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Vicente Beltrán Anglada


"Que el contenido les sea útil y pueda servirles de inspiración en el intento supremo de sus respectivas búsquedas, es nuestra más humilde y sincera plegaria..."
-V.B.A
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Los Angeles en la Vida Social Humana


CAPÍTULO XI

LAS SEMILLAS DEL BIEN COSMICO

 

En nuestro Universo de segundo Rayo se expresa una ley compensatoria entre el Bien y el Mal que esotéricamente definimos como de Síntesis y se manifiesta en forma de equilibrio. La Síntesis, en todas sus expresiones objetivas o subjetivas, certifica constantemente el sentido de este equilibrio natural. Podríamos decir así, de acuerdo con las líneas que seguimos en este Tratado, que el armonioso entendimiento y comprensión entre dos de las más conocidas corrientes de vida evolutiva dentro del Universo, la angélica y la humana, producirá a su debido tiempo una síntesis espiritual que dará nacimiento a una nueva raza de hombres cuyas características etnológicas serán de tal naturaleza que se confundirán con las formas sutiles de los Angeles superiores, produciendo sutilidad física, sentido de transparencia, carencia de sexo, profunda luminosidad y magnética radiación... El afortunado ser a quien le ha sido posible percibir a un elevado Deva de la categoría de los AGNISHVATTAS o establecer contacto consciente con su propio Angel Solar, sabrá por anticipado la gloria que les aguarda a los seres humanos en el devenir de ulteriores edades evolutivas, cuando trascendidas las etapas correspondientes a los cuerpos físico, astral y mental, puedan funcionar libremente en sus vehículos búdicos. Tal eventualidad, por alejada que parezca es, sin embargo, sólo un pequeño ciclo dentro del gran Camino Cósmico que ha de recorrer el ser humano hasta convertirse en un ser Andrógino, con la pureza indescriptible del Angel superior y la conciencia cósmica que como ser humano purificado le corresponde.

Cuando el hombre llega a ese estado que bien podemos calificar de Síntesis, se convierte en un Agente universal o planetario del Bien Cósmico. Sin embargo, cuando hablamos del Bien o del Mal cósmicos, no hacemos sino extender a una superior escala o medida lo que humanamente entendemos por bien y por mal con los inevitables riesgos de confusión mental que ello presupone. Nuestras distinciones obedecen naturalmente al sentido de lo que psicológicamente nos produce placer o bienestar o, por el contrario, desazón, angustia y sufrimiento. Lógicamente, al tratar de extender estas condiciones psicológicas al Cosmos absoluto nos encontraremos siempre con la inevitable barrera de los desconocidos éteres espaciales, cuyas inexploradas regiones constituyen todavía un misterio para nuestra humana comprensión, por cuyo motivo se nos advierte esotéricamente de la necesidad de utilizar la clave hermética de la analogía, aquella que se erige como el principio intuitivo del conocimiento, en el sentido de que si el hombre es hecho realmente a imagen y semejanza del Creador es obvio que al profundizar rectamente en sí mismo ha de descubrir un día el secreto iniciático que encubre el alto Misterio del Bien y del Mal y las causas ocultas que determinan ambos efectos. Siguiendo adelante con este principio de analogía, podríamos considerar el Cosmos como una gigantesca y sobrecogedora ampliación del ser humano perfecto y teniendo una cierta idea de la perfección, tal como la evolución de nuestra mente nos la da a entender, no nos será difícil establecer estas relaciones cósmicas con solo considerar que el principio de analogía corre paralelo al del principio de semejanza que, al parecer, existe como una constante divina en la extensión infinita de todo lo creado.

El lector habrá apreciado, sin duda, que en algunos pasajes de nuestro estudio hemos utilizado el término Mal Cósmico en el sentido de que la Perfección absoluta no existe en lugar alguno del Cosmos, ya que de haberla el Espacio, el Universo, el Cosmos en su totalidad, etc., serían un inmenso e indescriptible PRALAYA, un insondable VACIO en donde habría sido reabsorbida para siempre jamás la OBRA perenne de la Creación con sus infinitos y correspondientes MANVANTARAS. En la línea de esta idea cabe señalar que todo proceso evolutivo, sea cual sea su importancia y trascendencia, obedece a razones kármicas, viniendo cualificado todo Karma por la Ley de Necesidad que obliga a todo Logos creador a REENCARNAR cíclicamente en los insondables Espacios que guardan el secreto del Cosmos manifestado. Habrá que imaginar, por tanto, que existen Logos creadores de todas las Jerarquías posibles dentro del cuadro de lo que esotéricamente hemos aprendido, planetarios, universales, cósmicos y galácticos, cualificando cada uno de Ellos con su particular tipo de evolución y naturaleza expresiva ciertas definidas zonas del Espacio infinito. Esta analogía nos lleva consecuentemente a la consideración de excelsas Potestades Angélicas de evolución análoga a la de tales Logos que, a igual que las que consideramos como factores esenciales en la estructuración química de nuestro planeta, cooperan con Aquellos en la substanciación etérica de Sus inconcebibles Sistemas Estelares. Aparecerá claro también, y siempre hemos depositado mucho énfasis sobre este punto, que dichos Sistemas constituyen inmensas e inauditas familias cósmicas, inmersas en impresionantes ambientes sociales, sujetas a igual que nosotros a la Ley de Fraternidad la cual, al parecer, es el factor aglutinante -en el más oculto de los sentidos- que mantiene la cohesión y el equilibrio de todos los mundos oscilantes...

Habremos de imaginar también, siempre desde el ángulo de la analogía, que existirán grandes diferenciaciones de potencial magnético entre los infinitos Logos que constituyen tales agrupaciones, pudiendo asegurarse que tales diferencias de potencial producirán -como en el caso corriente de las pilas eléctricas- el Misterio imperecedero de la ELECTRICIDAD, esta ENERGIA de indescriptibles variaciones, frecuencias e intensidades en orden a la evolución cósmica, que utilizan las infinitas e increíbles huestes de Angeles de todas las posibles Jerarquías para construir las estructuras físicas o moleculares que corresponden a cada tipo de Universo. Esto lo hemos dicho ya varias veces durante el curso de este Tratado y aunque pueda aparecer como una innecesaria redundancia, deberemos continuar insistiendo sobre este punto, ya que no podemos hablar de Síntesis o de Equilibrio sin aceptar previamente aquella INTERCOMUNICACION LOGOICO-ANGELICA que determina el misterio de la construcción de los mundos.

En este orden de cosas deberemos admitir también que en las infinitas extensiones del Espacio -vean, por favor, cuan limitados son los términos que debemos utilizar- existen ZONAS de tensión o de distensión de carácter magnético, cuyas representaciones objetivas tal como aparecen ante nuestra mente tridimensional, pueden aparecer como canalizadoras del Bien o del Mal cósmico, lo mismo que hacemos habitualmente al referirnos a nuestros ambientes cuando nos son agradables y simpáticos o cuando, por el contrario, los conceptuamos de desagradables y repelentes.

Ahora bien, al llegar a este punto deberemos considerar si la analogía que utilizamos frente al estudio del inconmensurable Cosmos es válida y representa algún tipo de realidad, o si es inadecuada e imperfecta debido a que nuestra mente es incapaz todavía de utilizar creadoramente aquella analogía por efecto de la falta de desarrollo de nuestros sentidos superiores. Deberemos decir sobre tal extremo, que no disponemos de otra medida que la de nuestro actual entendimiento y que es a través del mismo que nos esforzamos por acercamos honestamente a la Verdad...

Esta honestidad nos librará, sin duda, de la limitación de ciertos interrogantes científicos que todavía hoy, casi en las postrimerías del siglo XX, están preguntándose si existe vida y conciencia en otros mundos o en otros Universos. Sobre este punto, reconocerán Uds. que la investigación esotérica va mucho más allá del intento científico, ya que como inicio de sus investigaciones acepta el hecho de que la Vida lo llena todo, que no existen vacíos en el Cosmos y que la Conciencia y tipo de Forma de cada Universo, obedecen a una sublime mecánica en el centro de la cual se agitan unos misteriosos Agentes invisibles que utilizan los formidables impulsos creadores surgidos de no importa qué centro Logoico de tensión creadora, para construir los andamiajes y las estructuras de materia cósmica surgidas de aquellos Centros que objetivarán, substanciarán o darán forma a todos los planetas, a todos los Universos y a todas las Galaxias.

Utilizando pues la analogía a nuestro alcance y reconociendo, al menos como una necesaria hipótesis, que el Espacio absoluto contiene todas las medidas que puedan cualificar la Vida, crear el Entendimiento y construir todas las Formas existentes, aceptaremos el hecho de que el Bien y el Mal cósmico constituyen una necesaria polaridad, tal como ocurre en nuestro Universo y más concretamente en nuestro planeta Tierra. Así, desde el ángulo esotérico deberíamos estudiar dicha polaridad considerándola el principio misterioso del Karma Cósmico, que obliga a la Vida representada por cualquier Centro Logoico de Creación a manifestarse cíclicamente utilizando como Cuerpos de expresión a Universos cada vez más perfectos, sutiles e incluyentes. Vista la idea desde este ángulo de vista, los conceptos de Bien y de Mal aceptados como una necesaria polaridad adoptan esotéricamente el sentido místico del Karma y es a partir de aquí que podemos iniciar realmente un estudio esotérico del Cosmos, equiparando lo que sucede en sus insondables e indescriptibles oquedades con lo que ocurre en nuestro mundo en relación con la humanidad.

Si tuviésemos la visión de un inefable Adepto en nuestro intento de descubrir la maravillosa Verdad que se oculta tras el velo de nuestra humana ignorancia, quizás descubriríamos que las ZONAS que anteriormente describíamos como expresiones del Bien o del Mal cósmico, no son sino GIGANTESCAS NEBULOSAS conteniendo las semillas de todo lo correcto o de todo lo incorrecto que realizaron o están realizando las humanidades de todos los Sistemas de Mundos en eterna evolución. El Bien y el Mal en el sentido cósmico tendrían entonces un claro significado psicológico, por cuanto los relacionaríamos con nuestros. ambientes sociales en donde lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto y lo apetecible y lo indeseable, constituyen el eje mágico alrededor del cual oscila la Vida del Espíritu, a través de toda posible expresión de Forma, a fin de ser cada vez más consciente o de tener cada vez más alma y poder afirmar así en el ámbito de lo creado aquel inefable sentido de Síntesis, el Centro Omega de todo proceso creador.

Podríamos representar la Ley del Espíritu como el impulso básico y esencial de la Creación y la Ley de la Materia como una expresión objetiva y mágica de aquel impulso, ordenando el proceso de la evolución de acuerdo con aquella parte del Espíritu presente en toda posible manifestación de forma, que llamamos Alma, Cualidad o Conciencia y situando entre el Espíritu y el Alma o entre el Alma y la forma física a aquellos excelsos, invisibles e inconcebibles Agentes divinos que llamamos Angeles o Devas, los fieles intérpretes de la Voluntad de Dios.

Y son precisamente tales misteriosos Agentes de la Divinidad, los que en la línea de nuestro estudio y en la honestidad de nuestras investigaciones esotéricas consideramos como las Semillas del Bien Cósmico. Del Espíritu a la Materia, siguiendo la inefable Ruta de los Dioses, el Espíritu del Bien, el impulso creador se reviste de substancia material, una substancia que los Angeles fabrican con ETER de todas las posibles densidades en el interior de aquel sublime Espacio que esotéricamente definimos como el Círculo-no-se-pasa de la evolución Logoica y más allá del cual se halla el Espacio contenedor de otro Universo en donde -utilizando inteligentemente la analogía- se inicia el Círculo-no-se-pasa o las fronteras cósmicas en donde otro sublime Logos ha encerrado el Karma de Su Vida para realizar un nuevo proceso creador y recorrer otro indescriptible Camino evolutivo. Pero, el Espíritu en la Materia, la cual representa el aspecto negativo del proceso, el aspecto del Mal, en el sentido del esfuerzo, de la lucha y del desesperado intento de redención o liberación halla también su representación en los Devas constructores de la Forma, en aquellos otros Agentes invisibles aunque eternamente presentes que en multiplicidad de huestes y jerarquías, laboran en el seno de la substancia material tratando de construir para el Espíritu divino la más adecuada expresión al Karma de Su Vida representado en las Leyes de la Necesidad que todos los Logos creadores acatan en los abismales repliegues de Sus insondables conciencias.


La Lucha del Bien y el Mal, la Base Mística de la Creación

Si las ideas que acabamos de exponer han sido adecuadamente interpretadas, se llegará fácilmente a la conclusión de que en las inmensas soledades cósmicas y en los divinos Espacios intermoleculares de donde extraen los Logos su inconcebible potencia creadora, existe una constante lucha -o quizás sería mejor decir un permanente intento de reconciliación- entre el Bien y el Mal, siendo tales actividades las precursoras de todo posible Universo ya que las Leyes de la Polaridad constituyen, como anteriormente señalamos, el eje mágico de la evolución alrededor del cual giran todas las expresiones de Vida cósmica, desde el inicio de una Nebulosa en substancia etérica de la más sublime sutilidad, hasta que el misterio alquímico de la substanciación angélica la convierte en un maravilloso Universo dotado de todas las infinitas cualidades de la Vida. Así, el orden universal sigue su marcha y el impulso creador eternamente renovado extrae del seno profundo del Espacio todo tipo de Eter cualificado que convenientemente estructurado por las Entidades Angélicas siguiendo un riguroso método de proporción y sabias medidas que son la esencia de sus vidas entregadas a la perfección de la Forma, se convertirá en el adecuado Cáliz que ha de contener el Verbo de la Experiencia, de la Visión y de la Revelación de un Logos creador.

Desde el ángulo de vista angélico, que es el que nos interesa captar y tratar de comprender, la lucha entre el Bien y el Mal tal como aparece ante nuestra humana visión, se aprecia como un claro intento de unión y reconciliación del Espíritu y la Materia, siendo los Angeles los misteriosos Agentes de tal intento. Toda su obra, desde el inicio del Sistema solar por medio de una Nebulosa hasta la consumación del último Manvántara, es de armonía y equilibrio, ya que su objetivo es la Forma perfecta. Desde un buen principio y utilizando la mecánica de una inteligencia más allá de nuestro alcance, elaboran la materia, la dignifican con sus vidas de armonía y le infunden un orden de proporción y de crecimiento que regirá las sabias medidas, justas y equilibradas a las cuales deberán ajustarse todas las formas expresivas de la Naturaleza. Estas sabias medidas que rigen la perfecta proporción de todas y cada una de las cosas creadas, fueron antaño un secreto iniciático que los grandes artistas del pasado lograron conquistar y las legaron al mundo de la construcción y del arte creador bajo la denominación técnica de medidas áureas o medidas solares. Estas medidas áureas que rigen las proporciones justas y correctas de todos los cuerpos físicos de la Naturaleza constituyen misteriosamente la conciencia de los Devas y es por medio de ellas que construyen las formas perfectas que admiramos por doquier, singularmente en el Reino vegetal en donde Dios, nuestro Logos solar, ha depositado por razones intimas de carácter cósmico Su especial preferencia. La perfección angélica, vista desde el ángulo más profundamente esotérico, viene determinada por la evolución de las medidas áureas que utilizan en su trabajo de construir formas de Materia para el Espíritu creador, pudiendo asegurar que tal perfección culmina siempre con la plasmación o realización de los llamados ARQUETIPOS, es decir, la encarnación perfecta de la Idea de Dios con respecto a un Plano de la Naturaleza, a un definido Reino, a una Raza humana, a una determinada especie dentro de un Reino o a un ser humano que alcanzó la liberación... El ARQUETIPO es, por tanto, el Centro místico del Intento creador, el vórtice de energía dinámica que preside el proceso incesante de la evolución. Realizar el Arquetipo presupone tanto para los Angeles como para los hombres el objetivo místico de la propia perfección; los hombres por la comprensión perfecta de las ideas sublimes encerradas en la Mente de Dios y constituyendo Misterios iniciáticos; los Angeles, porque supieron interpretar adecuadamente la forma de administrar tales Misterios y fueron capaces de construir en consecuencia la Estructura molecular idónea, sabiamente calculada y maravillosamente dispuesta para poder albergar aquel Cuerpo de Misterios que el hombre introducía en su interior. De esta manera, siempre veremos surgir del glorioso intento creador incontenibles huestes angélicas llevando escritas en sus radiantes auras magnéticas de sublime vibración las suaves medidas áureas a las cuales ajustan perennemente su acción en el tiempo las indescriptibles perfecciones cósmicas.

La perfección de un estado natural u original parece también, desde el ángulo psicológico, como una medida áurea o solar cuya singularidad y sentido de divina proporción son asimismo una obra angélica, de manera que si elevando la idea intelectual a la concepción sensible del verdadero artista creador tuviésemos que describir la obra de los Angeles en relación con la manifestación infinita de la Naturaleza, no podríamos hacerlo sino que en términos de sabias y armónicas proporciones, siendo esta perfección la que el hombre debe copiar psicológicamente de la Naturaleza como el único y adecuado Camino de Unión y Reconciliación con la Vida maravillosa de los Angeles.

Es al llegar a este punto de comprensión que la Vida del Universo, del planeta, de la Naturaleza o del hombre empieza a adquirir su verdadero significado y a considerar que la analogía -que es la medida proporcional por excelencia en orden al conocimiento superior- le deparará siempre al ser humano de espíritu investigador la clave mística del reconocimiento integral de todas las cosas. La Vida del Universo que es un concepto total en el sentido del conocimiento esotérico, se manifiesta como una Realidad cuya medida espiritual e inmaculado sentido de la proporción se hallan presentes en todas y cada una de las cosas de la Naturaleza, siendo todas ellas perfectas pues perfectas son -de acuerdo con su particular y bien definida misión- las fuerzas naturales o dévicas que siguiendo las directrices de las medidas y proporciones solares, construyen los elementos moleculares mediante los cuales son estructurados los Universos... La perfección de los estados de conciencia de los hombres y los exaltados impulsos de mística reverencia de sus almas espirituales, contemplados por un Deva de exaltada evolución, aparecerán siempre como suaves medidas de proporción cósmica. Por ello, cuando en escritos anteriores habíamos afirmado que el hombre es la medida de la Creación, no hacíamos sino preludiar estas otras afirmaciones sobre la proporción cósmica de esta medida y presentar a la humanidad como uno de los objetivos principales de la atención de Dios en esta presente fase de cumplimiento universal en lo que al planeta Tierra se refiere.
 


El Misterio del Espacio y del Tiempo

A medida que avanzamos en nuestro estudio esotérico sobre los Angeles, más grande es nuestra convicción de que la Trinidad compuesta por los aspectos de Vida, Conciencia y Forma se hallan presentes por doquier, no sólo en lo objetivo, concreto y tangible, sino también en los misteriosos mundos subjetivos en donde nuestros sentidos físicos no tienen todavía un pleno acceso, pero en donde nuestra mente investigadora que se ha hecho vulnerable a las sutilidades íntimas del Espacio, descubre un insospechable orbe lleno de las más complejas, bellas e inimitables formas. Llegamos a descubrir también, en alas de nuestro sentido investigador, áreas insospechables de vida y de conciencia bajo aspectos y figuras de entidades psicológicas y psíquicas, en aquellas místicas regiones consideradas hasta aquí como sutiles abstracciones filosóficas, es decir, las contenedoras o recipientes del Espacio y del Tiempo. Desde el momento en que hemos descubierto este nuevo y maravilloso mundo, lleno de mágicas influencias celestes flotando incesantemente a nuestro alrededor y hemos establecido un cierto e inteligente contacto con las fuerzas dévicas o angélicas de la Naturaleza, las más filosóficas abstracciones aparecen ante nuestra observación como actividades psicológicas y realidades científicas en todos los niveles posibles de vida y existencia en el dilatado campo expresivo de la Naturaleza.

Hemos llegado así a la conclusión de que el Espacio en su absoluta integridad es una Entidad psíquica, inteligente y de carácter angélico poseyendo una extraordinaria e insospechable capacidad de reacción a todas y cada una de nuestras actividades humanas, desde las más sencillas como el respirar y la asimilación de los alimentos hasta las que motivan las más audaces aventuras a la búsqueda de la Verdad espiritual más profunda e incluyente. Tales reacciones obedecen siempre, no lo olvidemos, a las sabias previsiones de la Divinidad en Su voluntad de registrar en Su omniabarcante Conciencia la experiencia psicológica, espiritual o mística que resulta del contacto del ser humano y de todos los demás seres vivientes de la Naturaleza con la Entidad Espacio, la cual, en cada uno de sus infinitos repliegues místicos, alberga a aquella otra Entidad Angélica, parte consubstancial de su Vida, que llamamos Tiempo y cuya acción, apreciada desde el ángulo esotérico, aparece como Energía, lo mismo que hacemos cuando consideramos la actividad de los Angeles o los Devas. El Espacio y el Tiempo guardan aparentemente una relación muy similar a la del Espíritu y la Materia, pudiendo ser medidas las naturales e inevitables reacciones del Espacio en aspectos de Tiempo, variando el concepto de Tiempo como Entidad, o como Energía, de acuerdo con la evolución de cada uno de los Universos que constituyen un Sistema cósmico o un grupo de Galaxias.

A medida que vayamos profundizando en la vida de los Devas, singularmente en la de Aquellos que de manera misteriosa constituyen la contraparte mística de la humanidad, nuevos conceptos filosóficos y más elevadas analogías aparecerán ante nuestras investigaciones, adquiriendo valores objetivos las más profundas abstracciones y reconociendo que todo cuanto existe es la obra de una prodigiosa hueste de Entidades dévicas, funcionando sincrónicamente con el Propósito infinito de una Voluntad Cósmica que trasciende por completo nuestro más elevado entendimiento. Pero, reconociendo el hecho, investigaremos las leyes divinas a nuestro alcance para intentar descubrir algunos de sus secretos o misterios, los cuales constituyen el objetivo de todas nuestras investigaciones ocultas. El primero de tales secretos será, sin duda, el reconocimiento intuitivo -que más adelante será científico- de que las múltiples Jerarquías Angélicas del Universo constituyen la Entidad Espacio; el segundo lo constituirá el reconocimiento de que las actividades de los seres humanos y de todas las humanidades y seres vivientes de los planetas de nuestro Sistema solar son las motivadoras de aquella otra indescriptible Entidad psicológica que en su integridad llamamos Tiempo. Resulta enormemente curioso y al propio tiempo singularmente aleccionador relacionar ambas Entidades con las ideas de Espíritu y Materia y, en una más técnica demostración objetiva, con las del Reino de los Angeles y el Mundo de los hombres. Se abre entonces un nuevo ciclo de investigación esotérica, el cual vendrá seguramente a demostrar que en toda universal actividad dentro de la infinita grandiosidad del Cosmos, concurren tres aspectos esenciales:

a. El Espacio
b. El Tiempo
c. El factor Luz, mediante el cual Espacio y Tiempo pueden ser relacionados.


Al llegar a esta conclusión, la idea más importante a considerar de acuerdo con nuestras investigaciones sobre el mundo dévico. es la inevitable relación Espacio - Luz - Tiempo con respecto a la producción de los ambientes sociales que se hallan en la base de las distintas civilizaciones y culturas de la humanidad y constituyen los aspectos fundamentales de la historia. Desde tal ángulo de vista podríamos llegar a una analogía de síntesis. Por ejemplo:

Démonos cuenta así que la historia que registran objetivamente los éteres del Espacio, o Memoria Cósmica de la Naturaleza, no es sino la condensación de las culturas que segregaron subjetivamente las grandes civilizaciones planetarias en el proceso eternamente incansable y vibrante de la evolución. Bastará recordar, en todo caso, cuanto hasta aquí fue dicho en relación con las vidas dévicas y sus incesantes contactos con la vida de la Naturaleza, de la cual el hombre forma parte, y considerar que las contracciones y dilataciones del éter que preludian las infinitas creaciones universales, son la obra de los trabajadores invisibles del mundo oculto, o devas constructores, los cuales, con la luz o la energía de sus vidas tejen -tal como místicamente se dice- todas las formas objetivas y subjetivas del Universo. De ahí que desde el ángulo esotérico, ciertas jerarquías dévicas o angélicas son consideradas el aspecto LUZ que ilumina, o la ENERGIA que vivifica los mares insondables del Espacio, de la misma manera que las actividades de los hombres en sus múltiples niveles determinan el fenómeno misterioso del Tiempo. De esta manera, el maravilloso enigma que subyace en el crecimiento de la más humilde planta, como el que se revela en la forma mística, esencialmente geométrica, de una delicada flor, de un pájaro o del propio ser humano, puede ser medido siempre en términos de Espacio y Tiempo, relacionados y vinculados por el factor Luz, constituyendo estos tres elementos la gloria infinita de la Divinidad en su incansable esfuerzo por SER y por REALIZAR, determinantes del proceso de la Evolución.

Si nos atenemos a estas conclusiones, cuando leamos o estudiemos las páginas de la historia planetaria y enfrentemos los hechos históricos creados por las distintas civilizaciones y culturas del pasado, nuestra mente investigadora penetrará, por analogía, en el carácter psicológico de los hombres que las crearon y comprobará la calidad específica de los Angeles que intervinieron en su manifestación y estructuración, ya se trate de las civilizaciones egipcia, helénica, etrusca o maya o aquella otra, de carácter cósmico, que produjo la gloria del Renacimiento, cuyas bases culturales constituyen todavía, en las postrimerías de este siglo XX, unos ARQUETIPOS de inspiración y perfección para la Raza humana.

Tal como hemos dicho en otras varias ocasiones, el hombre piensa y, consciente o inconscientemente, CREA y el Angel segrega de Sí la energía que corresponde al pensamiento humano; así, de acuerdo con la cualidad del mismo pacientemente ELABORA y CONSTRUYE las condiciones precisas de la existencia organizada de la humanidad. No existe, por tanto, Separatividad entre ambos mundos, el angélico y el humano, pues el sentido del axioma oculto ..la energía sigue al pensamiento es de orden cósmico y no existe impulso alguno de vida en el planeta o en el Universo que no halle en cualquier tipo de Deva la oportunidad infinita de manifestarse. Y esto no reza solamente para los Reinos inferiores de la Naturaleza y para la humanidad, sino también para los Reinos superiores, pues la historia es la misma, aunque escrita con distintos caracteres, en la Vida inconmensurable del Creador. El aspecto práctico de esta conclusión es que todos contribuimos con nuestros pensamientos, emociones y humanas actitudes a escribir la historia del tiempo, pero sólo los sabios conocedores serán capaces de recubrir sus imperecederas páginas con las doradas túnicas de la experiencia espiritual. Hay, pues, grandes responsabilidades en el orden individual y social, así como oportunidades múltiples de realización si se es consciente de la obra mística de la Naturaleza que la vida de los Angeles nos está constantemente señalando. Es sólo cuestión de abrir los ojos para ver y afinar cuidadosamente el oído para oír, pues todo está hecho ya de acuerdo con los grandes patrones históricos y Arquetipos sublimes vibrantes en los mundos ocultos, desde donde los Angeles, las energías espirituales que siguen y persiguen los pensamientos de los hombres, aguardan con infinita paciencia que la voluntad humana sea fuerte y audaz y decida penetrar con mente clara y corazón puro en sus divinos retiros e inconcebibles santuarios...

 

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