LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

http://www.sociedadteosofica.es/Libros/Blavatsky_ClaveTeosofia.pdf

por

H.P.B.

 


EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B. a todos sus discípulos para que aprendan y puedan enseñar a su vez


Capítulo VII

 

DE LOS VARIOS ESTADOS “POST MORTEM”

 

EL HOMBRE FÍSICO Y EL ESPIRITUAL

 PREG. Celebro saber que creéis en la inmortalidad del alma.

TEÓS. No “del alma”, sino del Espíritu divino; o mejor dicho, en la inmortalidad del Ego que se reencarna.

PREG. ¿Cuál es la diferencia?

TEÓS. Una muy grande en nuestra filosofía; mas ésta es una cuestión demasiado abstracta y difícil para tratarla poco detenidamente y de paso. Hemos de analizarla separadamente primero, y en conjunto después. Podemos principiar por el Espíritu.

Decimos que el Espíritu (el “Padre en Secreto” de Jesús), o Âtman, no es propiedad individual del hombre alguno, sino la esencia divina que carece de cuerpo y forma, que es imponderable, invisible e indivisible, aquello que no existe, y sin embargo es, como dicen del Nirvana los buddhistas. Ampara solamente al mortal, pues lo que penetra en él y llena su cuerpo entero son sólo sus omnipresentes rayos o luz proyectada por medio de Buddhi, su vehículo y emanación directa. Ésta es la razón secreta de las afirmaciones de casi todos los antiguos filósofos, cuando decían que “la parte racional del alma del hombre”24

24. Significando la palabra “racional”, en su sentido genérico, algo que emana de la Sabiduría Eterna.

nunca entraba completamente en él, pero que sólo lo amparaba más o menos por medio del alma irracional espiritual o Buddhi”25.

25. Irracional en el sentido de que, como pura encarnación de la Mente Universal, no puede tener en este plano de materia razón alguna individual propia; pero como la Luna, que recibe su luz del Sol y su vida de la Tierra, así también Buddhi, recibiendo su luz de sabiduría de Atma, alcanza sus cualidades racionales de Manas. Carece per se, como cosa homogénea, de atributo alguno.

PREG. Estaba en la idea de que sólo el “alma animal” era irracional, no la divina.

TEÓS. Tenéis que aprender la diferencia que existe entre lo que es “irracional” negativa o pasivamente, porque no está diferenciado, y lo que es irracional por ser demasiado activo y positivo. El hombre es una correlación de poderes espirituales, tanto como una correlación de fuerzas químicas y físicas, llamados a funcionar por lo que llamamos “principios”.

PREG. Mucho he leído sobre este asunto, y me parece que las nociones de los antiguos filósofos diferían mucho de las de los kabalistas de la Edad Media, si bien concuerdan en algunos puntos.

TEÓS. La diferencia más substancial entre ellos y nosotros es la que sigue: mientras nosotros creemos, con los neoplatónicos y las doctrinas orientales, que jamás el Espíritu (Âtma) desciende hipostáticamente en el hombre viviente, sino que sólo da su resplandor más o menos intenso al hombre interno (el compuesto psíquico y espiritual de los principios astrales), los kabalistas sostienen que el espíritu humano, separándose del Océano de luz y del Espíritu Universal penetra en el alma del hombre, donde permanece, durante la vida prisionero en la cápsula astral. Aún sostienen lo mismo todos los kabalistas cristianos, porque no son capaces de romper por completo con sus doctrinas antropomórficas y bíblicas.

PREG. ¿Y qué decís vosotros?

TEÓS. Decimos que sólo admitimos la presencia de la irradiación del Espíritu (o Âtma) en la cápsula astral; y tan sólo en lo que concierne a ese resplandor espiritual. Decimos que el hombre y el alma han de conquistar su inmortalidad por medio de la ascensión hacia la unidad; con la cual, si logran el éxito, quedarán unidas al fin, y en la que son finalmente absorbidas, por decirlo así. La individualización del hombre después de la muerte depende del espíritu, no de su alma y cuerpo. Aunque la palabra “personalidad”, en el sentido en que se entiende usualmente, es un absurdo si se aplica literalmente a nuestra esencia inmortal, sin embargo esta última es, como Ego nuestro individual, una entidad distinta, inmortal y eterna, per se. Sólo en el caso de tratarse de magos negros o de criminales cuya redención no es posible, criminales que así lo han sido durante una larga serie de vidas, el hilo brillante que une el espíritu al alma personal desde el momento del nacimiento de la criatura, es violentamente roto, y la entidad desencarnada se encuentra divorciada del alma personal, siendo esta última aniquilada, sin dejar en la primera la más leve impresión o rastro de sí misma. Si esta unión entre el manas inferior, o personal, y el Ego individual que se reencarna no ha sido efectuada durante la vida, entonces tócale al primero la suerte de los animales inferiores, que gradualmente se disuelven en el éter y cuya personalidad es aniquilada; pero aun entonces es el Ego un ser individual. En tal caso sólo pierde un estado devachánico (después de esa vida especial, y en este caso, por cierto, inútil) como personalidad idealizada, y se reencarna casi inmediatamente, después de haber disfrutado por corto espacio de tiempo de su liberación como espíritu planetario.

PREG. Declara “Isis sin Velo” que esos espíritus planetarios o Ángeles, “los dioses de los paganos o los Arcángeles de los cristianos”, jamás serán hombres de nuestro planeta.

TEÓS. Perfectamente. Pero no “estos” de que ahora tratábamos, sino algunas clases de Espíritus Planetarios más elevados, los cuales no serán jamás hombres en este planeta, porque son Espíritus libertados de un mundo primitivo anterior, y como tales, no pueden volver a ser hombres en esta Tierra. Sin embargo, todos éstos vivirán de nuevo en el próximo y mucho más elevado Mahâmanvantara, después de que esta “Gran Edad” y su “pralaya bráhmico” (un pequeño período de 16 cifras de años, poco más o menos) hayan pasado. Pues sabréis, sin duda, que la filosofía oriental nos enseña que la humanidad se compone de tales “Espíritus”, prisioneros en cuerpos humanos. La diferencia existente entre los animales y los hombres consiste en que los primeros están animados potencialmente por los “principios”; y los segundos lo están actualmente26. ¿Entendéis ahora la diferencia?

26. Véase Doctrina Secreta, vol. II (Comentarios).

PREG. Sí; pero esta especialización ha sido en todas las edades el gran obstáculo de los metafísicos.

TEÓS. Así es. Todo el esoterismo de la filosofía Buddhista está basado sobre esta doctrina misteriosa, comprendida por tan pocas personas y tan completamente falseada por muchos de los más profundos eruditos modernos. Hasta los metafísicos tienden a confundir el efecto con la causa. Un Ego que ha ganado su vida inmortal como espíritu, seguirá siendo el mismo yo interno en todo el curso de sus renacimientos en la Tierra; pero esto no quiere decir necesariamente que haya de seguir siendo el Sr. Smith o Brown que era en la Tierra, y que de lo contrario pierda su individualidad. Por consiguiente, el alma astral y el cuerpo terrestre del hombre pueden en el oscuro más allá ser absorbidos en el Océano cósmico de los elementos sublimados; el hombre llega a dejar de sentir su último ego personal (si no ha merecido elevarse más) y seguir aún el Ego divino, siendo la misma entidad inalterable, si bien aquella experiencia terrestre de su emanación puede quedar totalmente borrada en el momento de separarse del indigno vehículo.

PREG. Si el “espíritu” o la porción divina del alma es de toda eternidad preexistente como ser determinado, según Orígenes, Sinesio y otros filósofos semicristianos y semiplatónicos enseñaron; y si es la misma alma, metafísicamente objetiva y nada más, ¿cómo puede ser de otra manera más que eterna? ¿Y qué importa en tal caso que un hombre lleve una vida pura o animal si, haga lo que quiera, nunca puede perder su individualidad?

TEÓS. Esa doctrina, conforme acabáis de exponerla, es tan perniciosa en sus consecuencias como lo es la reparación de las faltas por medio de la intervención de un delegado. Si este último dogma, junto con la falsa idea de que todos somos inmortales, hubiese sido demostrado al mundo bajo su verdadero aspecto, su propagación hubiese mejorado a la humanidad.

Permitidme que os vuelva a repetir que Pitágoras, Platón, Timeo de Locres y la antigua Escuela Alejandrina derivaban el alma del hombre (o sus “principios” y atributos más elevados), del Alma Universal del mundo, siendo esta última, según sus enseñanzas, Aether (Pater–Zeus). Ninguno de esos “principios”, por lo tanto, puede ser la esencia pura, sin mezcla, del Monas Pitagórico o de nuestro Âtmâ–Buddhi; porque el Anima Mundi sólo es el efecto, la emanación subjetiva, o mejor dicho, la radiación del Monas. El espíritu humano (la individualidad), el Ego espiritual que se reencarna, y Buddhi, el alma espiritual, son preexistentes. Pero mientras el primero existe como entidad distinta, o individualización, el alma existe como aliento que preexiste y es parte inconsciente de un todo inteligente. Ambos fueron formados en su origen del Océano Eterno de Luz. Pero, según se expresaron los filósofos del fuego (los teósofos de la Edad Media), hay en el fuego un espíritu visible y otro invisible. Establecían una diferencia entre el ánima bruta y el ánima divina. Empédocles creyó firmemente que todos los hombres y animales poseían dos almas; y vemos que Aristóteles llama a una el alma que raciocina, nouç, y a la otra el alma animal, yuch. Según esos filósofos, el alma que raciocina viene dentro del Alma universal, y la otra, de fuera.

PREC. ¿Llamaríais materia al alma, es decir, al alma humana que piensa, o sea lo que llamáis ego?

TEÓS. Materia no, pero substancia sí, seguramente; ni tampoco rehuiremos la palabra “materia”, siempre que venga unida al adjetivo primordial. Decimos que esta materia es coeterna con el Espíritu y que no es nuestra materia visible, tangible y divisible, sino su sublimación extrema. El Puro Espíritu no es sino un cambio del no espíritu o el Todo absoluto. A menos de admitir que el hombre ha sido evolucionado de este Espíritu–Materia primordial, y representa una escala regular progresiva de “principios” desde la meta espíritu hasta la materia más grosera, ¿cómo podremos jamás considerar como inmortal al hombre interno y a la vez considerarlo como entidad espiritual y hombre mortal?

PREG. ¿Por qué, entonces, no creéis en Dios como tal entidad?

TEÓS. Porque lo que es infinito e incondicionado no puede tener forma alguna ni puede existir como ser, al menos en ninguna filosofía oriental digna de este nombre. Una “entidad” es inmortal, mas sólo en su última esencia, no en su forma individual. En el último punto de su ciclo es absorbida en su naturaleza primordial, y se vuelve espíritu mando pierde su nombre de entidad.

Su inmortalidad como forma está limitada únicamente a su ciclo, de vida o al Mahâmanvantara; después de lo cual es una e idéntica con el espíritu Universal, y no ya una entidad separada. En cuanto al alma personal (lo que entendemos como la chispa de conciencia que conserva en el Ego Espiritual la idea del “yo” personal de la última encarnación), subsiste como recuerdo distinto, separado únicamente durante el período devachánico; después del cual es agregada a la serie de otras innumerables encarnaciones del Ego, como el recuerdo en nuestra memoria de un día en una serie de días, al cabo de un año. ¿Limitaréis a condiciones finitas la infinitud que reclamáis para vuestro Dios? Únicamente aquello que está indisolublemente cimentado por Âtma (es decir, Buddhi–Manas) es inmortal. El alma del hombre (esto es, de la personalidad), per se no es inmortal, ni eterna, ni divina. Dice el Zohar: “El alma, cuando es enviada a esta Tierra, se reviste de un hábito terrenal para preservarse aquí abajo; y del mismo modo recibe arriba una brillante vestidura que la hace capaz de mirar sin daño en el espejo cuya luz procede del Señor de la Luz”. Además, el Zohar enseña que el alma no puede alcanzar la mansión de la gloria hasta haber recibido el “ósculo santo” o reunión del alma con la substancia de la que emanara (el espíritu). Todas las almas son duales y son un principio femenino, mientras que el espíritu es masculino. Encarcelado en el cuerpo, el hombre es una trinidad, a no ser que su corrupción sea tan grande, que cause su divorcio con el espíritu. “Desgraciada el alma que prefiera el himeneo sensual, con su cuerpo terrestre a su divino esposo (el espíritu)”dice un texto de una obra hermética, el Libro de las Claves. ¡Ay de ella, en efecto, porque ningún recuerdo de aquella personalidad quedará registrado en la imperecedera memoria del Ego!

PREG. ¿Y cómo aquello que si no ha sido dado por Dios al hombre, según vuestra propia confesión, es de idéntica substancia que lo divino, puede dejar de ser inmortal?

TEÓS. Cada átomo y parte de materia, así como de substancia, es imperecedero en su esencia, mas no en su conciencia individual. La inmortalidad sólo es la propia conciencia no interrumpida, y difícilmente puede la conciencia personal durar más tiempo que la personalidad misma. Esta conciencia, como ya os dije, sobrevive tan sólo durante el período devachánico, después del cual es reabsorbida en la conciencia individual primero y en la universal después.

Preguntad a vuestros teólogos por qué han alterado tan profundamente las escrituras judaicas. Leed la Biblia, si queréis tener una buena prueba de que especialmente los escritores del Pentateuco y del Génesis jamás consideraron a nephesh, el soplo con que Dios dotó a Adán (Gén. cap. II, 7), como alma inmortal. He aquí algunos ejemplos: –”Y Dios creó… a cada nephesh (vida), que se mueve” (Gén. I, 21), refiriéndose a los animales; y dice el Génesis (II, 7): “Y el hombre se volvió un Nephesh” (alma viviente), lo que demuestra que la palabra nephesh se aplicaba indiferentemente tanto al hombre inmortal como al animal mortal. “Y seguramente os pediré la sangre de vuestro nepheshim (vidas); lo pediré a cada animal y al hombre” (Gén. IX, 5. “Huye por tu nephesh” (Gén. XIX, 17). “No le matemos”, dice la versión inglesa (XXXVII, 21). “No matemos a su nephesh”, dice el texto Hebraico. “Nephesh por nephesh”, dice el Levítico. “Aquel que mate a cualquier hombre será seguramente muerto”; literalmente, “Aquel que mate al nephesh de un hombre” (Lev. XXIV, 17). “Y el que mata a un animal (nephesh) tiene que pagarlo… Animal por animal”, en vez del texto que dice: “nephesh por nephesh”. ¿Cómo podría el hombre matar lo que es inmortal? Y esto también explica por qué los saduceos negaban la inmortalidad del alma; como también prueba que, muy probablemente, los judíos mosaicos (los no iniciados al menos) jamás creyeron en la supervivencia del alma.

 

DE LA RECOMPENSA Y CASTIGO ETERNOS, Y DEL NIRVANA

PREG. Juzgo que está casi de más preguntaros si creéis en los dogmas cristianos del Paraíso y el Infierno, o en recompensas y castigos futuros, según enseñan las Iglesias Ortodoxas.

TEÓS. Los rechazamos en absoluto, en la forma que los presentan sus catecismos; y menos aún aceptaríamos jamás su eternidad. Pero creemos firmemente en lo que llamamos la Ley de retribución, y en la justicia y sabiduría absolutas que rigen esa ley, o Karma. Por lo tanto, nos negamos terminantemente a compartir la creencia cruel y antifilosófica de la recompensa o castigo eternos. Decimos con Horacio:

Fíjense las reglas que nuestro furor repriman
Y castíguense las culpas con pena proporcionada;
Mas no destruyáis a aquel que merece sólo
Un latigazo por la falta cometida.

Ésta es una regla para todos los hombres, y una regla justa. ¿Hemos de creer que Dios, que según vosotros es la personificación de toda sabiduría, amor y misericordia, tiene en menor grado esos atributos que el hombre mortal?

PREG. ¿Tenéis algunas razones para rechazar ese dogma?

TEÓS. Nuestro principal motivo se apoya en la reencarnación. Como ya he dicho, no admitimos la idea de la creación de una nueva alma para cada niño recién nacido. Creemos que todo ser humano es el vehículo de un Ego, coetáneo con todos los demás Egos; porque todos los Egos son de la misma esencia y pertenecen a la emanación primera de un Ego Universal infinito. A este último lo llama Platón el Logos (o segundo Dios manifestado); y nosotros, el principio divino, manifestado, que es uno con la inteligencia o alma universal; y no el Dios antropomórfico, extracósmico y personal, en quien tantos deístas creen. No confundáis.

PREG. ¿Pero por qué, desde el momento en que aceptáis un principio manifestado, no habéis de creer que el alma de cada nuevo ser es creada por aquel Principio así como lo fueron antes todas las almas?

TEÓS. Porque lo que es impersonal mal puede crear, proyectar y pensar a su antojo. Existiendo una Ley universal, inmutable en sus manifestaciones periódicas de radiación y expresión de su propia esencia, al principio de cada nuevo ciclo de vida, no se le puede atribuir la creación de los hombres con el solo objeto de arrepentirse después de unos cuantos años de haberlos creado. Si hemos de creer en algún principio divino, ha de ser en aquel que representa la armonía, la lógica y la justicia absolutas, como es el amor, la sabiduría y la imparcialidad absolutas; y un Dios que crease a cada alma para una vida de breve duración, sin preocuparse de si había de animar el cuerpo de un hombre rico y feliz, o el de un pobre miserable que sufre, desgraciado desde que nace hasta que muere, sin haber hecho nada para merecer su cruel destino, más bien que un Dios, sería un demonio implacable 27.

27. Véase más adelante: “De la recompensa y castigo del Ego.”

Ni los mismos filósofos judíos, creyentes en la Biblia Mosaica (esotéricamente, se entiende), jamás concibieron semejante idea. Además creían, tal como nosotros, en la reencarnación.

PREG. ¿Podéis darme algunos ejemplos en prueba de ello?

TEÓS. Seguramente. Filón Judeo dice (De Somiis, pág. 455): “El aire está lleno de ellas (de almas); las que se hallan más cerca de la Tierra descienden para ser unidas a los cuerpos mortales, palindomouçin auqiç, y vuelven a otros cuerpos, deseando vivir en ellos”. Según se ve en el Zohar, el alma defiende ante Dios su libertad: “¡Dios del Universo!”, dice “Soy tan feliz en este mundo y no deseo ir a otro, donde seré una sierva expuesta a toda clase de corrupciones28.

28. Zohar, vol. II, pág. 9.

La doctrina de la necesidad fatal, la inmutable y eterna Ley, queda afirmada en la respuesta de la Divinidad: “Contra tu voluntad te conviertes en embrión, y contra tu voluntad naces29.

29. Mishna, Aboth, vol .IV, pág. 19.

Incomprensible, sería la luz sin la oscuridad que la hace manifiesta por el contraste; el bien no sería el bien, sin el mal, que nos enseña la naturaleza inapreciable del primero; y la virtud personal ningún mérito tendría a no haber pasado precisamente por las tentaciones. Fuera de la Deidad oculta, nada hay eterno y permanente. Nada de lo que es finito –sea porque tuvo un principio o debe tener un fin– puede quedar estacionado. Ha de progresar o retroceder; y un alma que aspira a la reunión con su espíritu, único que puede conferir la inmortalidad, ha de purificarse a través de las transmigraciones cíclicas, en su camino hacia la única región de gloria y eterno descanso, llamada en el Zohar “El Palacio del Amor”; “Moksha, en la religión Hindú; “El Pleroma de la luz eterna”, entre los Gnósticos, y “Nirvana” entre los Buddhistas. Y todos estos estados no son eternos, sino temporales.

PREG. Sin embargo, en esto no se trata de reencarnación.

TEÓS. A un alma que suplica se le concede permanecer en donde se encuentra, debe ser preexistente, y no haber sido creada para aquella ocasión. Sin embargo, aún hay otra prueba mejor en el Zohar. Hablando de los Egos que se reencarnan (las almas racionales), aquellos cuya última personalidad ha de desaparecer por completo, dice: “Todas las almas que no son inocentes en este mundo, en el cielo se han apartado ya del Santo único bendito sea su Nombre; se han precipitado ellas mismas en un abismo, a riesgo de su propia existencia, y han anticipado el momento en que han de volver [una vez más a la tierra]. “El Santo único” significa aquí, esotéricamente, el Âtman o Âtmâ–Buddhi.

PREG. Por otra parte, es muy extraño que nos hablen del “Nirvana” como de algo sinónimo del Reino de los Cielos, o Paraíso, ya que, según todos los Orientalistas de fama, el Nirvana es sinónimo de aniquilamiento.

TEÓS. Considerado literalmente, respecto a la personalidad y a la materia diferenciada, sí; pero no de otro modo. Esas ideas acerca de la reencarnación y la trinidad del hombre las sostuvieron muchos de los primeros Padres Cristianos. La confusión originada por los traductores del Nuevo Testamento y de los antiguos tratados filosóficos, acerca del alma y el espíritu, fue la causa que produjo tantas desavenencias y errores. Es también una de las muchas razones por las que Buddha, Plotino y tantos otros iniciados son acusados actualmente de haber aspirado a la extinción total de sus almas la –” absorción en la Deidad” o “reunión con el alma universal”– lo que significa, según las ideas modernas, aniquilamiento. El alma personal tiene, por supuesto, que ser desintegrada en sus partículas, antes que pueda fundir para siempre su existencia más pura con el Espíritu inmortal. Pero los traductores de los Hechos, así como de las Epístolas, que presentaron los fundamentos del Reino de los Cielos; y los comentadores modernos del Sutra Buddhista de la fundación del Reino de la Justicia, han alterado tanto el sentido del gran apóstol del Cristianismo como el del gran reformador de la India. Los primeros han desfigurado la palabra psuchicos (...); así es que ningún lector puede imaginarse que tenga relación alguna con el alma; y por efecto de esa confusión entre el alma y el Espíritu, los que leen la Biblia sólo obtienen en esta materia un sentido falseado. Por otra parte, los intérpretes de Buddha no han sabido comprender el significado y el objeto de los cuatro grados Buddhistas de Dhyâna. Preguntad a los Pitagóricos si ese espíritu, que da vida y movimiento, y participa de la naturaleza de la luz, puede ser reducido a la no entidad. ¿Puede el espíritu, sensible hasta en los animales que ejercitan la memoria, una de las facultades racionales, morir y volver a la nada?, observan los Ocultistas. En la filosofía Buddhista, la aniquilación sólo significa una dispersión de la materia, en cualquier forma o apariencia de forma que sea, porque todo cuanto posee una forma es temporal y, por lo tanto, realmente una ilusión. Para la eternidad, los más largos períodos del tiempo pueden compararse a un abrir y cerrar de ojos; y así ocurre respecto a la forma. Antes que tengamos tiempo de darnos cuenta de su existencia, ha desaparecido y pasado para siempre, como el resplandor instantáneo del relámpago. Cuando la entidad espiritual rompe para siempre con cada partícula de materia, substancia o forma, y vuelve a ser un hálito espiritual, sólo entonces es cuando penetra en el eterno invariable Nirvana, viviendo tanto tiempo como duró el ciclo de vida: una eternidad verdaderamente. Y entonces aquel hálito, existiendo en espíritu, no es nada porque es todo; como forma, apariencia o figura, es por completo aniquilado; como espíritu absoluto, aún es, porque se ha convertido en la Egoeidad. La frase: “absorbido en la esencia universal”, que se usa cuando se habla del alma como espíritu, significa: unión con. Jamás puede significar aniquilamiento, que implicaría separación eterna.

PREG. ¿No os exponéis a la acusación de predicar el aniquilamiento, dado el lenguaje que empleáis? Pues acabáis de hablar del alma del hombre que vuelve a sus primeros elementos.

TEÓS. Olvidáis que he tratado de las diferencias existentes entre los varios significados de la palabra “alma” y demostrado la vaguedad con que ha sido traducido hasta ahora el término “espíritu”. Hablamos del alma animal, humana y espiritual, y distinguimos entre ellas. Platón, por ejemplo, llama “alma racional” a lo que nosotros llamamos buddhi, añadiendo el adjetivo “espiritual”; pero a lo que llamamos el Ego que se reencarna, Manas, lo llama espíritu, Nous, etcétera; y aplicamos el término Espíritu, sólo y sin calificación alguna, a Âtma únicamente. Confirma Pitágoras nuestra doctrina arcaica al decir que el Ego (Nous) es eterno con la Deidad; que el alma sola pasa por varios grados para alcanzar la excelencia divina, mientras que thumos vuelve a la tierra, y hasta el phren, el Manas inferior, queda eliminado. Además define Platón el alma (buddhi) como “el movimiento capaz de moverse a sí mismo”. “El alma –añade (Leyes X)– es la más antigua de todas las cosas, y el principio, del movimiento”; llamando así a Âtmâ–Buddhi, “alma”, y a Manas, “espíritu”, lo que no hacemos nosotros.

“El alma fue creada antes que el cuerpo, y éste es posterior y secundario, siendo, según la naturaleza, gobernado por el alma.” “El alma, que rige todas las cosas que se mueven en cada dirección, rige igualmente los cielos. El alma, por lo tanto, gobierna todas las cosas en el cielo y en la tierra, así como en el mar, por sus movimientos, cuyos nombres son: querer, considerar, vigilar, consultar, formar opiniones justas y erróneas, tener alegría, pena, confianza, miedo, odio, amor, junto con todos aquellos movimientos primitivos que están unidos a éstos. Siendo una diosa, siempre tiene a Nous, un dios, por aliado, y ordena todas las cosas correcta y felizmente; pero cuando se une a Annoia (no a Nous), trabaja en todas las cosas en opuesto sentido.”

En este lenguaje, así como en los textos buddhistas, se considera lo negativo como existencia esencial. El aniquilamiento está explicado de un modo semejante. El estado positivo es el ser esencial, pero, no la manifestación como tal. En lenguaje Buddhista, cuando entra el espíritu en el Nirvana, pierde la existencia objetiva, pero conserva el ser subjetivo. Para las inteligencias objetivas, esto es convertirse en absolutamente nada, y para las subjetivas, en NINGUNA COSA, en nada que pueda ser manifestado a los sentidos. Por consiguiente, su Nirvana significa la certidumbre de la inmortalidad individual en espíritu, no en alma, la cual, si bien es “la más antigua de todas las cosas”, es, sin embargo, en unión con todos los demás Dioses, una emanación finita en formas e individualidad, si no en substancia.

PREG. No comprendo bien aún la idea, y os agradecería la desarrollaseis por medio de algunos ejemplos.

TEÓS. No cabe duda que es muy difícil de comprender, y especialmente para el que ha sido educado en las ideas ortodoxas comunes de la Iglesia Cristiana. Debo además deciros que, a no ser que hayáis estudiado perfectamente las funciones separadas asignadas a todos los “principios” humanos, y el estado de todos ellos después de la muerte, difícilmente comprenderéis nuestra filosofía Oriental.

 

DE LOS VARIOS “PRINCIPIOS” EN EL HOMBRE

PREG. Mucho he oído acerca de esa constitución del hombre “interno”, como vosotros la llamáis, pero nunca pude entenderla.

TEÓS. Es “confusa”, sin duda, y muy difícil, como decís, el entenderla correctamente y saber distinguir entre los diferentes aspectos llamados por nosotros los “principios” del Ego real. Y lo es tanto más cuanto que existe una diferencia notable entre las varias escuelas Orientales respecto a la enumeración de esos principios, aun cuando en el fondo la base de la doctrina es idéntica.

PREG. ¿Os referís acaso, como ejemplo, a los Vedantinos? ¿No reducen éstos los siete “principios” de que habláis a cinco solamente?

TEÓS. Así lo hacen; pero, sin querer discutir este punto con un vedantino instruido, puedo decir, sin embargo, como opinión mía particular, que tienen un motivo claro y evidente para hacerlo así. Para ellos, lo que se llama el hombre, es únicamente ese conjunto espiritual que consiste en varios aspectos mentales, no mereciendo el cuerpo físico, según ellos, sino el más profundo desprecio y siendo una pura ilusión. Y no es la Vedanta la única filosofía que lo aprecia de este modo. Lao–Tse, en su Tao–te–King, sólo menciona cinco principios, porque, del mismo modo que los vedantinos, deja de incluir dos principios, que son el espíritu (alma) y el cuerpo físico, al que llama “el cadáver”. Hay también la Escuela Taraka Rajá Yoga. Su doctrina, en efecto, sólo reconoce tres “principios”; pero, en realidad, su Sthulopadi o cuerpo físico, en estado de vela consciente; su Sukshmopadhi, el mismo cuerpo en Svapna o estado de ensueño, y su Karanopadhi, “cuerpo causal” o lo que pasa de una encarnación a otra, son todos duales en sus aspectos, y de este modo forman seis. Agregad a éstos Âtma, el principio divino impersonal o el elemento inmortal en el hombre, indistinguible del Espíritu Universal, y tendréis los mismos siete principios30. Bien hacen en atenerse a su división; nosotros conservamos la nuestra.

30. Véase Doctrina Secreta, Vol. I, para una explicación más clara.

PREG. Según eso, parece que es casi la misma división establecida por los místicos cristianos, o sea: cuerpo, alma y espíritu.

TEÓS. Exactamente la misma. Fácilmente podríamos hacer del cuerpo el vehículo del “doble vital “; de este último, el vehículo de la Vida o Pranâ; de Kâma–Rûpa, o alma (animal) el de la inteligencia superior e inferior, y hacer seis principios, coronándolos todos el espíritu uno inmortal. En Ocultismo cada cambio calificativo en el estado de nuestra conciencia da al hombre un nuevo aspecto, y si prevalece y llega a formar parte del Ego viviente y activo, debe recibir (y recibe) un nombre especial para distinguir entre el hombre en ese estado particular y ese mismo hombre cuando se halla en un estado distinto.

PREG. Esto es precisamente lo difícil de entender.

TEÓS. Me parece, al contrario, muy fácil una vez comprendida la idea esencial, es decir que obra el hombre en un plano u otro de conciencia, en estricta conformidad con su condición mental y espiritual. Pero tal es el materialismo de nuestra época, que cuanto más nos explicamos, menos capaz de entendernos parece la gente. Dividid al Ser terrestre llamado hombre en tres aspectos principales, porque a no ser que lo consideréis como un simple animal, no podréis menos que hacerlo así, considerad su cuerpo objetivo; luego, el principio reflexivo que está en él (que sólo es algo más elevado que el elemento instintivo en el animal) o alma vital consciente; y, por último, aquello que lo coloca tan inconmensurablemente por encima del animal, es decir, el alma que razona o “espíritu”. Si tomamos esos tres grupos o entidades representativas, y las subdividimos conforme enseña la Doctrina Secreta, ¿qué resulta?

Ante todo, el espíritu (en el sentido de lo Absoluto, y. por consiguiente, el todo indivisible) o Âtma. Como éste no puede ser localizado ni limitado en filosofía, siendo simplemente aquello que es en la Eternidad, y que no puede estar ausente del punto geométrico o matemático más pequeño del Universo de la materia o substancia, no debiera en manera alguna llamarse principio “humano”. Es todo lo más, en Metafísica, aquel punto que la Mónada humana y su vehículo, el hombre, ocupan en el espacio durante el período de cada vida. Ahora bien; este punto es tan imaginario como el hombre mismo, y es en realidad una ilusión, un maya; mas, para nosotros, así como para los demás Egos personales, somos una realidad durante ese momento de ilusión llamada vida, por lo que hemos de tenernos en cuenta a nosotros mismos, en nuestra imaginación por lo menos. Con objeto de hacerlo más concebible para la inteligencia que intenta por primera vez el estudio del Ocultismo y la solución del abecé del misterio del hombre, el Ocultismo llama a ese séptimo principio la síntesis del sexto, y le da por vehículo el alma espiritual, Buddhi. Pues bien; este último encierra un misterio que jamás es revelado a nadie, excepto a los chelas ligados irrevocablemente por juramento, o a lo más a aquellos en quienes se puede confiar sin temor alguno. Es claro que si pudiera decirse habría menos confusión; pero como esto está directamente relacionado con el poder de la proyección del doble personal, conscientemente y a voluntad; y como este don, del mismo modo que el “anillo de Gijes” resultaría fatal para el hombre en general y pasa el poseedor de esa facultad en particular, se oculta cuidadosamente. Mas volvamos a los “principios”. Esa alma divina, o Buddhi, es el vehículo del Espíritu. Los dos unidos son uno solo, impersonal y sin atributo alguno (en este plano, por supuesto), y hacen dos “principios” espirituales. Si pasamos ahora a considerar el alma humana, Manas o mens, todos convendrán en que la inteligencia del hombre es por lo menos dual, es decir: el hombre de inteligencia superior, difícilmente puede confundirse con el hombre inferior; el hombre muy intelectual y espiritual se halla separado por un abismo del hombre obtuso, torpe y material, quizás de tendencias animales.

PREG. Pero ¿por qué no se ha de representar al hombre por dos “principios” o dos aspectos?

TEÓS. Cada hombre lleva en sí esos dos principios, uno más activo que el otro, y sólo en raros casos uno de los dos se ve paralizado por completo, por decirlo así, en su crecimiento o desarrollo, por la fuerza y predominio del otro aspecto, en cualquier dirección. Éstos son, pues lo que llamamos los dos principios o aspectos de Manas, el superior y el inferior; el primero, el Manas superior o Ego consciente y reflexivo, gravita hacia el alma espiritual (Buddhi); y el último, o su principio instintivo, es atraído hacia Kama, centro de los deseos animales y de las pasiones en el hombre. Tenemos de este modo demostrados cuatro “principios”, de los cuales los tres últimos son: 1) el “doble” que hemos convenido en llamar alma protea o plástica, 2) el principio de vida, y 3) el cuerpo físico. Ningún fisiólogo o biólogo, por supuesto, aceptará esos principios, ni los comprenderá tampoco. Y por esto quizás ninguno de ellos comprende hasta ahora las funciones del bazo, el vehículo físico del doble proteo, o las de cierto órgano situado en el lado derecho del hombre, centro de los deseos más arriba mencionados; ni tampoco nada sabe acerca de la glándula pineal, que describe como una glándula que contiene un poco de arena, cuando verdaderamente es el propio centro de la más elevada y divina conciencia en el hombre, su inteligencia omnisciente espiritual, que todo lo abraza. Y esto os demostrará aún más claramente que ni hemos inventado esos siete principios, ni son tampoco nuevos en el mundo de la filosofía, como podemos probar fácilmente.

PREG. Pero ¿qué es lo que se reencarna, según vuestra creencia?

TEÓS. El Ego Espiritual pensante, el principio permanente en el hombre, aquello que es centro de Manas. El hombre individual o divino no es Âtma, ni tampoco Âtmâ–Buddhi, considerado como la Mónada dual, sino Manas; porque Âtman es el Todo Universal y se convierte en el Yo SUPREMO del hombre sólo en conjunción con Buddhi, su vehículo, que LO une a la individualidad (u hombre divino). Buddhi–Manas es lo que llaman los Vedantinos el Cuerpo–Causal (los Principios 5º y 6º unidos), el cual es la conciencia que LO enlaza a cada personalidad en que mora en la Tierra. Por consiguiente, siendo el alma un término genérico, hay en los hombres tres aspectos de alma: el terrestre o animal; el alma humana, y el Alma Espiritual; y todas éstas, estrictamente hablando, son un alma sola bajo tres aspectos. Ahora bien; del primer aspecto, nada queda después de la muerte; del segundo (nous o Manas), sólo su esencia divina, si quedó sin mancha, sobrevive; mientras que el tercero, además de ser inmortal, se convierte conscientemente en divino, por la asimilación de Manas superior. Pero, para mayor claridad, hemos de decir, ante todo, algunas palabras acerca de la Reencarnación.

PREG. Haréis bien, porque esa doctrina es la que vuestros enemigos combaten con mayor energía y empeño.

TEÓS. ¿Os referís a los espiritistas? Lo sé, y muchas son las objeciones absurdas, tejidas laboriosamente por ellos, que hallamos en las páginas de la revista Light (Luz). Tan groseros y malévolos son algunos, que nada los detiene. Últimamente encontró uno de ellos una contradicción, que discute gravemente en una carta dirigida a aquel periódico, en dos puntos sacados de las conferencias de Sinnet: Descubre en las dos frases siguientes esta importante contradicción:

“Los regresos prematuros a la vida terrestre, cuando así ocurre, pueden ser debidos a alguna complicación kármica…“; y “no existe accidente en el supremo acto de dirigir la justicia divina la evolución”. Tan profundo pensador encontraría seguramente una contradicción en la ley de la gravedad si un hombre extendiese la mano para impedir que una piedra, en su caída, le rompiese la cabeza a un niño.

    

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TEOSOFIA: Curso de Estudio Introductorio

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John Algeo

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Recapitulación


Caminante son tus huellas
el camino nada más;
caminante no hay camino
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino
sino estelas sobre el mar.

Red Iberoamericana de la Voluntad al Bien y la Buena Voluntad

Quetzal como representante del puente entre el aguila del norte y el condor del sur. El Quetzal es intercambiable con el símbolo de Quetzalcóatl-Kukulcan, el Avatar de Venus.

 

 

 

2011-02-24