindú)] visite aquella noche muy alejadas regiones de la Tierra, surcando raudamente los éteres y sintiendo como si fuese en mi propia conciencia física el impetuoso paso del aire al chocar contra mi rostro.

Siempre acompañado de mi ilustre guía realicé algunos otros viajes astrales, los cuales me depararon grandes conocimientos acerca de la vida que se expresa en tales niveles y no poca experiencia acerca de cómo mantener la estabilidad astral fuera del cuerpo físico, una experiencia que todos los sinceros aspirantes espirituales del mundo deberán realizar a su debido tiempo. Más adelante, y después de realizar ciertas prácticas aprendidas en el Ashrama -en donde fui admitido siendo todavía muy joven- pude verificar solo y sin acompañamiento alguno tales viajes, aunque debo confesar muy honradamente que jamás los hice persiguiendo la satisfacción íntima que es inherente al desplazamiento de la conciencia a un nivel superior, sino que me atuve y me atendré siempre a las reglas estrictas del Ashrama de perseguir en todo momento algún objetivo fundamental de servicio.

El relato de estas experiencias de autoconciencia astral no persigue evidentemente el objetivo de incitar a los aspirantes espirituales que eventualmente puedan leer estas narraciones a que realicen tales desplazamientos de la conciencia a otros niveles más sutiles, sino más bien afirmar el hecho esotérico de que “cuando el discípulo esté convenientemente preparado entonces surgirá el Maestro en su vida”. O sea, que no hay que extremar la atención sobre los chacras pretendiendo acelerar el proceso de su desarrollo, sino que hay que atender primero lo esencial, es decir, la dificilísima etapa de preparación e integración de los vehículos del Alma, la mente discernitiva, la sensibilidad emocional y el cuerpo físico denso, con la seguridad de que sí así se hace surgirá en nuestro camino la Entidad superior que tiene como misión kármica, ayudarnos en la tarea de perfeccionar nuestra conciencia y hacerla autoconsciente en todos los niveles de su compleja aunque completa vida psicológica.

1.04 Un Viaje al Futuro

En uno de tales desplazamientos de la conciencia fui testigo, con casi treinta años de anticipación, de mi trabajo como miembro de la Sede Internacional de la Escuela Arcana en Ginebra, Suiza.

Vi perfectamente el Centro Internacional en donde actualmente está ubicado, pero que en aquellos tiempos todavía no había sido edificado. Vi también el lago Léman, con su gran surtidor en el centro del mismo y como dato histórico, perfectamente reconocido, recuerdo haber estado sentado en uno de los peldaños alrededor de la base donde se erige la estatua de Jean Jacques Rousseau, el insigne filósofo ginebrino, autor de “Emilio” y de “Contrato Social”, unas obras de inconfundible sabor jerárquico. Tal estatua se halla en una pequeña isla dentro del lago Léman y en mi visión del futuro veía a la ciudad de Ginebra completamente nevada y a unos hombres encima del puente que lleva a la Isla Rousseau que para facilitar el paso recogían la nieve con grandes palas y la iban arrojando al lago. Me llamó extraordinariamente la atención la iluminación del puente por medio de unas farolas muy potentes que emitían una luz azulada.

El sueño o desplazamiento de la conciencia me dejó muy impresionado por la intensidad de la vivencia, pero el recuerdo del mismo fue desvaneciéndose con el paso del tiempo y dejé de prestarle atención. Pero, he ahí que muchos años más tarde, cuando ya estaba trabajando en la Sede Europea de la Escuela Arcana, una mañana muy fría del mes de Noviembre, al ir a atravesar el Puente de Bergues de donde arranca el pasillo que lleva a la Isla Rousseau, tuve que detenerme porque unos hombres estaban quitando la nieve acumulada en su superficie con unas grandes palas y la iban arrojando al lago. Miré inconscientemente hacia arriba y me fijé irresistiblemente en las farolas azules de luz fluorescente que lo iluminaban y entonces, en un momento de fúlgida realidad, fui consciente con profunda emoción de que toda aquella experiencia la había realizado ya muchos años antes, pero que ahora se reproducía en el tiempo para dar un testimonio vivo e inaudito de previvencia. Sí, todos los elementos se hallaban presentes - tal como había visto en el desplazamiento de mi conciencia hacia ya tantos años, casi los que constituyen una generación- la superficie del puente nevada, los hombres que quitaban la nieve, las farolas fluorescentes, la estatua de Jean Jacques Rousseau, el Centro Internacional de Ginebra, etc. Tuve, por tanto, una visión anticipada del tiempo futuro, la certeza nítida, profunda e incuestionable de que el futuro sólo es una incógnita para los hombres que viven aferrados al pasado, una incógnita que puede resolver correctamente el ser humano que por vivir muy intensa y profundamente las realidades espirituales implícitas en “el eterno ahora” de la Conciencia de Dios, puede vivir simultáneamente y con plena conciencia el pasado, el presente y el futuro.

Creo que esta experiencia merece una más concreta y detallada explicación, pues estoy convencido de que muchos de Uds. habrán experimentado alguna vez esta extraordinaria sensación de haber vivido ya anteriormente un hecho que la conciencia registra en el presente, lo cual les indicará que una parte de Uds. empieza ya a ser plenamente consciente de unos niveles psicológicos dentro de los cuales y por su propia sutilidad, los hechos “suceden más deprisa que en el plano físico” y que, por tanto, pueden dejar a veces su impronta dentro de la conciencia y deparar esta extraña aunque frecuente sensación de haber vivido anteriormente tal experiencia.

En realidad fue esta sapientísima sensación de seguridad en el tiempo -si puedo decirlo así- la que acompañó la vida de los grandes profetas y videntes del pasado, capaces de leer perfectamente en los anales akásicos o históricos del planeta los hechos pertenecientes al pasado, al presente o al futuro de la humanidad. Todo se reduce, al parecer, a la simplificación de nuestra complicada vida personal, a crear un hilo luminoso o Antakarana de Luz que eleve nuestra conciencia y tratar de ser conscientes a medida que vamos ascendiendo de cuanto SUCEDE dentro y fuera de nosotros, ya que según me ha sido posible comprobar en el Ashrama, sólo la elevación de la conciencia sobre la verticalidad del Antakarana de Luz por encima de las incidencias de nuestra vida temporal puede deparamos una visión perfecta de la Realidad, una Realidad que no depende necesariamente de la amplitud de nuestros conocimientos esotéricos, sino de nuestra habilidad por evadirnos de las complicaciones habituales de la conciencia, las cuales nos atan inexorablemente al pasado y nos impiden percibir las cosas del presente con la debida y necesaria claridad.

1.05 Experiencias Psíquicas en Italia

Las vacaciones veraniegas de 1976 las pasamos en Italia. En el transcurso de las mismas tuve tres curiosas experiencias psíquicas. La primera sucedió en la ciudad de Ventamiglia, muy cerca de las fronteras francesa y del Principado de Mónaco.

No habíamos podido hallar alojamiento en ningún hotel de la localidad, hasta que ya muy tarde, casi a la madrugada, un señor nos indicó uno que estaba en las afueras. No voy a revelar el nombre de este hotel por razones obvias. Debo decir, sin embargo, que se trataba de una especie de palacio renacentista, con varios pisos y muchas terrazas con sus correspondientes balaustradas y algunas estatuas. Pese a la distinción casi aristocrática de este hotel, había muy poca luz y los ascensores eran de corte muy antiguo, seguramente de los primeros que se fabricaron. No sé porqué, pero al entrar allí me sentí algo cansado y deprimido, aunque en aquellos momentos lo achaqué a la larga duración del viaje. Sin embargo, al entrar en la habitación que nos habían señalado, noté una acusada sensación de frío a lo largo de la columna vertebral, un síntoma muy característico de la presencia de alguna entidad psíquica en las proximidades. Nada dije de momento y como estaba bastante fatigado decidí descansar; lo demás, pensé, ya se identificará en su momento. El sueño, sin embargo, se resistía a visitarme y la visita que tuve fue la de una inaudita y algo estrafalaria entidad psíquica, la cual, al parecer, pasaba su tiempo en el hotel dedicada a crear perturbaciones astrales de todos los tipos reconocidos, tales como ruidos, movimientos de cortinas, oscilaciones de los cuadros colgados de las paredes, sensación de que alguien andaba con zapatos dentro de las habitaciones, etc. Me dediqué durante algún tiempo a observar las evoluciones de aquella entidad y finalmente, por un esfuerzo mayor de la atención, logré verla. Se trataba de la figura de un personaje vestido a la usanza caballeresca del siglo XVI en Francia, con su peluca, su sombrero de plumas y una larga tizona. Iba, por decirlo de alguna manera, flotando por la habitación, lo cual, ya desde un buen principio, me informó de que no se trataba de una entidad desencarnada en busca de luz, tal como habitualmente suele decirse en el argot espiritista, sino de un deva elemental de gran poder psíquico el cual, en alguna época pasada, había vitalizado el cascarón astral de un fallecido de condición astral inferior y lo mantenía todavía denso y objetivo en los bajos niveles astrales, al extremo de serle fácil realizar a través del mismo variados fenómenos de carácter físico, muy parecidos a los que realizan ciertos mediums en las reuniones espiritistas.

Seguro de que le estaba observando empezó a contonearse arrogantemente ante mi y a amenazarme con su espada, a veces con tal realismo que incluso llegué a sentir físicamente como si clavase una aguja en mi epidermis. En fin, como no me gusta perder el tiempo y además creía que iba a realizar un buen servicio espiritual, decidí enfrentarme con aquella entidad. Pronuncié algunas palabras de poder y formé seguidamente dentro de mi conciencia la imagen de que salía del cuerpo y le lanzaba una gran piedra. Vi entonces que aquella forma astral desaparecía prontamente de la habitación. La actividad de mi conciencia había sido tan real para aquel elemental como la del mismo contra mí. El se sintió tan amenazado por la piedra que mentalmente le había lanzado, como yo por la punta de su espada... La habitación había quedado vacía de aquel cascarón astral. Recuerdo, sin embargo, que durante mi permanencia en aquella habitación, vi todavía un par de veces más como su cabeza empelucada asomaba tímidamente a través de la puerta cerrada, ya sin espada y con las facciones trasluciendo miedo e inquietud. Estoy seguro de que mi reacción psíquica resultó fructuosa y que seguramente aquel acto de conciencia había sido el principio de la destrucción de aquella forma astral que desde hacia siglos habitaba aquella vieja mansión señorial convertida en hotel.

Como corolario de esta experiencia es digno de notar que el resto de la expedición veraniega con la cual mi esposa y yo compartíamos las vacaciones me relataron, sin previa consulta de mi parte, que ellos habían experimentado también los efectos de la presencia de aquélla o de alguna otra entidad psíquica durante la noche que permanecimos allí...

Esta experiencia psíquica que acabo de relatarles es susceptible de una explicación esotérica. Se trata del caso típico conocido ocultamente como de “apropiación del cuerpo astral de una persona fallecida” por parte de algún elemental de la tierra de los esotéricamente clasificados como “devas morenos”. Este caso, pese a sus peculiaridades, es más frecuente de lo que realmente se cree y tales ficticias entidades con apariencia de algún mortal fallecido, suelen manifestarse en las sesiones espiritistas burlando la buena fe de los asistentes. Tal como comentábamos en cierta ocasión en el Ashrama, tales elementales actúan a manera de los “ermitaños”, estos crustáceos tan frecuentes en nuestras costas mediterráneas, los cuales utilizan como viviendas los caparazones de otros crustáceos muertos. Un ermitaño suele ocupar muchos caparazones durante el curso de su existencia a medida que va creciendo. Un “deva moreno” suele ocupar un solo cascarón astral durante el larguísimo período de su existencia etérica, siempre y cuando no encuentre en su camino, tal como fue el caso de mi narración, una reacción psíquica lo suficientemente potente como para obligarle a desintegrar la forma astral dentro de la cual se había introducido y hacerle adoptar ante la visión clarividente la verdadera forma que corresponde a su naturaleza psíquica [N.B.: ver tríptico “Un Tratado Esotérico sobre los Ángeles”, del mismo autor].

Hay que hacer notar, sin embargo, que el “deva moreno” al que hice referencia venia incorporado a aquella forma astral -si nos atenemos a las evidencias- hacía lo menos trescientos años. Estos casos de larga permanencia ocupando vehículos astrales de personas fallecidas, son muy frecuentes en los llamados “fantasmas de los castillos”. Tales fenómenos de “incorporación astral” son debidos principalmente a la materialidad del propio vehículo psíquico de la propia persona fallecida, lo cual facilita al deva el poder de vivificarlo con energía etérica y mantenerlo “substanciado” a través de largos ciclos de tiempo. El vehículo astral de una persona de alta espiritualidad jamás podrá ser vivificado por un deva inferior, sino que altamente sutilizado por las energías del Alma fácilmente se disolverá en el espacio una vez se haya producido la muerte física.

1.06 Un Caso de Psicometría

Estábamos visitando el Coliseo romano. Aquella tarde de Agosto hacía muchísimo calor. No sé si fue debido a esta circunstancia, pero de pronto se me nubló la vista, sentí una gran opresión en el pecho y me halle de espectador ante un drama psíquico que aparentemente se estaba desarrollando ante mi vista. Un hombre semidesnudo estaba luchando contra un león sin más arma que una pequeña espada y lo vi sucumbir ante los terribles zarpazos de aquella fiera. Sus gritos desesperados de agonía eran ahogados por el inmenso clamor que se elevaba de una abigarrada muchedumbre que abarrotaba las gradas del Coliseo y que asustaba incluso al propio león... Sí, en un momento de extrema lucidez psíquica había reproducido una escena que tuvo históricamente lugar allí hacía muchos siglos. Fue una especie de relámpago de visión captada de los registros akásicos, pero viendo aquella escena a la luz astral de los acontecimientos históricos, el suceso adquiría un particular y muy hondo dramatismo pues me era posible percibir al propio tiempo al hombre, a la fiera y al populacho. Nada les dije de esta experiencia a mis compañeros de viaje, los cuales se enterarán del hecho a través de las páginas de este libro.

La experiencia que acabo de relatarles suele denominarse ocultamente de “simultaneidad en el tiempo” y la persona que la realiza pierde momentáneamente la percepción histórica del momento que está viviendo para sumergirse en la luz astral de los acontecimientos del pasado en un lugar definido y en una época determinada. Para que esta experiencia pueda ser debidamente registrada se precisan ciertas dotes de PSICOMETRIA mental y un gran control de la naturaleza emocional a fin de que la conciencia no se desplace excesivamente del cuerpo físico. En el caso antes descrito hay que tener en cuenta “la presión psíquica del lugar”, las piedras milenarias que suelen ser archivos de grandes secretos mágicos y la visita constante de multitud de personas, las cuales, de una u otra manera, reviven en su imaginación aquellas fases históricas del pasado y las mantienen inconscientemente vívidas en los niveles psíquicos.

Con respecto a esta experiencia, recuerdo lo que dijo el Coronel OLCOTT, compañero fiel de Mme. BLAVATSKY el cual, en cierta ocasión, había asistido a una corrida de toros y al final de la misma había llegado a una muy triste conclusión: “Esto es lo más parecido a las inmolaciones sangrientas que tuvieron lugar en las arenas de los circos romanos”.

1.07 Un Ángel en la Basílica de San Pedro

No obstante, antes de partir de Roma después de visitar sus más históricos monumentos, tuve una muy agradable y profunda compensación al ser cálidamente impresionado por un Deva de alta evolución espiritual. Sucedió en la Basílica de San Pedro, de Roma, cuando junto con mis acompañantes pasé por un determinado lugar entrando, a mano izquierda, por la galería lateral. Este Ángel nos brindó su particular bendición llena de fuerza celeste. Cerré los ojos y traté de introducirme dentro de aquel misterio dévico. No era aquella la primera vez que establecía contacto con un Ángel [Ver parte segunda de este libro, dedicado a Contactos Angélicos]. Su aura magnética irradiaba una gran paz y solemnidad y sus impresiones bañaban mi aura etérica, así como la de mis compañeros de grupo los cuales, sensibles psíquicamente también habían notado la influencia benéfica de aquel Ser dévico.

Se hallaba en actitud de bendecir y sus radiaciones de gran potencia magnética, eran sin duda una de las respuestas divinas a las invocaciones de los fieles que asistían a las ceremonias litúrgicas que se celebraban periódica y regularmente en la Basílica de San Pedro, de Roma.

Unos días después, al abandonar la capital italiana en dirección al norte, hacia Yugoslavia, al contemplar desde una de las siete colinas la inmensa mole de la Basílica de San Pedro, envié un sentido y reverente saludo al Ángel que nos había distinguido con su dévica bendición... Me pareció como si de la Cúpula central se elevara un rayo de luz y viniera a nosotros..., dándonos fe de aquel renovado sentimiento de integridad espiritual que ha de unir un día a Ángeles y hombres en un mismo destino de luz y de amor.

La presencia de Ángeles en varias jerarquías y funciones, es frecuente en todos los lugares en donde se celebran ceremonias litúrgicas. He visto Ángeles en casi todos los templos que he visitado. Últimamente, en una pequeña ermita de un pueblecito catalán del alto Pirineo, percibí un Deva color violeta, el del sentimiento más profundo de adoración que puede ser registrado. Era humilde, sencillo, aunque intensamente radiante y parecía cuidar de aquella ermita casi abandonada, protegiendo sin duda con su presencia aquellos alrededores, dotándoles de un encanto indecible y de un profundo y reverente silencio.


1.08 La Muñeca Encantada

Durante el verano del año 1946 fui invitado por un matrimonio amigo mío de la región valenciana, a pasar unos días en su compañía... Como que en aquellos tiempos no había adquirido todavía grandes compromisos grupales como ahora, acepté encantado la idea de evadirme por unos días de mi rutina habitual.

Llegado a la casa -situada en medio del bosque- me destinaron a una habitación donde dejé mis cosas y donde a la hora conveniente me retiré a descansar. Sin embargo, me fue imposible dormir por cuanto una poderosa presencia psíquica de carácter maléfico introducía visiones terroríficas y deprimentes en mi cerebro y una serie de fuerzas elementales tiraban de la ropa y casi levantaban la cama donde me hallaba tendido. No podía efectuar ningún movimiento y debo confesar que fue la primera vez en mi vida en que realmente me sentí “indefenso” ante alguna fuerza psíquica. En los primeros momentos sentí verdadero pánico. Era todavía un neófito en la vida oculta y desconocía los mántrams de liberación espiritual que más adelante me confiaría el Maestro. Sin embargo, como siempre me he preguntado -aún en los momentos de más grande tensión- las causas productoras de un hecho, empecé a interrogarme acerca del origen de las fuerzas psíquicas que intentaban avasallarme... Parece ser que mi mente, al interrogarse, creaba una especie de campo magnético positivo que cerraba el paso a aquellas energías astrales que se estaban desarrollando en aquella habitación y que, naturalmente, no estaban simplemente allí por el hecho de mi presencia, sino que actuaban de acuerdo con una causa mayor de carácter permanente proveniente sin duda de un pasado más o menos lejano. Sin dejar de mantener mi mente en tensión creadora pude evitar daños mayores contra mi integridad física y aunque notaba todavía los efectos gravitatorios de aquellos efectos psíquicos sobre mi aura magnética, pude detener en parte el impulso dominante en aquel lugar, bajar de la cama llevándome la ropa de cobertura y salir de la habitación, yendo a refugiarme bajo una gran encina contigua al patio de la casa, en donde pasé el resto de la noche.

Cuando a la mañana siguiente pude comunicarme con mis amigos y explicarles el hecho quedaron realmente asombrados, pues ellos -ambos con grandes conocimientos esotéricos- nunca habían notado nada. Esto les demostrará a Uds. que no todas las personas, aún las consideradas como espiritualmente elevadas, están dotadas para experimentar efectos psíquicos en sus auras magnéticas sean de la naturaleza que sean.

Les expliqué que si bien racionalmente no podía darles una prueba clara de mi experiencia, había a mi entender datos suficientes para suponer que en aquella habitación -precisamente en aquella habitación- debía haber algún lazo psíquico lo suficientemente poderoso como para atraer fuerzas elementales de los éteres circundantes. Así, buscando los tres cada cual por su lado, dentro de la alcoba, revisando todos los rincones y sin dejar -tal como vulgarmente se dice- “ningún pelo que peinar”, vimos dentro de un armario viejo una muñeca de porcelana de aquellas antiguas, que actualmente tanto se valoran, con movimientos de cabeza, brazos y piernas. Llevaba tanto el sombrero como el vestidito de color rojo aunque muy sucio, desteñido y cubierto de polvo y las zapatillas, que antaño fueron blancas, carecían por completo de color. Sus ojos estaban muy abiertos y parecían mirarnos burlonamente... Al acercarme a ella noté una sensación de frío en mi espalda e inconscientemente recordé mi experiencia de la noche anterior. Así que les dije a mis amigos: “He aquí la causa de los efectos psíquicos que registré anoche”. Quitamos primeramente el polvo que cubría enteramente la muñeca, le quitamos luego los vestiditos y nada pudimos ver en su cuerpecito que pudiera darnos razón de algún lazo de tipo astral. Dejamos pues la muñeca a un lado y empezamos a buscar por entre la ropita que habíamos dejado encima del armario. En un bolsillito oculto de sus enaguas y cosida muy fuertemente vimos una bolsita. La descosimos, la abrimos y vimos que contenía cabellos, una especie de tierra parecida a serrín y pequeños papelitos manchados de sangre la cual aparecía negra por el tiempo transcurrido. Allí, en aquella aparentemente inofensiva bolsita se hallaba pues la causa de todo el trastorno psíquico experimentado durante la noche anterior. Hicimos una hoguera en el patio y quemamos rápidamente la bolsita con todo su contenido, así como los viejos y sucios vestidos de la muñeca. Seguidamente la señora de la casa de aplicó en la tarea de lavarla convenientemente y al dejarla nuevamente encima del armario me pareció -no sé si fue una ilusión de mis sentidos- que sus ojos ya no parecían burlones como antes, sino que su mirada traslucía inocencia, la inocencia que habría captado sin duda muchos años atrás de las niñas que habrían jugado con ella. La muñeca, desnudita, aunque limpia, se hallaba ahora en la repisa superior del armario. Aquella noche al ir a acostarme no dejé de contemplarla, regocijándome por haberla liberado de algún conjuro mágico inferior. No pude evitar de enviarle un beso. Dormí perfectamente en aquella alcoba durante los ocho días que estuve con mis amigos... Es obvio decir que durante este tiempo tuvimos ocasión de sostener grandes conversaciones acerca de la Magia provocada por medio de algún vehículo, aparentemente inofensivo como el de aquella muñeca, pero dotado de algún amuleto o de algún sortilegio mágico.

Bien, creo que esta experiencia es susceptible de una explicación esotérica más amplia y detallada. Durante el curso de mi vida me he encontrado con casos parecidos al que acabo de narrarles, aunque operando concretamente sobre personas determinadas a cuyo alrededor o en sus propios vestidos, o ropas de la cama habían sido colocados en forma imperceptible, aunque actuando con gran fuerza psíquica, pequeños objetos revestidos de ciertos elementos, minerales o vegetales, cuyo contacto con el aura etérica de la persona o con el simple contacto con el aire producían una especie de hálito etérico de carácter inferior que invocaba o atraía del espacio fuerzas elementales de tipo rudimentario, las cuales adquirían poder y consistencia física como el de abrir y cerrar puertas, mover muebles, hacer caer objetos, tirar de las ropas de la cama estando la persona durmiendo -tal como me aconteció a mí- y provocar ruidos variados.

Este tipo de magia utilizando bolsitas conteniendo alguna substancia específicamente susceptible de atraer a los devas inferiores, viene de muy lejos, seguramente de los tiempos atlantes, formando parte de la época de su decadencia. Afortunadamente para la humanidad, no hay ahora en el espacio vital o etérico que nos rodea aquellos poderosos devas elementales que pululaban por los ambientes psíquicos de la época atlante y que los miembros decadentes de aquella gran Raza utilizaban para fines egoístas.

Resulta realmente increíble el tiempo que pueden durar los efectos emanantes del contenido de una pequeña bolsita conteniendo ciertos elementos, tales como los descritos en mi narración acerca de la muñeca encantada. Sólo el fuego, el elemento purificador por excelencia, puede destruirlos y con ellos la causa que los había engendrado, después de haber entrado en juego preparados por cualquier mago en ciernes de nuestra época actual, pero que no pasa de ser un simple aprendiz de brujo, utilizando alguna fórmula transmitida al azar por algún viejo del lugar o aprendida quizás de un libro de conjuros de los cuales afortunadamente ya quedan pocos, pero que deberían ser totalmente destruidos... Nunca, bajo ningún concepto y fuesen cuales fuesen las circunstancias, facilitaré una lista de los elementos minerales o vegetales y algunos de orden animal mediante los cuales puede producirse cualquier tipo de magia inferior. Mi responsabilidad ashrámica me lo impide totalmente, pero sí debo advertir del peligro que aguarda a aquéllos que en forma ignorante o siguiendo el impulso de sus malas inclinaciones, manipulan elementos radioactivos -utilizando intencionadamente esta palabra tan eminentemente científica- en su intento de crear “un ambiente psíquico enrarecido” en torno a ciertos lugares o en la vida física de algunas personas hacia las cuales siente animosidad o malas intenciones. Muchas de las dolencias psicofísicas que padecen ciertas personas son debidas, a veces, a la presencia en sus proximidades de algún tipo elemental de magia creada al socaire de alguna aviesa intención o producto de una manifiesta mala voluntad por alguno de estos aprendices de brujo de nuestros tiempos modernos, que por ignorancia del principio de rectitud que rige el proceso de la Magia, atentan contra la integridad física o psíquica de alguna persona.

Por si puede serles de utilidad debo decirles que en el momento cíclico en que el objeto o los objetos integrantes de la magia inferior han sido arrojados al fuego, todos los elementos dévicos invocados de los éteres por la emanación de las substancias radioactivas, se precipitan impetuosa y violentamente sobre la persona responsable de aquel tipo de magia, sea ignorante o mal intencionada, produciéndole toda clase de sufrimientos y calamidades, hasta llegar en ciertos casos a producirle la muerte. Y otro dato todavía a consignar para aquéllos que “manipulan energías dévicas” situadas en el arco involutivo de la Naturaleza sin haber obtenido un previo control espiritual: la actividad de estos devas menores no sólo irrumpe en la vida física de los aprendices de brujo, sino que también lo persiguen después de la muerte hasta que kármicamente hayan saldado su deuda con las personas a las cuales perjudicó por el empleo de sus maléficas artes.

El tema de la Magia es muy sugestivo, singularmente si hace referencia a los elementos dévicos invocados por el espíritu puro de la buena voluntad. Pero, de tal tipo de Magia hablaremos en otras partes de estas narraciones esotéricas. La experiencia que les he relatado puede constituir, sin embargo, un indicio puro de “contramagia” en la que se enfrentaba un poder mágico de efectos nocivos y deprimentes y el espíritu puro de la buena voluntad que siempre ha de prevalecer por encima de todas las cosas y de todas las razones existentes. De no ser así ni mis amigos me hubiesen invitado ni yo habría podido intervenir en la destrucción del maleficio de que se hallaba impregnada una bonita y aparentemente inofensiva muñeca.

1.09 Un Caso de Materialización Etérica

Durante los ocho días que pasé con mis amigos tuvimos ocasión de conversar mucho acerca de los amenos temas esotéricos que tanto nos gustaban. Una tarde, mientras nos hallábamos como de costumbre en amigable coloquio, pasó un labrador por delante de nosotros y sin saludarnos siquiera siguió su camino. Mi amigo me dijo: “He ahí a un hombre realmente insociable, crudo, huraño y sin corazón. Vive solo en aquella casa -y me señaló una que estaba a unos trescientos metros de donde nos encontrábamos- y sólo congenia aparentemente con sus perros. Su diversión consiste en cazar pájaros para comérselos, pero lo hace de manera tan despiadada que no podemos verlo. Tiene unas trampas tendidas en alguno de estos árboles y para reclamo sitúa encima de las ramas algunas jaulas con pájaros los cuales, con sus gorjeos, atraen a los otros”. No le asigné mucha importancia a esta conversación, una anécdota más añadida a las muchas que suelen producirse durante el curso de nuestros contactos sociales, pero he aquí que una mañana en que me hallaba sentado bajo uno de tales árboles, leyendo mientras esperaba que mis amigos me llamasen para la comida, apareció por allí el referido labrador el cual, sin saludarme siquiera, se encaramó al árbol y recogiendo a todos los pajaritos que habían caído en sus trampas los fue metiendo en un saco y empezó a golpear éste contra el suelo destrozando con ello la vida de aquellos indefensos animalitos. Ya pueden Uds. figurarse el mal rato que pasé mientras duraba aquella operación, imaginando la brutal matanza de los pajaritos dentro del saco y sin poder desahogar mis humanitarios impulsos, ya que aquel hombre aparecía ante mí como un ser primitivo incapaz por completo de reaccionar como una persona sensible y civilizada. Acallé pues mis impulsos y me dirigí hacia la casa de mis amigos.

Aquella noche soñé que iba hacia el árbol en el que el labrador tendía sus trampas para cazar a los pajaritos, me encaramaba al árbol, inutilizaba las redes tendidas entre las ramas, daba libertad a los pájaros que servían de reclamo y finalmente destrozaba las jaulas arrojándolas violentamente contra el suelo.

A la mañana siguiente me despertó un gran alboroto y entre las airadas voces distinguí las de mis amigos y la del labrador. Este, enfurecido y amenazante, acusaba a mis pobres amigos de haberle roto las redes, liberado a los pájaros y destrozado las jaulas. Mi amigo, un hombre realmente corpulento, amenazó a su vez al labrador con romperle algún hueso si continuaba acusándoles. Después de un buen rato de agrias discusiones el labrador se fue mascullando maldiciones y mis amigos entraron en la casa. Mientras estábamos desayunando les conté “mi sueño” y llegamos entonces a la conclusión de que fui realmente yo el que había provocado tales incidencias, comentando con gran satisfacción interna la lección que había recibido el labrador y la calidad del fenómeno oculto que determinó aquella experiencia.

Veamos ahora, su significativa causa oculta:

1.10  La Fuerza Mística de la Compasión

La explicación oculta que puedo ofrecerles a Uds. de esta experiencia tiene una sola y absoluta vertiente, “la substanciación” o materialización de mi vehículo etérico en virtud de un potentísimo deseo o de una profundísima intención. La intención que provocó la materialización de mi cuerpo etérico al extremo de obtener de los éteres circundantes el concurso de ciertos devas del aire, vino inspirada sin duda por el espíritu vivísimo de compasión que me embargaba cuando pensaba en el sufrimiento de aquellos inocentes pajaritos cuando eran violentamente arrojados contra el suelo. La compasión -tal como he aprendido a considerarla en el Ashrama- es la energía más potente en la vida de nuestro Universo de segundo Rayo, en donde el sentimiento de amor rige todas las creaciones existentes, una fuerza avasalladora si se logra invocarla capaz de galvanizar el ánimo de la persona y convertirla en un perfecto Mago blanco, en un Taumaturgo capaz de provocar efectos teúrgicos de curación o, tal como fue mi caso, de materialización etérica de mi vehículo sutil, al extremo de poder realizar ciertas definidas operaciones de orden físico. La buena voluntad dentro del corazón humano, elevada a cierto grado de tensión espiritual invoca el espíritu de Compasión mediante el cual se pueden realizar verdaderos milagros.

Los fenómenos más frecuentes del sentimiento de compasión dentro del alma humana son los de curación física o psíquica de dolencias físicas o morales. La verdadera compasión -y no la estúpida mojigatería emocional que suelen utilizar ciertos curadores psíquicos- puede realizar verdaderos prodigios ambientales. La primera vez que pude comprobar conscientemente sus efectos fue durante un viaje corto por motivos profesionales. Recuerdo que fue en el interior de un tranvía que hacia el trayecto entre la ciudad de Mataró y la villa de Argentona, en la provincia de Barcelona. Sentadas frente a mí estaban una señora y una niña de alrededor de ocho años. Esta última estaba sufriendo intensamente por lo que parecía un terrible dolor de muelas. La señora, probablemente la madre de la niña, intentaba en vano consolarla. Hubo un momento en que la mirada de la pequeña se cruzó con la mía y la vi tan profundamente triste y suplicante que me embargó una emoción desconocida de humana compasión, tan potente y llena de sentimiento, que me sentí invadido de una, fuerza espiritual como jamás la había experimentado y que, a su conjuro, operé sobre los éteres circundantes un fenómeno místico de “substitución”. La niña dejó sorprendentemente de sufrir y con los ojos radiantes de alegría así se lo comunicaba a su madre. Pero, al propio tiempo me sentí invadido yo de un tremendo dolor de muelas y pude comprobar en mi propia carne el terrible dolor que había estado sufriendo aquella tierna criatura. Dolorido, pero al propio tiempo satisfecho de haber aliviado a la niña, llegué a mi destino y al iniciar mis diligencias profesionales comprobé con asombro que mi dolor de muelas había totalmente desaparecido. Pensé entonces que el dolor habría vuelto quizás nuevamente a la niña y me sentí profundamente apenado. Sin embargo -y por una digamos extraña casualidad- tropecé durante el día con ella y estaba al parecer tan contenta y tranquila que inmediatamente comprendí que el dolor experimentado por la mañana había sido totalmente
disipado.

El estudio del sentimiento de Compasión constituyó una actividad ashrámica a la que el Maestro asignó la más profunda importancia, ya que en sus íntimas motivaciones se halla la explicación perfecta del prodigio psíquico que puede realizar a su alrededor el verdadero TAUMATURGO, el hombre puro, capaz de curar a sus semejantes utilizando únicamente el sentimiento intimo y profundo de piedad y de ternura que es una cualidad innata del corazón humano cuando se ha puesto en contacto -siquiera fugazmente- con los cálidos latidos del gran Corazón solar.

La Compasión impulsa la Ley básica del Servicio, que es una tónica de nuestro Universo y, tal como nos decía el Maestro en el Ashrama, “si falla el sentimiento de Compasión, el Servicio ofrecido a la humanidad sólo podrá tener efectos superficiales y no podrá mover creativamente los éteres ambientales desde donde los Devas de Curación pueden ofrecer su ayuda a los seres humanos. Pero, si sentís Compasión -agregaba luego- el Servicio penetrará profundamente en las entrañas de la Raza y podréis cooperar eficazmente en la tarea cósmica de redención o de curación planetaria”.

La Compasión no es, por tanto, un sentimiento separado o una cualidad específica del corazón, sino la Síntesis de todas las cualidades y de todos los sentimientos divinos que puede albergar el corazón humano. La Compasión no puede ser invocada por efecto de las meditaciones humanas acerca del Servicio, sino por el desarrollo de la buena voluntad y del deseo de bien hacia todos los seres, ya sean humanos o subhumanos. La buena voluntad abre dentro del corazón las amplias avenidas que llevan al espíritu de Compasión...

Durante el curso de mi existencia como discípulo aceptado dentro de un Ashrama del segundo Rayo y en contacto con el Maestro, he tenido oportunidad de comprobar en distintas ocasiones la actividad psíquica desarrollada por efecto del espíritu de Compasión, el cual me ha dotado en ciertas ocasiones de unas facultades paranormales de las que yo jamás hubiese sospechado estuviesen presentes dentro de mi ser.

Las técnicas de Curación, tal como están reseñadas en mi libro “Los Misterios del Yoga”, obedecen a ese espíritu de Compasión y los efectos benéficos registrados por todos aquéllos que las utilizaron individualmente o en grupo, me dieron fe del espíritu universal de Compasión que continúa operando en todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad del mundo, empeñados en la tarea de ayudar a resolver los problemas y las necesidades que enfrenta la humanidad en su conjunto... Creo, por tanto, que alguno de Uds. habrá experimentado en su vida en determinados momentos en que su corazón se sintió inflamado de buena voluntad, algunos destellos de aquel fuego de Compasión que ha de establecer en el mundo el reinado del Amor y que, por efecto de ello y quizás sin darse cuenta, también curaron o aliviaron alguna verdadera necesidad humana.

La TAUMATURGIA, no lo olvidemos, indica siempre la presencia del espíritu de Compasión dentro del corazón humano, el cual surge triunfante en momentos cumbres o estelares de la existencia y demuestra la verdadera esencia de fraternidad, la meta espiritual de toda la humanidad.

1.11 Una Experiencia Grupal de Compasión

De ahí que no será jamás un Curador eficiente quien no haya desarrollado - siquiera en una cierta medida- una verdadera compasión interna. He podido comprobar esta verdad en clínicas, hospitales y mansiones de salud psíquica contemplando las auras magnéticas de médicos, enfermeras y curadores, pálidas, marchitas e intensamente matizadas con los clásicos colores de la preocupación por sí mismos y no dejando que las a veces crueles necesidades de los enfermos penetren en sus corazones, tan embebidos en sus cosas y tan preocupados por sus problemas personales. Siempre he experimentado una gran amargura interna cuando por cualquier circunstancia he debido visitar alguno de tales centros sanitarios. Mi visión interna me ha deparado siempre grandes tensiones y crisis las cuales he acusado mayormente dentro del corazón y muchas veces he debido recordar el conocido axioma místico “la mies es mucha, pero son muy pocos los obreros”. Es decir, que se encuentran pocos discípulos mundiales trabajando en los lugares de sufrimiento, allí en donde el espíritu de Compasión debería ser liberado o utilizado en favor de sus hermanos. Puede, sin embargo, que me equivoque y que no deba juzgar a todos los discípulos mundiales por la ausencia de ellos en los hospitales o clínicas que yo haya visitado y puede también que tales discípulos -trabajando místicamente en sus respectivos Ashramas- invoquen de los éteres del espacio las maravillosas fuerzas dévicas, capacitadas para curar, sin que aparentemente existan en el ambiente personas de profunda y reconocida buena voluntad capaces de sentir compasión verdadera dentro de sus corazones. Todos estos razonamientos que expongo vienen inspirados por mi sensibilidad psíquica, que me permite percibir -si pongo mucha atención- aspectos de la vida social que corrientemente suelen permanecer ocultos... A veces, yendo por la calle -y ésta es una experiencia que realizo con frecuencia- percibo las auras etéricas de las gentes. Suelo ver así, y afortunadamente en gran número, el color azul celeste dentro de un círculo rosa claro, que son expresiones corrientes de la buena voluntad expresándose a través del campo magnético humano. Pocas veces, sin embargo, he observado el color azul índigo tirando profundamente a violeta que caracteriza el aura de las personas capaces de experimentar una profunda y verdadera compasión...

No obstante, y dentro de un plan meramente anecdótico, aunque claramente ilustrativo, debo relatar un hecho que me permitió ser muy consciente del valor de la buena voluntad y de la fuerza que esta buena voluntad genera para establecer el brillante hilo de luz que conecta con el espíritu de la Compasión planetaria. Paseando un día por una de las calles mas céntricas de Barcelona fui testigo de un hecho que me causó profundo impacto, no por el hecho en sí, el cual desdichadamente suele ser muy frecuente, sino por la experiencia espiritual que se destiló del mismo. Un grupo de personas se estaba peleando, una mujer caída en el suelo, el vestido hecho jirones y con la cara ensangrentada, lloraba amargamente. Ignoro la causa de aquella pelea ni me interesé por saberla, pero como un ser humano civilizado sentí inmediatamente una gran piedad por todos ellos... De improviso advertí que del grupo de personas que estaban observando la pelea se elevaba un vapor etérico azul violeta que flotando sobre el grupo que se estaba agrediendo suscitaba un profundo e impresionante silencio. Sin saber cómo ni de qué manera el grupo en litigio se fue disolviendo pacíficamente... La mujer en el suelo se había levantado y se marchaba también del lugar del brazo de un hombre, el cual la consolaba y muy amablemente atendía.

Ahora bien... ¿cómo pudo realizarse este fenómeno? No creo que fuese únicamente yo el que sentí piedad humana el deprimente cuadro de una lucha tan antisocial como aquélla. Creo, por el contrario, que por un digamos beneficioso azar nos hallábamos congregados allí varias personas de reconocida buena voluntad que, en aquel momento cíclico, unificamos inconscientemente la fuerza de nuestras auras etéricas y logramos invocar un Rayo de la Compasión planetaria con el suficiente poder como para crear armonía en el seno de aquel humano conflicto.

Es curioso advertir también la coincidencia de unas enseñanzas ashrámicas basadas en la evolución del Sistema Cósmico que el Maestro nos había transmitido precedentemente y que yo voy a resumirlas para Uds. de la siguiente manera:  La humanidad en su conjunto viene regida por unas corrientes de energía específicamente denominadas esotéricamente del Cuarto Rayo y cuya expresión objetiva toma el nombre de Armonía a través del Conflicto. Sin embargo, una época sucederá a la nuestra actual, marcada todavía por tantas aflicciones, en la que el Cuarto Rayo se expresará en toda su pureza y esplendor y en la que la Armonía podrá expresarse sin conflicto alguno... El artífice supremo de esta obra conjunta de Armonía que debe realizar la humanidad será el elemento cósmico de la Compasión, el principio infinito que se encuentra en la base expresiva de los Grandes Maestros e Instructores espirituales de la Humanidad, tales como Hermes, Budha o Cristo, los Cuales reaparecen cíclicamente en la Tierra para ayudar a los seres humanos a ver claro el propósito espiritual de sus vidas...

1.12 Tres Experiencias Psíquicas en Norteamérica

Había traducido para la Sociedad Religiosa de los Amigos (Cuáqueros) el libro en inglés “No Time But This Present” (No hay otro tiempo que el Presente). En agradecimiento a ello los Amigos del Friend World Committee for Consultation de Norteamérica, que publicaron este libro como texto básico de la Conferencia internacional que debería realizarse durante Julio-Agosto de 1967 en el GUILFORD COLLEGE de Greensboro, Carolina del Norte, me depararon la oportunidad de asistir como delegado español del grupo de Amigos Cuáqueros, de Barcelona. La nota clave de la Conferencia era “Seek, Find and Share” (Buscar, Hallar y Compartir), la cual, como Uds. verán, se ajustaba perfectamente a las leyes esotéricas de Servicio por cuyo motivo me sentí identificado desde el primer momento con la actividad que debería desarrollarse en Greensboro y con las motivaciones jerárquicas siempre presentes cuando se trata de desenvolver el espíritu grupal dentro de la humanidad. Bueno, todo esto que les cuento es simplemente anecdótico y expresa solamente las razonas que tenían como base el hecho de que me hallase en Norteamérica, en el seno de una Sociedad Religiosa de Amigos que poseía dos Premios Nobel de la Paz, de amplísimas ramificaciones internacionales y de acendradas convicciones pacifistas. Una Conferencia Internacional a la cual había asistido el Secretario General de las Naciones Unidas Mr. U Thant, quien debía cerrar el ciclo de interesantes conferencias y coloquios en esta Conferencia Internacional de la Sociedad Religiosa de los Amigos, con su personal intervención en el grandísimo Coliseum de High Point, también de Carolina del Norte, hablando precisamente acerca de la Paz del Mundo. Tuve oportunidad de hablar con el señor U Thant. Según él mismo me confesó practicaba la religión budista y se sentía identificado con el espíritu de los Amigos Cuáqueros, precisamente por los cultos de silencio que practicaban y por sus reconocidas mundialmente reglas morales de inofensividad y de pacifismo activo.

1.13 Un Extraño Guía

Bueno, dicho todo esto pasaré a narrarles una experiencia suprafísica que registré en mi conciencia uno de los días de mi estancia en el Guilford College de Greensboro. Esta Escuela, modernísima en todas sus instalaciones está constituida por una serie de pabellones de tres pisos muy iguales entre sí y rodeados de árboles y jardines. Una de aquellas noches, muy calurosa, salí del apartamento que me había sido asignado con objeto de tomar el aire y pasear un poco. Fui andando sin pensar en nada, absorto en mi mismo, hasta que al fin decidí regresar. Me di cuenta entonces que quizás me había alejado demasiado de mi apartamento y que me seria muy difícil hallarlo, entre tantos pabellones iguales y entre tantos jardines... era de madrugada y no encontré a nadie a quien pedir información. Empecé por tanto a vagar durante largo tiempo a la búsqueda de mi apartamento, hasta que cansado y viendo la inutilidad de mis pesquisas decidí pasar la noche como pudiese, aunque muy contrariado por mi falta de previsión. Me senté en un banco esperando que amaneciese. Al cabo de un rato de estar allí vi pasar a una persona. No sé todavía si era hombre o mujer. Sólo sé que la llamé y que se detuvo un momento como si me aguardase. Al estar a sólo unos pasos de ella empezó nuevamente a andar y me hizo señas de que la siguiese. Estuvimos andando un rato hasta que finalmente se detuvo ante una edificación haciéndome una seña significativa. Vi entonces con satisfacción que se trataba de mi apartamento. Cuando quise darle las gracias por su amabilidad la persona aquélla habla ya desaparecido. Jamás supe quien era. Sin embargo, unos tres o cuatro años más adelante, la identifiqué con uno de los Devas amigos que tanto me ayudaron en la realización de mi libro “Un Tratado Esotérico sobre los Ángeles”.

Quien goce de la amistad de un Deva se hallará siempre con agradables sorpresas y con el testimonio de una ayuda siempre fiel y benevolente. Para estos excelsos moradores de los mundos invisibles resulta sumamente fácil adoptar una forma objetiva con la cual impresionar los sentidos físicos de aquéllos a quienes quieren favorecer o advertir de algún peligro.

1.14 Un Reconocimiento Ashrámico

Al llegar a Nueva York procedente de Londres, en el Aeropuerto Kennedy me esperaban unos amigos norteamericanos pertenecientes a la Sociedad Religiosa de los Amigos Quakers. Uno de ellos me presentó a un joven empleado en una de las múltiples oficinas de las Naciones Unidas. Al estrecharle la mano sentí un escalofrío y tuve la sensación de que me era muy conocido. Cinco años más tarde pude contactarle en el Ashrama cuando el Maestro nos lo presentó como “vuestro nuevo compañero de grupo”. Esta es una experiencia bastante frecuente y creo que alguno de Uds. la habrá experimentado más de una vez. Se trata de un reconocimiento espiritual, cuando el alma de una persona reconoce a la de otro y establece así un contacto de orden interno. No olvidemos que “no es esta la única existencia que nuestra alma ha vivido”. Tenemos la experiencia de un lejanísimo pasado en el cual pudimos establecer sin duda una multiplicidad de relaciones kármicas. De ahí la invencible atracción que sentimos a veces hacia ciertas personas y también -¿por qué no decirlo?- las profundas aversiones.

1.15 Mi Amigo Hindú

Había asistido con un numeroso grupo de amigos de varias nacionalidades a la Conferencia de Clausura de la Reunión internacional de la Sociedad Religiosa de los Amigos. Tal como les dije anteriormente la pronunciaba el señor U Thant, el entonces Secretario General de las Naciones Unidas. Al término de la misma, un amigo cubano con el cual había establecido ciertos lazos de afinidad, me presentó a un caballero hindú, elegantemente vestido a la europea. Parecía tener unos cuarenta años. Me confesó sin embargo sonriendo que en realidad tenía más de ochenta. No sé exactamente las razones por las cuales él estaba allí, lo que sí puedo decirles es que se trataba de una persona profundamente culta y extremadamente magnética e irradiaba una gran sensación de paz a su alrededor. Al despedirnos, después de un buen rato de agradable conversación, al estrechar mi mano me dijo “volveremos a vernos”. Efectivamente, a los siete u ocho días, paseando por los muelles de Filadelfia, capital del Estado de Pennsylvania, con un matrimonio americano amigo que me acogieron muy amablemente en su casa, volví a encontrarle. Estábamos contemplando el portaaviones español “DÉDALO” anclado en aquel muelle, cuando sentí que me tocaban por la espalda. Me volví y era el caballero hindú. Después de las naturales expresiones de amabilidad y cortesía nos invitó al matrimonio amigo y a mí a visitarle en el hotel en donde se alojaba, a las ocho de aquella misma tarde.

Después de habernos invitado muy cortés y amablemente a un pequeño refrigerio, empezamos a hablar en francés sobre temas ocultos. Durante el curso de nuestra conversación nos insinuó su filiación a una Sociedad oculta muy secreta cuya Sede se hallaba en Oriente y nos asombró y deleitó al mismo tiempo con la demostración de los poderes psíquicos que poseía. Les voy a relatar algunos de ellos: Abrir y cerrar la luz de la habitación en donde nos encontrábamos sin necesidad de utilizar el conmutador, utilizando únicamente el poder de su voluntad, aparición y desaparición de objetos, algunos de ellos muy voluminosos, tales como un gran jarro de flores y el sombrero de la señora que nos acompañaba, tocar al piano una muy conocida melodía sin necesidad de poner las manos sobre el teclado, etc. Contestando a una de mis específicas preguntas acerca de la causa de aquellas expresiones psíquicas, me contestó sonriendo: “Se trata simplemente de Magia, amigo mío” y agregó: “Todo cuanto ocurre en la vida de la Naturaleza es Magia, Magia realizada en uno u otro de los varios niveles de vida del planeta”. Durante el curso de nuestra visita que se prolongó hasta casi la madrugada, comprendí que el caballero hindú era realmente un Iniciado de la Gran Fraternidad Oculta que dirige los destinos de nuestro mundo. Pude llegar a esta conclusión al proyectar sobre cada uno de los experimentos que realizaba y la profundidad mística de su amena conversación, mi propia conciencia ashrámica...

Una serie de circunstancias aparentemente fortuitas concurrieron en el breve encuentro que pude verificar con un verdadero Iniciado en el plano físico. Según pude apreciar mucho más adelante, tal Iniciado era un discípulo del Maestro Morya el cual había concurrido a la Conferencia del señor U Thant de acuerdo con unos bien delineados fines jerárquicos. No hay que olvidar al respecto que el Maestro Morya, Chohan del Primer Rayo, se ocupa muy directamente de la evolución de la política mundial, así como del despertar de la conciencia esotérica en el mundo.

Los poderes psíquicos del Iniciado radican principalmente en el perfecto control de sí mismo y del consecuente dominio sobre las fuerzas ocultas de la Naturaleza, esotéricamente denominadas Devas. La manipulación consciente de tales fuerzas constituye lo que técnicamente llamamos Magia y los fenómenos que produjo ante nosotros aquel caballero demostraba el poder magnético que ejercía sobre los devas elementales de la tierra, del agua, del fuego y del aire. Prodigios de orden natural, pero que el vulgo suele denominar “milagros”, por el desconocimiento que tiene acerca de las mil vidas ocultas que se agitan a su inmediato alrededor y que convenientemente controladas pueden ayudarnos en la tarea de purificar psíquicamente los éteres ambientales y preparar el establecimiento de un orden social nuevo, más equitativo y más humano.

1.16  El Espíritu de la Naveta

Nuestras vacaciones veraniegas del año 1974 las pasamos en la isla de Menorca, de las Baleares. Íbamos juntos un joven matrimonio muy vinculado a nosotros, sus dos niñas de dos y ocho años respectivamente, Leonor y yo. Habíamos sido invitados por un pequeño grupo de amigos de Mahón, interesados todos ellos por los estudios esotéricos. No es necesario decir que en todo momento se desvivieron por hacer nuestra estancia allí lo más agradable que fuese posible. En compañía de tales amigos, entre los cuales se contaba un excelente arqueólogo, visitamos todos los monumentos de piedra de reconocida importancia diseminados por el interior de la isla, tales como “taulas”, “tayalots”, cuevas, algunas de ellas tan impresionantes por su magnificencia como la “des Coloms”, etc., así como la famosa “Naveta des Tudons”, situada a pocos kilómetros de la ciudad de CIUDADELA, al otro extremo de la isla, de acuerdo con la posición que ocupa la ciudad de Mahón. Es precisamente a raíz de la visita que efectuamos a la Naveta des Tudons que tuvimos una experiencia psíquica de singular importancia, tanto por sus características esotéricas como por el drama histórico que aparentemente revelaban. Voy a relatarles esta experiencia, seguro de que va a interesarles.

La Naveta toma seguramente su nombre por las características de su construcción, la cual aparece bajo la forma de una nave invertida, es decir, con la quilla al aire. Como algunos de Uds. sabrán, si han tenido ocasión de visitar este importante monumento arqueológico, se entra al interior por una pequeña obertura rectangular y con el cuerpo agachado. Dentro, y al fondo, se percibe una especie de altar constituido por una gran piedra plana descansando sobre otras piedras grandes que la soportan. Arriba hay otra estancia a la que se accede utilizando una especie de escalera de piedra casi destruida por el paso del tiempo... Bien, siguiendo una costumbre esotérica que adquirí de acuerdo con ciertas enseñanzas ashrámicas, al hallarme situado frente al altar empecé a pronunciar silenciosamente unos mántrams especiales que son al propio tiempo de protección para la integridad etérica del que los pronuncia y de liberación de las energías psíquicas generadas y mantenidas en suspensión dentro de ciertos ambientes religiosos, magnéticos o mágicos, tal como suelen producirse y perpetuarse en los grandes templos antiguos o en el interior de las cuevas milenarias o de los monumentos de piedra que el tiempo ha conservado y que, desde el ángulo oculto, continúan siendo depositarios o archivos de grandes secretos históricos o centros de poder radioactivo cuyas radiaciones magnéticas continúan flotando todavía en sus ambientes circundantes. Hecha esta aclaración pasaré a decirles que mientras estaba efectuando mi actividad mantrámica noté muy acusadamente una presencia psíquica dotada de gran poder que intentaba introducirse dentro de mi aura etérica. Tuve que esforzarme mucho para impedirlo... Sin embargo, no le asigné al caso una importancia mayor debido a que a causa de mi sensibilidad psíquica me encuentro muy a menudo en lances parecidos. Pero, aparentemente aquella fuerza psíquica contactada era mucho más potente de lo que yo había supuesto cuando me hallaba en el interior de la Naveta ya que, tal como nos informó uno de nuestros acompañantes, aquel altar, o piedra plana, había servido en el pasado como base para ciertos ritos mágicos dentro de los cuales no se excluían quizás los sacrificios humanos. Si fuese así, el ambiente psíquico de la Naveta debería ser magnéticamente muy enrarecido, ya que la sangre derramada en las inmolaciones o sacrificios suele atraer de los éteres espaciales multitud de devas inferiores, los cuales pueden permanecer encadenados a aquellos lugares durante larguísimos ciclos de tiempo, lo cual desde el ángulo oculto no tiene demasiada importancia habida cuenta que la vida evolutiva de tales devas es mucho más extensa que la de los seres humanos y de que los sortilegios mágicos y el sacrificio de la sangre, singularmente de procedencia humana, suelen perdurar indefinidamente cuando existen ambientes favorables, tales como la presencia de grandes bloques de piedra, cuyos constructores y al propio tiempo moradores dévicos se apropian de aquellas energías y las mantienen adheridas a cada una de las partículas pétreas constituyendo verdaderos talismanes mágicos que desafían incólumes el paso del tiempo...

Al acostarme aquella noche recordaba las incidencias psíquicas de nuestra visita a la Naveta, preguntándome por la identidad de aquella potente presencia astral que había contactado en su interior... Mientras estaba analizando todas aquellas circunstancias oí unas pisadas fuertes en la calle como si alguien delante de nuestra ventana estuviese paseando de arriba hacia abajo, aunque muy notoria y ruidosamente. De improviso, el ruido de los pasos, como de una persona muy corpulenta y con atavíos militares, se hizo patente en el corredor, aunque al parecer sólo lo oíamos Leonor y yo. Ella me lo hizo advertir y yo le rogué que guardase silencio, pues necesitaba concentrarme, ya que aquella presencia era potentemente psíquica y no venía allí seguramente con muy buenas intenciones. Esta entidad astral penetró muy luego dentro de la habitación, paseándose alrededor de nosotros y en un momento determinado se acercó tanto a mí que sentía el hálito de su presencia, fría y repugnante, a través de mis sentidos físicos. La entidad era de tipo elementario, la sensación que me provocaba era la misma que suelo acusar cuando me hallo en presencia de alguna persona fallecida que va sin luz por el plano astral -tal como suelen decir los espiritistas- pero centuplicados sus efectos deprimentes a causa sin duda de algún encadenamiento mágico... Me armé de valor y concentrando mi atención en el Ashrama pronuncié el OM sagrado en varios tonos, para ver cual era el más efectivo para ahuyentar aquella entidad psíquica. Logré así progresivamente liberarme de la potente presión psíquica a que estaba sometido por parte de aquel tremendo elemental y, habiéndolo apartado lo suficientemente de mí, empecé a lanzar sobre él “luminosos dardos de fuego” -siguiendo una definida técnica de defensa astral aprendida en el Ashrama- la cual, según pude apreciar seguidamente, resultó muy eficaz ya que poco a poco disminuyó la presión astral sobre mi cuerpo etérico y a nuestro alrededor y finalmente aquella presencia psíquica nos dejó en paz, al menos para el resto de la noche.

Con algunos ligeros comentarios sobre el caso durante el desayuno con nuestros amigos, el asunto parecía haber quedado virtualmente resuelto. Sin embargo, no fue así, sino que aquella misma noche la propia entidad psíquica, viendo que no sólo no había logrado intimidamos, sino que incluso nos habíamos defendido muy eficazmente de su presencia, optó por molestar a nuestros acompañantes, cuya habitación estaba situada enfrente mismo de la nuestra. La táctica que aquel potente elemental utilizó esta vez fue diferente y se inició con grandes demostraciones de poder psíquico, abriéndolos violentamente la puerta y haciendo correr por la alcoba unas pesadas maletas situadas detrás de la misma, así como el ruido característico de andar por la habitación y por el corredor de una persona muy pesada y corpulenta calzada con algo parecido a unas botas con espuelas, dado el ruido metálico que producían. Nuestros amigos, como es natural, se sintieron perturbados y sobresaltados por cuanto se hallaban durmiendo, aunque no se aterrorizaron tal como al parecer pretendía aquella tremenda presencia psíquica. Volví a practicar mi sistema ashrámico de protección astral y después de un buen rato de lucha aquella entidad desapareció de la casa dejándonos tranquilos.

Como hacía ya dos noches que yo apenas dormía debido a aquellas incidencias, antes de acostarme aquélla que ya era la tercera, realicé una profunda meditación ashrámica y me armé de todo el poder psíquico que pude contener en mi vehículo astral para poder luchar más eficazmente contra aquella entidad que yo denomino “el espíritu de la Naveta”, ya que de una u otra manera ella se habla adherido a mi campo etérico el día que visitamos ese histórico monumento de piedra de la isla de Menorca.

Tal como había supuesto, el elemental psíquico volvió a presentarse aquella noche tal como lo hiciese las dos noches anteriores. Pero, no bien hube presentido su aparición cuando entonando un potente mántram ashrámico y manteniendo en mi mente la imagen de mi yo saliendo del cuerpo físico armado de una espada de fuego, empecé a perseguir a la entidad por todos los lugares de la casa en donde percibía algún pequeño ruido o advertencia de ella. Estuve así mucho rato y sentía dentro de mí la fatiga psíquica de la lucha. Sin embargo, continué en mi propósito y la espada de fuego a la que hacía describir mentalmente rápidos movimientos circulares alrededor de mi, seguía persiguiendo implacablemente al espíritu de la Naveta hasta que finalmente ésta se desvaneció, no sin haber descargado antes toda su ira e impotencia sobre las dos inocentes niñas que estaban tranquilamente durmiendo en una habitación contigua a la de sus padres, a las cuales arrojó violentamente de la cama con el consiguiente susto y sobresalto de todos. Pero al fin, la entidad psíquica de la Naveta -fuese cual fuese su naturaleza e identidad- había sido vencida. Sus constituyentes astrales - por decirlo de alguna manera- habían sido desintegrados y todo el maleficio que atraían del ambiente psíquico donde residía aquella potentísima presencia había también desaparecido. Me sentí feliz al comprobarlo intuitivamente y no dejé de enviar un cálido pensamiento de gratitud a mis compañeros del ASHRAMA a los cuales había invocado en nuestra defensa, que no era sino la expresión del bien triunfando del mal -tal como es la ley esotérica- en nuestro mundo.

La pregunta que Uds. se harán seguramente ahora y a la que intentaré responder será quizás ésta que yo voy a formular: “¿Cuál era la naturaleza psíquica de aquella entidad a la cual he hecho referencia en este relato?” Vean Uds. mi opinión al respecto. A mi entender, aquella entidad era una forma elementaria creada por un potente deva inferior magnéticamente prisionero por algún arte mágico en aquel monumento de piedra de la Naveta. Su precipitación contra mi aura etérica vino provocada sin duda por que mis mántrams e invocaciones en el interior de la Naveta, lo habían circunstancialmente liberado del impulso primitivo que lo mantenía encadenado a aquellos lugares y aunque la liberación no era total por cuanto su presencia irradiaba todavía una influencia psíquica inferior y de carácter muy repelente, si poseía la suficiente autonomía como para desplazarse teniendo como guía y objetivo mi propio campo magnético, sobre el cual intentó ejercer su poder y descargar el peso del maleficio mágico del cual venía revestido. Afortunadamente la ley ashrámica provee cuando un discípulo se halla en parecidas circunstancias a las que yo acabo de hacer mención. Esta ley, para los profanos, quizás no tenga un muy profundo significado, pero tengo interés en decirles a Uds. que por un lado desarrolla a extremos inverosímiles la sensibilidad psíquica, por cuanto el plano astral constituye el campo de la más potente lucha de la humanidad y el discípulo debe estar presto a ayudar y servir en este campo, pero que por el otro existe lo que ashrámicamente definimos “la contraparte de la ley”, es decir, la obtención del derecho licito a la autodefensa. Por tal motivo se nos instruye periódicamente en el Ashrama en el sentido de cómo debemos reaccionar en cada una de las ocasiones en que psíquicamente podamos vernos comprometidos. El caso que les he relatado es una prueba de la manera cómo un discípulo puede luchar contra una entidad astral proveniente del pasado y poseyendo gran poder psíquico. En tal caso me vi forzado a utilizar un mántram de invocación ashrámica al que respondieron unos muy bien cualificados compañeros de grupo. Hay otros casos en los cuales el discípulo puede luchar completamente solo..., todo depende, como Uds. comprenderán, de la importancia de los hechos y circunstancias que concurren en la expresión de un hecho psíquico.

Ahora bien, volviendo a la fuerza desarrollada por aquella tremenda entidad que atraje a mi aura magnética en el interior de la Naveta, debo insistir en un hecho muy interesante y al cual quizás no todos los estudiantes de esoterismo le han dedicado profunda atención, y es el poder magnético que se desprende de las piedras milenarias de los monumentos antiguos, los cuales suelen albergar innumerables huestes de “espíritus de la tierra”, creadores del mundo mineral y fácilmente “domesticables” -si Uds. me permiten esta expresión- a la presión de ciertas fuerzas ambientales, tales como los sacrificios de sangre, ya sea animal o humana, la cual está muy vinculada esta última con las potentísimas radiaciones del éter planetario y hace posible que cualquier tipo de ceremonia o liturgia de carácter mágico las proyecte sobre determinados lugares, convirtiéndolos en centros magnéticos. La Naveta, desde tal punto de vista, es un lugar magnético y lo mismo podría decirse de todos los monumentos de piedra, dólmenes, menhires y templos, en los que el elemento mineral está profundamente implícito en la base de sus construcciones. Sea como sea, el discípulo ha de estar preparado para luchar y para servir en todos los niveles de la Naturaleza en donde se halla evolucionando la humanidad ya que él está intentando cumplir con su gran compromiso kármico, el que le fue exigido en el momento mismo en que el Maestro lo admitió en el Ashrama: “Ser un testimonio de la Luz y un servidor del Plan”.

1.17  Una Experiencia Consciente de Contacto Astral

Siendo todavía muy joven ingresé en la Sociedad Teosófica Española, inducido por buenos y muy sinceros amigos con los cuales colaboraba en algunas misiones esotéricas de labor de grupo. Dentro de la misma y llevado por mi espíritu investigador descubrí muy pronto que la Sociedad Teosófica, siguiendo ciertas disposiciones de su fundadora, Mme. BLAVATSKY, tenía un grupo selectivo de miembros constituyendo lo que se llamaba “grupo esotérico”, el cual desarrollaba unas actividades espiritualmente más importantes que las que los del resto de la Sociedad. Me dirigí entonces a uno de mis mejores amigos, un señor ya muy anciano y uno de los miembros más antiguos de la Teosofía española, rogándole transmitiera a la Junta rectora de la Sociedad mis deseos de formar parte del grupo esotérico. Se mostró un tanto sorprendido de mi petición, habida cuenta de que siempre ha existido el prejuicio de la edad en la realización de cosas importantes, pero me aconsejó -tal como era la regla- que hiciese mi petición por escrito en carta dirigida al secretario general de la Sociedad Teosófica. Así lo hice, pero unos días después, durante la noche, me sentí proyectado fuera del cuerpo en dirección hacia un gran edificio por cuyas paredes penetré atravesando varias alcobas con gente durmiendo, hasta llegar a una habitación muy iluminada en donde se hallaban reunidas varias personas. Las reconocí al instante, una de ellas era mi viejo amigo, el que me había aconsejado escribir la carta a los dirigentes teosóficos, las demás eran los responsables actuales de la Sociedad Teosófica en Barcelona y algunos otros antiguos miembros. Al parecer, un lazo magnético de interés espiritual me había llevado allí. En efecto todas aquellas personas estaban comentando las líneas de mi carta que había leído uno de los dirigentes, el cual la mantenía en su mano, y sobre cuyo contenido no me dedicaban grandes elogios, sino más bien agudas críticas sobre mi pretensión de ser uno de ellos, ya que según pude comprender aguzando mis sentidos astrales, no sólo me consideraban muy joven e inexperto, sino también poseedor de una personalidad fatua y engreída. Me sentía terriblemente desilusionado y defraudado ante la actitud tan evidentemente irresponsable que estaban adoptando contra mi, pero continué allí bastante rato viendo lo que estaban haciendo. Uno de ellos había sacado un libro de Mme. BLAVATSKY -vi su fotografía en una de sus páginas-, iba leyendo algunas líneas y entonces efectuaban comentarios acerca de las mismas, los cuales me parecieron de importancia menor de acuerdo a lo leído en el texto. Después realizaron una especie de meditación que a mí desde aquel nivel astral en que me hallaba ubicado, me pareció intrascendente y, finalmente, fueron despidiéndose del dueño de la casa. Un reloj antiguo, encima de una mesita marcaba exactamente las once y media. Colgadas de la pared pude percibir las fotografías de Mme. BL.AVATSKY, del Coronel OLCOTT (su eficaz y fiel colaborador en la obra teosófica) de Charles Leadbeater y de la Doctora Besant, en aquellos momentos secretaria general de la Sociedad Teosófica. Más allá, en otra mesa mas grande, como una especie de despacho, vi la fotografía de la señora de la casa. Unos sillones, varias sillas, una alfombra muy grande y unas cortinas, al parecer de terciopelo, que tapaban un balcón que daba a la calle... Grabé todo este cuadro de situaciones en mi mente, así como la experiencia íntima de este contacto astral con aquel grupo esotérico de la Sociedad Teosófica y de pronto me sentí dentro del cuerpo dormido en la cama. Procuré retener en mi cerebro físico cuanto había sucedido, cuanto había observado y cuanto había oído durante mi desplazamiento astral. Después volví a dormirme.

A la mañana siguiente renuncié a mi calidad de miembro de la Sociedad Teosófica Española, en una carta dirigida a los miembros responsables de la misma. No les explicaba mis motivos, pero unos días después en un encuentro que tuve con mi viejo amigo teósofo, tuve oportunidad de explicarle las causas de mi renuncia, contándole de arriba a abajo toda mi experiencia astral, rogándole transmitiese a los demás miembros del grupo esotérico el testimonio de mi presencia aquella noche en la habitación donde solían reunirse y donde yo, joven inexperto, fatuo y engreído, no podía asistir. Les demostré con todo ello que un grupo esotérico -para serlo verdaderamente- debía estar constituido por personas realmente esotéricas, capaces de invocar energía de carácter trascendente y de crear “un círculo mágico” a su alrededor, insusceptible de ser atravesado por cualquier entidad, humana o dévica de inferior vibración. El hecho de que yo hubiese podido penetrar tan fácilmente ya negaba en absoluto que aquel grupo fuese realmente esotérico antes bien, indicaba a las claras que faltaba todavía experiencia espiritual, la cual no depende forzosamente de la edad, sino de la profundidad de la intención y de la experiencia interna.

Más adelante comprendí el alcance de esta experiencia que acabo de relatarles, cuando los azares de la vida me permitieron formar parte de un verdadero grupo esotérico: el de mi Ashrama; para penetrar dentro del cual debía llevarse una rigurosa vida esotérica, con una gran humildad en el corazón y un permanente deseo de amar y de servir. No intento con estas palabras criticar la actitud de los miembros responsables de la Sociedad Teosófica al negarme la entrada en su grupo esotérico. Creo que ellos obraban de muy buena fe y se ajustaban quizás a alguna norma preestablecida de circunspección y prudencia. Pero, conmigo no fueron evidentemente justos, pues mi solicitud era muy sincera y obedecía a móviles internos de investigación de las leyes ocultas de la Naturaleza, tal como debía desarrollarlos un verdadero teósofo y tal como pude desarrollar yo más adelante al establecer contacto con algún miembro cualificado de la Gran Fraternidad Espiritual que guía ocultamente los destinos de nuestro planeta.

1.18 Una Experiencia Post-Mortem

El contacto consciente con personas fallecidas es también una experiencia psíquica que tuve que realizar para integrar el mecanismo de mis percepciones astrales.

Un señor amigo de la familia dejó el cuerpo después de un proceso cardiovascular muy rápido. Que yo sepa no tenía conocimiento alguno acerca de que existía una vida después de la muerte, pues cuando íbamos a su casa y comentábamos con sus familiares algunos de estos temas ocultos o psíquicos, solía marcharse pretextando algún que hacer fuera de la casa.

Después del entierro estuvimos solos con su viuda e hijas hablando naturalmente de él y tal como suele suceder en estos casos, resaltábamos sus virtudes y ocultábamos piadosamente sus defectos. Durante el curso de esta conversación tuve la sensación de que él estaba allí escuchándonos e iba de un lado a otro intentando hacerse oír. Como Uds. seguramente sabrán, hay un período de tiempo después de la muerte física en el que el alma de la persona es totalmente inconsciente de su estado. Ve y oye cuanto sucede a su alrededor por cuanto subsiste todavía la conciencia etérica, pero no acaba de comprender el hecho de que nadie le vea ni nadie le oiga y en tal angustioso estado solicita desesperadamente comprensión y ayuda. Consciente de esta circunstancia le llamé afectuosamente por su nombre de pila y le rogué que me escuchase. Pareció oírme por cuanto sentí inmediatamente su presencia a mi lado. La proximidad de una persona desencarnada siempre resulta deprimente cuando se trata -como en aquel caso- de alguien de los que solemos llamar de tipo corriente, sin estudios esotéricos e inclinados más bien a la vida fácil y sin complicaciones mentales, pues no acaban de darse cuenta de su situación astral y frecuentemente se irritan cuando ven que nadie les hace caso. Consciente de tal estado de conciencia estuve dialogando mentalmente con aquel señor, explicándole la realidad de su estado y lo que debía hacer para adquirir cuanto más pronto la comprensión del nuevo nivel en el que ahora estaba funcionando, tan distinto del anterior. Pareció darse cuenta de alguna manera de lo que estaba intentando decirle, pues de improviso desapareció y ya no volví a verle durante el tiempo que permanecimos en la casa.

Sin embargo, aquella noche soñé que encontraba a este señor paseando meditabundo por algún remoto lugar del plano astral. Iba con el mismo traje azul marino a rayas con el cual había sido enterrado y, tal como digo, parecía absorto en sus pensamientos. Le llamé nuevamente por su nombre e inmediatamente lo tuve cerca de mí. Inicié nuevamente la conversación de la tarde anterior en su domicilio, pareciendo comprenderme mucho más fácilmente. Estuve hablándole un buen rato explicándole todo cuanto yo sabía acerca del estado post-morten, de acuerdo con mis estudios esotéricos hasta que finalmente le dejé. La impresión que me dejó aquel “sueño” era de una clara y positiva realidad, dejándome la sensación de que mis palabras surtirían unos efectos muy positivos.

Unos cinco o seis días después tuve otro “sueño”. Esta vez era él, nuestro amigo, quien al parecer ya me estaba esperando y se acercaba a mí sonriente y con el semblante radiante de satisfacción. Me abrazó afectuosamente y me dio las gracias por cuanto por él había hecho, diciéndome luego que se despedía de mí pues junto con otros amigos a los que había conocido y que se hallaban en el mismo caso que él, debía emprender un viaje durante el cual -según afirmódebería aprender muchas más cosas de las que yo le había explicado. Su semblante irradiaba gozo y entusiasmo y yo me sentía también muy contento al ver que en un plazo tan corto de tiempo había logrado adquirir la conciencia astral y el pleno reconocimiento de su estado.

Jamás volví a “soñar” con él, pero dejó en mi conciencia la agradable sensación de un servicio realizado.

1.19 Mi Amigo Luis

La experiencia que voy a relatarles ahora es de otro tipo, aunque todas sus incidencias tengan carácter astral, pues durante el curso de la misma fui consciente de la presencia de unas luminosas entidades del Reino dévico, actuando definidamente sobre el cuerpo físico de una persona moribunda. En el caso que nos ocupa se trataba del señor Luis Lorenzana, secretario general de la Sociedad Teosófica española, con el cual nos unía una gran amistad.

Hacía días que se hallaba postrado en la cama y el médico no daba esperanza alguna de salvación. Leonor y yo habíamos decidido acompañar a su esposa, la señora Pepita Maynadé -muy conocida en los ambientes teosóficos y esotéricos por sus libros, poesías y trabajos artísticos-, en tanto durase aquel amargo trance y ayudarla a soportar más fácilmente aquel estado de cosas. Yo, particularmente, había decidido estar al lado de Luis por las noches a fin de que Pepita y Leonor descansasen. Me sentaba a su lado y estaba atento por si necesitaba alguna cosa. La mayor parte de las dos noches que pasé con Luis, éste se las pasó bendiciendo a la humanidad, elevando los brazos y pronunciando palabras que yo no comprendía... De vez en cuando se paraba y me miraba como preguntándose ¿quién es éste? Había perdido por completo la noción corriente de las cosas y no se acordaba de nada. Después continuaba bendiciendo y pronunciando una especie de oración o letanía.

La última noche que estuve al lado de Luis fui testigo de una experiencia psíquica muy interesante, ya que me permitió observar detenidamente un cuadro astral que nunca podré olvidar y que obedecía, sin duda, a ciertas reglas postmorten kármicamente establecidas. Aparentemente, yo me había dormido. Sin embargo, veía el cuerpo de Luis tendido en la cama y en aquellos momentos parecía descansar profundamente. De pronto la habitación pareció ensancharse extraordinariamente y vi a Luis, el auténtico Luis, flotando por encima de su cuerpo y conversando amigablemente con dos personas las cuales, al parecer, lo estaban aguardando. Al lado del cuerpo postrado en la cama había dos Devas cuyas auras magnéticas eran totalmente blancas e intensamente brillantes... De pronto mi mirada se cruzó con una de las personas que conversaban con Luis y la reconocí. Se trataba del señor J. Casajuana, un antiguo miembro de la Sociedad Teosófica fallecido hacía ya varios años. Me sonrió muy afectuosamente y me hizo una seña indicándome que Luis estaba a punto de dejar el cuerpo y que ya poseía conciencia astral, por lo cual no debía preocuparme. La otra persona, de acusadas facciones orientales, se había percatado también de que yo estaba observándoles y me saludó sonriente. Me era completamente desconocido, pero por el respeto que aun en aquel trance le estaban demostrando tanto Luis como el señor Casajuana, colegí que aquella persona debería ser un alma muy evolucionada y ocupando algún elevado cargo jerárquico dentro de la Sociedad Teosófica, en cuyos ambientes siempre se habían movido mis dos amigos. Continué observando con creciente interés aquel cuadro astral y de pronto mi atención se desvió hacia los dos luminosos Devas que se hallaban al lado del cuerpo de Luis, uno a su costado derecho y otro al izquierdo. Estaban absortos, como si esperasen una señal, hasta que de pronto obedeciendo alguna indicación proveniente de niveles superiores al de mis percepciones, tiraron del “hilo plateado”, llamado esotéricamente “Sutratma”, que une el vehículo etérico al cuerpo denso y dejaron a Luis completamente libre en el nivel astral desde donde yo estaba siguiendo atentamente aquel insólito proceso. Técnicamente Luis había fallecido. Desaparecieron entonces del campo de mi visión los dos Devas y las personas, que ya en aquellos momentos eran muchas más, que estaban aguardando a Luis y vi a éste completamente solo en medio de la habitación. Ahora se hallaba frente a mí, me hablaba y, al parecer, estaba agradeciéndome cuanto había hecho por él. Me desperté de improviso y vi de nuevo el cuerpo de Luis en la cama. Me acerqué a él, le tomé el pulso y me di cuenta de que todavía estaba latiéndole el corazón. Hablaba en forma incoherente y tenía los ojos semiabiertos.

Luis dejó su cuerpo por la mañana, antes del mediodía. Yo había permanecido junto a él todo el tiempo y en un momento determinado le había pronunciado algunos mántrams de liberación... Su muerte fue tranquila y dulce, pero había perdido totalmente la conciencia de su estado desde la noche anterior, coincidiendo quizás con la actividad de los devas que le habían desembarazado de su cuerpo físico. Así, la apariencia de vida era provocada sin duda por la actividad del elemental constructor del cuerpo físico, que aún después de haber sido desposeído del vehículo etérico continuaba durante cierto tiempo aferrado al vehículo que él había construido y del cual no quería separarse. Pero, la muerte real del cuerpo no tardaría mucho tiempo en ser efectiva y el elemental constructor debería iniciar entonces la tarea cósmica de desintegración de todos y cada uno de los elementos moleculares y atómicos que habían constituido la estructura física del cuerpo de Luis.

Es muy interesante la experiencia psíquica que acabo de narrarles, ya que era la primera vez que lograba percibir con todo lujo de detalles la parte oculta del fallecimiento de un ser humano. En las muertes de mi padre y de una hermana en las que estuve presente, lo único que experimenté fue una tremenda sensación de paz y la convicción esotérica de que unas almas se habían liberado. El caso de mi amigo, el señor Luis Lorenzana, fue muy especial, habida cuenta de que en el mismo incidía el hecho de que él era teósofo de toda la vida y seguramente estaba afiliado a algún Ashrama. Sabía pues perfectamente todo cuanto se refería al fenómeno de la muerte. Así, ajeno por completo a su cuerpo, ya anticipadamente estaba conversando en los niveles astrales con amigos anteriormente fallecidos, los cuales le estarían indicando sin duda algunos detalles con referencia al proceso de liberación corporal que estaba a punto de realizarse.

De acuerdo con las leyes de la analogía, podríamos asegurar que hay dos hechos principales relacionados con el fenómeno de la muerte. Primero, la actividad de unos luminosos devas, llamados esotéricamente “Ángeles de la Luz”, cuya misión es “segar el hilo de la vida” que une las almas a los cuerpos, en todos los niveles de la vida humana. Segundo, la presencia alrededor del cuerpo que va a ser abandonado y en el nivel astral de personas fallecidas anteriormente, enlazadas kármicamente con el alma que va a desencarnar, las cuales le dan la bienvenida a aquel nuevo estado de conciencia... La muerte, en todo caso y tal como me ha sido posible observarla, no es tan mala como la gente supone; muy al contrario, yo diría incluso que resulta altamente agradable por los bellísimos aspectos espirituales de que viene revestida. Los Ángeles de la Luz que te asisten y acompañan hacia superiores niveles de conciencia, los seres queridos que vienen a darte la cordial bienvenida a aquel nuevo estado de ser, la sensación indefinible de libertad que experimenta el alma liberada de la pesadez gravitatoria del cuerpo, etc., son aspectos substanciales asociados al fenómeno de la muerte, que no es la aniquilación del yo, sino el renacer en el seno de una nueva y más abundante vida.

1.20 La Vida en el Plano Astral

Las experiencias astrales más corrientes y para las cuales no es necesario poseer poderes psíquicos o facultades de percepción astral consciente, se realizan siempre durante el período del “sueño”, cuando el cuerpo se halla entregado al descanso y el alma, o conciencia, funciona con entera libertad. Los recuerdos que registra la conciencia cerebral una vez que el cuerpo ha despertado y el alma se ha reincorporado, son a veces profundamente ilustrativos e interesantes si sabemos interpretarlos. En tales “sueños”, en realidad experiencias astrales, se suelen percibir lugares, personas, edificios, etc., y vivir situaciones tan extraordinariamente objetivas y reales que la sensación de recuerdo es verdaderamente la imagen perfecta de una experiencia profundamente vívida en el plano astral, que nuestra memoria hace intensamente objetiva y puede ser archivada en nuestro campo subconsciente, tal como se hace con los recuerdos de las vivencias físicas.

Tal como digo en el prefacio del libro, el campo astral es un perfecto duplicado del plano físico y es en este “duplicado” -por decirlo de alguna maneraque el alma vive y experimenta durante el período de tiempo dedicado al reposo físico del cuerpo. Las experiencias astrales, o las memorias que traemos al cerebro cuando despertamos, son vividas en aquel plano sin darles una importancia mayor que las que solemos adjudicar a nuestras vivencias cotidianas en el nivel físico. Esto demuestra que aquella experiencia subjetiva es vivida muy objetivamente” y sin hacer conciencia en ningún momento del cuerpo físico, del cual nuestra mente hace completa abstracción. Todos poseemos en nuestro archivo memorial un extenso grupo de tales recuerdos astrales y algunas de tales experiencias fueron tan interesantes desde el ángulo de vista psicológico, que no sólo nos dieron mucho que pensar sino que todavía en los momentos actuales perduran vívidamente en nuestro recuerdo.

El ser humano funciona simultáneamente en tres niveles, el físico, el astral o emocional y el mental. Podemos decir que somos conscientes de que pensamos, de que sentimos y de que físicamente actuamos por medio de un cuerpo, pero la conciencia astral -que es nuestra conciencia más inmediata a desarrollar e integrar- sólo se nos manifiesta objetivamente durante los momentos en que estamos “fuera del cuerpo”, en el período cíclico de descanso corporal. En tal estado existe una completa desarticulación de las neuronas o células del cerebro y por sus intersticios se desplaza el vehículo etérico, el cuerpo astral es liberado y la mente ve las cosas con más claridad de percepción. Al funcionar la conciencia en el plano astral y ser conscientes de este hecho por medio de la mente analítica, facilita el recuerdo de las experiencias realizadas en aquel plano o nivel. Podemos decir así con entera certeza que todos poseemos un sinnúmero de recuerdos o de experiencias realizadas en el campo astral. Solemos decir corrientemente “he soñado”, pero la verdad es que la mayoría de las veces “hemos vivido” ciertas experiencias en el nivel astral o psíquico.

No hace mucho “soñé” que visitaba a un matrimonio amigo. Hacia ya muchos años que ambos habían fallecido. Primero dejó el cuerpo el marido, al cabo de unos cinco o seis años le siguió su esposa. Me recibieron “en su casita”. Era pequeñita y muy soleada y había muchos árboles. Estaba rodeada de jardines y estaban muy contentos cuando me la estaban mostrando. Sentía desbordar dentro de mi su alegría.

Habiendo sufrido mucho durante su vida en el plano físico, me causó una gran satisfacción verles tan gozosamente integrados. Cuando desperté continuaba sintiendo dentro de mí su alegría desbordante. En tanto recordaba esta experiencia de “reencuentro”, vino a mi memoria que este matrimonio amigo que siempre había vivido en ambientes matizados de tristeza y llenos de penurias económicas, me habían dicho en cierta ocasión que la ilusión de su vida sería tener una casita en el campo, soleada y rodeada de árboles y jardines. Por el testimonio de aquella experiencia astral de reencuentro, pude comprobar que mis viejos amigos habían conseguido realizar su querido y tan profundamente anhelado sueño y que en el campo astral -para ellos una realidad todavía más tangible que el plano físico- vivían intensa y profundamente la realidad para la cual aquel intensísimo anhelo les había propiciado... Sí, el plano astral es un nivel de realizaciones para aquellos que mucho desearon en el plano físico y no pudieron consumar sus queridos e intensos deseos, y todos los seres humanos, excepto los Iniciados de cierto grado, deberán pasar allí un ciclo bastante extenso de tiempo hasta haber consumado enteramente sus amados sueños y doradas ilusiones. Además, la noción de tiempo -tal como la registra nuestro cerebro físico- ha desaparecido por completo del campo de percepción de la conciencia y el fenómeno de la edad, tal como lo registramos en el plano físico en donde el cuerpo ha de seguir rigurosamente las leyes cíclicas de desgaste, no existe. Las vibraciones son mucho más sutiles, el cuerpo no pesa, apenas existe gravedad, y la vida en todos los conceptos resulta mucho más fácil y agradable que pueda serlo en el mejor de los casos en el nivel físico... Bien, Uds. dirán quizás que exagero o que me dejo llevar por la fantasía. Debo afirmarles, sin embargo y lo hago con pleno sentido de la responsabilidad, que poseo la suficiente autoconciencia astral como para tratar estos temas con naturalidad, honestidad y experiencia... De no ser así, no podría haber escrito un libro sobre Narraciones Esotéricas y haber explicado al propio tiempo las motivaciones íntimas que concurrieron en el desarrollo de los hechos esotéricos, psíquicos y espirituales que constituyen la base de este libro.

1.21 La Facultad de Premonición

Otro tipo de experiencias astrales tiene que ver con la facultad de la premonición que sin distinción alguna poseen todas las personas de cierta evolución espiritual. Esta facultad se revela mucho más fácilmente durante el período del sueño, aunque a veces y bajo ciertas circunstancias, es posible exteriorizarla durante el tiempo de vigilia.

Muchas veces suelo “prever” ciertos hechos relacionados con mi trabajo o de acuerdo con mis múltiples contactos sociales y si bien no siempre me sirven de ayuda, porque habitualmente suelo seguir muy atentamente el desarrollo de los hechos y de los acontecimientos dentro y fuera de mi mismo y no estoy preocupado por el futuro, frecuentemente estas premoniciones sirven para aclararme determinadas circunstancias en el devenir de mi existencia. Por ejemplo, una noche soñé que mi primer libro “La Jerarquía, los Ángeles Solares y la Humanidad” estaba ya siendo editado. Vi su tapa color rosa y el dibujo blanco del loto, el índice y el número de páginas e incluso llegué a detectar unas faltas que debían ser corregidas. Esta edición tardó todavía unos seis o siete meses antes de ser puesta a la venta. Cuando la Editorial Kier me envió los cinco ejemplares del libro, tal como se halla estipulado en las relaciones de la Editorial con el autor, pude comprobar que mi sueño había sido técnicamente una perfecta demostración de la facultad de premonición. El color de la tapa, el dibujo, el índice y aún las faltas apreciadas aparecieron tal como yo lo había percibido. En cualquier momento del tiempo y en alguna específica región del espacio yo había vivido un hecho futuro, lo cual me indicaba que el futuro no deja de ser un hecho presente cuando la percepción de la conciencia se eleva a un nivel superior. Podría narrarles muchos de estos hechos o experiencias de premonición como el que acabo de relatar. Considero, sin embargo, que será mucho más interesante explicarles esotéricamente cómo se produce esta experiencia de la premonición - que muchos de Uds. habrán experimentado alguna vez en sus vidas- que relatarles simples experiencias de tipo premonitorio.

Bien, el fenómeno suele producirse así. En el momento de la premonición la mente -ya sea durante el período dedicado al sueño o al de vigilia- suele estar plenamente despierta y expectante. En aquel momento de lucidez mental, cosa que no suele ser habitual debido a las muchas preocupaciones que acompañan la vida del ser humano, la conciencia se polariza en otra dimensión, la cuarta - técnicamente definida plano astral- y como se da el caso de que en esta dimensión o plano los hechos suceden con mayor celeridad que en el plano físico, el alma los vive en presente y los registra luego como un recuerdo. Esta percepción anticipada de los hechos que han de producirse en el plano físico, obedece a ciertas leyes mecánicas regidas por la velocidad del movimiento de los hechos. Por ejemplo, los hechos físicos “suceden” a la velocidad de la luz de acuerdo a nuestras percepciones visuales, es decir, a trescientos mil kilómetros por segundo. Sin embargo, en el plano astral los mismos hechos suceden a una mayor velocidad, debido a las distintas frecuencias vibratorias, a una velocidad increíble si nos atenemos a nuestras limitadas medidas acerca de la velocidad.

Así, un hecho astral registrado en cualquier momento del tiempo, será objetivo y presente en el plano físico “mucho más adelante”. Ese período de tiempo será tanto mayor cuanto más elevado sea el nivel perceptivo de la conciencia en el plano astral. Un suceso astral visto en los más elevados niveles de este plano, puede tardar siglos en expresarse en el nivel físico, o bien sólo unos años o meses si el mismo hecho es percibido en niveles inferiores del plano astral, teniendo en cuenta que las constantes vibratorias son distintas y aumentan de velocidad a medida que las percepciones son realizadas en niveles cada vez más elevados.

1.22  El Don de la Profecía

Ahora bien, utilizando la analogía podríamos determinar el nivel de visión de los antiguos profetas bíblicos e iluminados videntes esotéricos de todos los tiempos, los cuales experimentaron quizás los hechos que luego profetizaron en niveles superiores a los del plano astral. De la simple premonición -asequible a muchas personas- hasta alcanzar el nivel de las grandes profecías históricas, bíblicas o místicas, hay un largo camino a recorrer. La rapidez de percepción puede ser acelerada, sin embargo, aumentando a sus extremos límites la integración espiritual cuya capacidad de medida y su frecuencia vibratoria es la eternidad y no el tiempo. Esta “eternidad sin medida” es lo que esotéricamente definimos como el “eterno ahora” de la conciencia la cual, tal como ocultamente es sabido, puede vivir simultáneamente en el tiempo cualquier suceso producido dentro de las inmensas áreas de expresión del Universo. La Memoria Cósmica, con la infinita secuela de hechos, recuerdos y circunstancias que contiene en su omniabarcante seno, se refleja en la luz astral de los acontecimientos temporales y en ciertas áreas específicas de la mente. Puede, por tanto, ser actualizada y convertida en una experiencia de tipo natural... El don de la profecía contiene esta capacidad de “revelar” lo que ya previamente existe en la Mente omniabarcante del Creador. No se trata de un milagro o de un prodigio reservado a los grandes Iluminados del mundo. El infinito seno de la Divinidad conteniendo los eternos secretos del Universo se halla al alcance de todos aquéllos que realicen los esfuerzos necesarios, que se apresten al servicio de la humanidad y que eleven progresivamente el nivel de sus humanas percepciones.

1.23  María Carmen

Los seres humanos sólo muy débilmente utilizamos el espíritu de buena voluntad. Sin embargo, cuando lo actualizamos en una cierta medida, podemos efectuar grandes cosas, así en el nivel físico como en el psíquico. Esta razón la comprendía yo perfectamente ya que -tal como les decía en páginas anteriores- el estudio profundo del sentimiento intimo de compasión, que es una síntesis de todas las capacidades de buena voluntad que posee el alma humana, constituye una de las enseñanzas ocultas y trascendentes del Ashrama. Tal espíritu de buena voluntad puede mover, tal como podrán Uds. constatar por la experiencia que pasaré seguidamente a relatarles, grandes concentraciones de energía kármica y producir potentes transmutaciones espirituales, así en la vida individual como en la del propio grupo al cual uno puede estar afiliado. Y siempre, o casi siempre, se constatan hechos que son verdaderas sorpresas en el devenir de nuestras investigaciones esotéricas, allí en donde el espíritu de buena voluntad y de compasión humana puede ser la palanca utilizada por el Maestro para efectuar grandes y positivas transformaciones ambientales o servir de vehículo para unificar el corazón de muchos seres humanos...

Una tarde, después de pronunciar una de mis conferencias esotéricas mensuales en la Escuela Universalista de la Nueva Era, de Barcelona, se me acercó un joven y me suplicó que fuera a visitar a su esposa, la cual se hallaba cruelmente afectada de cáncer. Habitualmente suelo eludir el compromiso de curación por una razón muy específica, mi campo de servicio se encuentra en otra dirección jerárquica. Sin embargo, en esta ocasión accedí y concertamos una visita en su casa para el próximo jueves. Cuando llegué a la casa había un grupo de varias personas, todas ellas interesadas, tal como pude averiguar más adelante, en los estudios esotéricos. Ella, María Carmen, se hallaba sentada en un sillón y estaba rodeada de todos los demás. Era joven, bonita y parecía respirar buena salud. Sin embargo, estaba muy enferma y los médicos que la asistían le habían pronosticado vida por sólo unos pocos meses. Me sentí inmediatamente identificado con ella, como si ya me fuese muy conocida. La razón aparente era que ella me conocía ya a través de mis libros y por haber asistido a algunas de mis conferencias y por efecto de ello había establecido conmigo una estrecha relación telepática. Más adelante me fue posible detectar que entre ella y Leonor y yo existía una muy estrecha y profunda vinculación kármica.

Aprovechando la circunstancia de que estaban reunidos con ella aquellos buenos amigos, sugerí iniciar una meditación de grupo en favor de María Carmen, utilizando al efecto los Mántrams de Curación enunciados en mi libro “Los Misterios del Yoga”. Al finalizar la misma, decidimos conjuntamente efectuar una de tales meditaciones -o invocaciones de energía dévica- cada jueves. Al despedirnos de María Carmen la abracé cariñosamente y le dije: “¡sé animosa y fuerte!”.

Los efectos de las primeras meditaciones de curación fueron realmente óptimos y todos los amigos se congratulaban de los beneficios de la misma al observar el entusiasmo de María Carmen y sus inmensos deseos de vivir que desde hacía muchos meses la habían abandonado. Yo mismo, que suelo ser muy circunspecto en tales situaciones, me sentía también supremamente esperanzado. Esotéricamente el curador ha de mantener bien elevado siempre este clímax de esperanza, pues siguiendo la ley esotérica sabe que los resultados dependen en última instancia de la Voluntad divina, y no se preocupa de los resultados muy espectaculares por cuanto él está únicamente interesado en el desarrollo de la acción y en mantener firmemente en su corazón el sentimiento íntimo de buena voluntad.

Durante casi un año mantuvimos el ritmo de las meditaciones curativas sobre Maria Carmen y puedo asegurarles a Uds. que nos fue posible realizar un muy buen trabajo psíquico sobre ella, al extremo que los médicos no podían explicarse el hecho de que soportase sin utilizar el recurso de la morfina los terribles dolores que lógicamente deberían producirse. Esta fue, a mi entender, nuestra gran victoria. El cáncer maligno que corroía su cuerpo se había introducido en sus reservas óseas y el dolor tendría que haber sido prácticamente insoportable en condiciones normales. Pero ella resistió hasta el fin, amparada en la fe de su inalterable sentimiento de esperanza y en sus intensísimos anhelos de vida.

El día que ella me relató una visión que había tenido durante la noche, comprendí -utilizando mi conocimiento de la simbología- que le quedaba muy poco tiempo de vida, hasta el fin alenté en ella la suprema ilusión de vivir... Así, durante el curso de nuestra breve relación le demostré el poder del espíritu sobre la materia, visitándole varias noches en cuerpo astral cuando internamente la veía muy desesperada e inspirándole a polarizar su conciencia en las metas más supremas e importantes de la vida, evitando así que cayera en el más negro y profundo pesimismo.

María Carmen murió en mis brazos. Sus ojos perdidos ya en el infinito parecían mirarme todavía interrogantes después de haber dejado el cuerpo. El último recuerdo que guardo de ella, ya en el plano astral, es la imagen de un Ángel resplandeciente que se la llevaba rauda y amorosamente entre Sus brazos. Siempre le había hablado de los Ángeles a María Carmen, de su maravilloso mundo y de sus benéficas influencias sobre los seres humanos. Me fue singularmente fácil interpretar el deseo de su corazón y estoy seguro que fueron unos Ángeles, muy bellos y resplandecientes, los que abrieron para Maria Carmen las doradas puertas de un nuevo estado de luz y de conciencia.

Las experiencias sobre María Carmen, así como la extensísima labor de grupo iniciada teniendo a ella como centro de vinculación espiritual, fueron de alcance extraordinario y motivarían grandes expansiones de energía ashrámica. Puedo decir que ella -sin que aparentemente hubiese sido plenamente consciente del hecho- había sido el vehículo para que yo hallara en esta presente fase de mi existencia a muchos de mis amigos del pasado, impuestos de grandes ideales y profundamente vinculados a mi obra jerárquica actual. Le debía moralmente a Maria Carmen estas explicaciones que ella recibirá plenamente en la conciencia íntima del nivel espiritual donde se halla actualmente, así como también la dedicatoria “in memoriam” de mi libro “Los Ángeles en la Vida Social Humana”, tal como le había prometido días antes de que dejara el cuerpo.

María Carmen había adquirido últimamente grandes poderes perceptivos. Según la ley esotérica en lo que hace referencia a los discípulos, a medida que el cuerpo se debilita más profundamente se desarrollan las facultades y las percepciones internas, así como algunos poderes psíquicos. María Carmen no podía ser una excepción y frecuentemente solía establecer con ella profundas relaciones telepáticas. Cuando se sentía muy inquieta o preocupada o cuando sufría mucho solía telefoneamos, aunque excusándose siempre por molestamos solicitando ayuda. Al finalizar una breve conversación telefónica con nosotros, solía encontrarse mucho más aliviada. La frecuencia de estas llamadas telefónicas de María Carmen nos advertía, sin embargo, de que el fin de su existencia se hallaba cercano. Nunca abandonó, pese a todo, su cálida esperanza y su amor a la vida.

Una mañana temprano sonó el teléfono de nuestra casa. Me desperté y dije a Leonor ¡es María Carmen! Sin embargo, a través del hilo del teléfono sólo se oía un murmullo lejano, como de voces ultrahumanas... Colgué el teléfono y volví a acostarme y no bien lo hube hecho de nuevo sonó el aparato. Lo descolgué y volví a escuchar aquel extraño murmullo, como si de lejos, de muy lejos, intentasen decirme algo y llegasen sólo a mis oídos aquellas voces frías de misterio. Colgué el teléfono por segunda vez y aún no había llegado a la cama cuando volvió a sonar. Esta vez se levantó Leonor y su impresión, igual que la mía, fue que Maria Carmen se despedía de nosotros utilizando ciertas corrientes astrales que incidiendo etéricamente en el mecanismo del teléfono provocaba el sonido del timbre y aquellas extrañas resonancias psíquicas que nosotros captábamos con nuestros oídos. Como les decía antes, Maria Carmen murió en mis brazos, a la mañana siguiente de realizar esta experiencia psíquica que acabo de relatarles. Tuve tiempo de hablarle unos momentos antes de que dejara el cuerpo para decirle lo mucho que la habíamos amado y que continuaríamos amándola... Un hilillo de sangre se deslizaba de su boca, entreabierta todavía por una sonrisa de tierna despedida. Me había llamado ¡padre mío! antes de exhalar su último suspiro.

La explicación esotérica de cómo un ser humano puede efectuar estos fenómenos psíquicos con efectos acusadamente físicos, utilizando ciertas corrientes de vida astral, no constituye una gran dificultad ni entraña ningún misterio. La causa de la materialización del cuerpo etérico para producir tales efectos ambientales reside en un potentísimo deseo de la persona que los realiza hallándose fuera del cuerpo físico. Se trata de un caso muy parecido en su desarrollo a la experiencia que les relaté en unas páginas anteriores acerca de mi materialización etérica cuando destrocé las jaulas de aquel irascible labrador que mataba despiadadamente a los pájaros dentro de un saco. María Carmen, fuera del cuerpo y viendo claramente su desenlace final, había sentido el inmenso deseo de despedirse de nosotros a quienes ella tanto quería. Este deseo, actuando a manera de un poderoso imán, condensó la suficiente energía etérica a su alrededor como para permitirle pulsar astralmente los números del teléfono y establecer contacto espiritual con nosotros. Lo único que no pudo realizar fue la materialización de su voz, la cual venia a nosotros en forma de un murmullo lejano, extraño e incoherente, como si muchos de los ruidos astrales que ella empezaba a percibir se filtrasen misteriosamente a través del auricular.

1.24  Consideraciones Acerca de la Conciencia Astral

Esta conciencia se va adquiriendo poco a poco, a medida que el aspirante va progresando en el Sendero y avizora metas más amplias e incluyentes. Viene a ser así como un pequeño receptáculo de los valores inmortales de la Vida, más preocupado por estabilizar su conciencia en niveles superiores que en “registrar hechos” o experiencias de tipo astral, aun cuando se tenga presente en todo momento que el discípulo, por el hecho de serlo, no debe rehuir ninguna de las experiencias -sea cual sea el nivel en donde se manifiesten- que tengan que ver con su creciente desarrollo espiritual y con las leyes inviolables del servicio, así como admitir el hecho de que todas las experiencias que realice en uno u otro nivel deben ser cuidadosamente registradas en su cerebro físico y constituir motivos de conocimientos útiles mediante los cuales poder ayudar a sus semejantes. Podría decirse al respecto que el proceso de desarrollo de la conciencia astral. tal como hemos tratado de explicar en el contexto general de las narraciones de carácter psíquico, será tanto más rápido y eficaz cuanto menos importancia se le asignen a los efectos espectaculares del desarrollo de la conciencia y más atención al florecimiento de las cualidades místicas del alma la cual, en sus infinitas profundidades, sabe el momento justo -sabiamente regido por los Señores del Karma- en qué deberán ser adquiridos los poderes y facultades psíquicas, aquellos elementos complementarios en la vida del discípulo cuando éste ha logrado introducirse convenientemente en los niveles espirituales y de los cuales tantos beneficios para la humanidad van a depararle.

No olvidemos nunca que la regla espiritual y la que precede a toda posible iniciación dentro de los misterios planetarios, es la SIMPLIFICACIÓN y que cuantas menos cosas le pidamos a la vida, mayores bienes obtendremos en el devenir de la misma.

Es decir, que hay que ser muy cautos y circunspectos en el pedir y muy generosos en el ofrecer. Esta es una regla muy sencilla que el discípulo suele olvidar frecuentemente, pero sin la cual jamás podrá lanzarse de lleno dentro de la misteriosa corriente de vida interna que lleva a la Iniciación.

 

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