LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA

http://www.sociedadteosofica.es/Libros/Blavatsky_ClaveTeosofia.pdf

por

H.P.B.

 


EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Dedicada por H. P. B. a todos sus discípulos para que aprendan y puedan enseñar a su vez


Capítulo XIV

 

LOS MAHATMAS TEOSÓFICOS

 

¿SON “ESPÍRITUS DE LUZ” O "DUENDES MALDITOS"?

 PREG. ¿Quiénes son, en fin, esos que llamáis vuestros “Maestros”? Dicen algunos que son “espíritus” u otra clase cualquiera de seres sobrenaturales, mientras que otros los consideran como “mitos”.

TEÓS. No son ni lo uno ni lo otro. Oí decir una vez, a una persona extraña a la Sociedad Teosófica, que eran una especie de sirenas masculinas o cosa por el estilo. Pero si hacéis caso de lo que dice la gente, jamás podréis formaros de ellos un concepto exacto. En primer lugar, son hombres vivientes, que han nacido como nosotros y están condenados a morir como los demás mortales.

PREG. Sí, pero dicen que algunos de ellos tienen mil años. ¿Es esto cierto?

TEÓS. Tan cierto como haberle crecido milagrosamente el pelo a Sagpat de Meredith. A la verdad, como al “Idéntico”, ningún instrumento teosófico ha podido cortarlo hasta hoy. A pesar de nuestras negaciones, y por más que nos esforzamos en convencer a la gente, cada día son más absurdas las invenciones. He oído decir que Matusalén contaba 969 años; pero no teniendo obligación de creer en ella, me he reído de esta afirmación, por lo que fui considerada por muchos, desde aquel día, como hereje y blasfema.

PREG. Pero, hablando seriamente: ¿es su vida más larga que la ordinaria de los hombres?

TEÓS. ¿A qué llamáis vida ordinaria? Recuerdo haber leído en el Lancet el caso de un mexicano que tenía cerca de 190 años; pero jamás he sabido de mortal alguno, profano o Adepto, que haya podido vivir ni siquiera la mitad de los años atribuidos a Matusalén. Algunos adeptos exceden bastante de lo que llamáis vida ordinaria; sin embargo, esto nada tiene de milagroso, y muy pocos entre ellos aspiran a vivir largo tiempo.

PREG. ¿Pero qué significa realmente la palabra “Mahatma”?

TEÓS. Sencillamente, “gran alma”, grande por su elevación moral y capacidad intelectual. Si el título de “grande” se aplica a un soldado ebrio como Alejandro, ¿por qué no habríamos de llamar “grandes” a aquellos que han realizado en los secretos de la Naturaleza conquistas mucho más grandes que la de Alejandro en los campos de batalla? Además, ese nombre es una palabra hindú muy antigua.

PREG. ¿Y por qué los llamáis “Maestros”?

TEÓS. Les damos ese nombre porque son nuestros Maestros, y porque de ellos hemos derivado todas las verdades teosóficas por más imperfectamente que las hayamos expresado algunos de nosotros y comprendido otros. Son hombres de gran instrucción, a los que designamos con el nombre de Iniciados, y cuya santidad de vida es aún mayor. No son ascetas en el sentido ordinario del término, aunque seguramente permanecen apartados de la agitación y de las luchas del mundo occidental.

PREG. ¿Acaso no es egoísmo de su parte el aislarse de tal modo?

TEÓS. ¿Dónde está el egoísmo? ¿No prueba acaso sobradamente la situación creada a la Sociedad Teosófica que el mundo no está preparado a reconocerlo ni a aprovechar sus enseñanzas? ¿Qué utilidad reportaría a una clase de párvulos que un hombre como el Profesor CIerk Maxwell se dedicase a enseñarles la tabla de multiplicar?

Además, sólo se aíslan del contacto del Occidente. En su propio país se desenvuelven tan públicamente como las demás personas.

PREG. ¿No les atribuís poderes sobrenaturales?

TEÓS. Como ya os dije, no creemos en nada sobrenatural. Si Edison hubiese vivido e inventado su fonógrafo doscientos años atrás, probablemente lo hubiesen quemado junto con su invento, atribuyéndolo todo al demonio. Los poderes que emplean son sencillamente producto del desarrollo de fuerzas latentes en todo hombre y mujer, cuya existencia empieza a reconocer la misma ciencia oficial.

PREG. ¿Es cierto que esos hombres inspiran a algunos de vuestros escritores, y que muchas de las obras teosóficas han sido escritas bajo su dictado?

TEÓS. Algunas lo han sido. Se encuentran trozos enteros dictados por ellos verbatim; pero en la mayoría de los casos inspiran sólo las ideas, dejando a los escritores el cuidado de la forma literaria.

PREG. Pero esto es en sí mismo milagroso; es de hecho un milagro. ¿Cómo pueden hacerlo?

TEÓS. Estáis en un error muy grande, y la ciencia misma se encargará, en fecha no lejana, de refutar vuestros argumentos. ¿Por qué habría de ser un “milagro”, como lo llamáis? El milagro supone alguna operación sobrenatural, y nada existe en realidad superior o fuera de la Naturaleza y de sus leyes. Entre las muchas formas de “milagros” presentadas a la investigación moderna, tenemos el hipnotismo, y un aspecto de su poder conocido con el nombre de “sugestión”, forma de transmisión del pensamiento que se ha empleado con éxito para combatir ciertas enfermedades físicas especiales, etc. No tardará en llegar el día en que se verá obligado el mundo de la ciencia a reconocer que existe la misma acción entre una mente y otra, sea cual fuere la distancia que las separe, que la que hay entre dos cuerpos en íntimo contacto. Cuando se hallan dos mentes en relación simpática, y los órganos por cuyo medio funcionan están afinados de modo que respondan magnética y eléctricamente el uno al otro, nada puede impedir la transmisión de los pensamientos por medio de la voluntad; porque como la mente no es una cosa tangible que pueda ser separada del objeto de su contemplación por la distancia, resulta que la única diferencia que puede existir entre dos mentes es una diferencia de estado. Si este último obstáculo se vence, ¿dónde está el “milagro” de la transmisión del pensamiento a cualquier distancia?

PREG. ¿Admitiréis, sin embargo, que no hace el hipnotismo nada que sea tan milagroso o extraordinario como esto?

TEÓS. Por el contrario, está bien probado que un hipnotizador puede afectar el cerebro de su sujeto hasta el punto de producir una expresión de sus propios pensamientos y hasta de sus palabras, por medio del organismo del sujeto; y aunque los fenómenos relacionados con este método de la transmisión del pensamiento son poco numerosos hasta ahora, presumo que nadie querrá comprometerse a señalar hasta qué punto puede extenderse su acción en el porvenir, cuando las leyes que rigen su manifestación estén más científicamente establecidas. Si pueden producirse semejantes resultados por el conocimiento de los simples rudimentos del hipnotismo, ¿qué puede impedir al adepto dotado de poderes psíquicos espirituales producir resultados que, en razón de vuestros limitados conocimientos actuales de sus leyes, os inclináis a llamar “milagrosos”?

PREG. ¿Por qué no tratan entonces nuestros médicos de hacer lo mismo?60

60. Como por ejemplo, el profesor Berheim y el Dr. C. Lloyd Tuckey, en Inglaterra; los profesores Beaunis y liogeois, en Nancy; Delbœuf, de Lieja; Burot y Bourru, de Rochefort; Fontain y Sigard, de Burdeos; Forel, de Zurich; los Dres. Despine, de Marsella; Van Renterghem y Van Eeden, de Ámsterdam; Weterstrand, de Estocolmo; Schrennck–Natzing, de Leipzig; y muchos otros médicos y escritores eminentes.

TEÓS. Primeramente, porque no son adeptos capaces de conocer y comprender los secretos y las leyes de los reinos psíquicos y espirituales, sino materialistas que temen apartarse del estrecho camino de la materia; y en segundo lugar, porque deben fracasar por ahora, hasta que se vean obligados a reconocer que pueden obtenerse aquellos poderes.

PREG. ¿No se los podría instruir en ellos?

TEÓS. No, a menos que estuviesen preparados para ello y hubiesen desechado por completo las escorias materialistas que han acumulado en su cerebro.

PREG. Esto es muy interesante. Decidme si los adeptos han inspirado a muchos teósofos de ese modo.

TEÓS. No, al contrario, a muy pocos. Semejantes operaciones requieren condiciones especiales. Un adepto poco escrupuloso pero hábil, perteneciente a la “Fraternidad Negra” (llamamos a semejantes adeptos “Hermanos de la sombra” y Dugpas, “brujos”), sin ley espiritual alguna que coarte sus actos, obtiene con gran facilidad el dominio sobre cualquier mente, sometiéndola por completo a sus malos poderes. Pero nuestros Maestros jamás harán una cosa semejante. No tienen el derecho de obtener completo dominio sobre el Ego inmortal de nadie a menos de caer en la “Magia Negra”; y, por consiguiente, sólo pueden obrar sobre la naturaleza física y psíquica del sujeto, no interviniendo en lo mínimo en el libre albedrío de aquél. A no ser que se halle una persona en relación psíquica con los Maestros, y reciba auxilio en virtud de su fe en ellos y de su lealtad, al transmitir éstos sus pensamientos a quien no reunía estas condiciones, experimentan grandes dificultades para penetrar en el nebuloso caos de la esfera de tal persona. Mas éste no es lugar para tratar un asunto de tal naturaleza. Baste decir que si ese poder existe, existen también inteligencias  (encarnadas y desencarnadas) que lo dirigen, así como instrumentos conscientes vivos por medio de los cuales es transmitido y recibido. Sólo hemos de estar en guardia contra la magia negra.

PREG. ¿Qué entendéis por magia negra?

TEÓS. El abuso de los poderes psíquicos o de cualquier secreto de la Naturaleza; el acto de aplicar a fines egoístas y pecaminosos los poderes del Ocultismo. Llamaríamos mago negro a un hipnotizador que, aprovechándose de sus poderes de “sugestión”, obligase a un sujeto a robar y a asesinar. El famoso “sistema rejuvenecedor” del Dr. Brown Sequard, de París, que consiste en una repugnante inyección animal en la sangre humana –descubrimiento que discuten ahora todas las revistas médicas–, de ser cierto, es magia negra inconsciente.

PREG. ¡Pero éstas son, sencillamente, las creencias de la Edad Media en la hechicería y brujería! Hasta la Ley misma ha dejado de creer en cosas semejantes.

TEÓS. Tanto peor para la Ley, ya que, gracias a esta falta de discernimiento, se ha visto en el caso de cometer varios errores y crímenes judiciales. El término sólo es el que os asusta, a causa de la palabra “superstición” unida al mismo. ¿No castigaría la Ley un abuso de poderes hipnóticos como los que acabo de mencionar? Es más, lo ha castigado en Francia y en Alemania; y sin embargo, rechazaría con indignación la idea de que ha aplicado el castigo a un crimen de “brujería” evidente. No podéis creer en la eficacia y en la realidad de los poderes de la sugestión de los médicos y mesmerizadores o hipnotizadores, y negaros a creer en estos mismos poderes cuando se emplean para malos fines. Si creéis en ellos, creéis en la brujería. No podéis creer en el bien y negar el mal, aceptar la moneda legítima y dejar al mismo tiempo de creer en la existencia de la moneda falsa. Nada puede existir sin su contraste; y ni el día, ni la luz, ni el bien, podrían tener representación alguna en vuestra conciencia, como tales, si no existiese la noche, la oscuridad ni el mal, para hacerlos resaltar formando contraste.

PREG. He conocido hombres que, a pesar de creer por completo en lo que llamáis los grandes poderes psíquicos o mágicos, se burlaban de la sola mención de la brujería y hechicería.

TEÓS. ¿Qué prueba esto? Sencillamente que carecen de lógica. Tanto peor para ellos, repito. Nosotros, que conocemos la existencia de buenos y santos Adeptos, creemos también por completo en la existencia de buenos y malos, perversos o Dugpas.

PREG. Pero Si existen los Maestros, ¿por qué no se presentan ante todos los hombres para refutar de una vez para siempre los cargos que se dirigen contra madame Blavatsky y la Sociedad?

TEÓS. ¿Qué cargos?

PREG. Que no existen y que ella los ha inventado. Que son Mahatmas de muselina, y espantajos. ¿No perjudica todo esto a su reputación?

TEÓS. ¿De qué modo puede perjudicarla semejante acusación? ¿Ha sacado jamás de esa supuesta existencia algún dinero, beneficio o fama? Contesto que sólo ha recogido insultos, desprecios y calumnias, que hubiesen sido para ella muy dolorosos si no hubiese aprendido hace ya mucho tiempo a permanecer indiferente ante tales acusaciones. Porque, al fin, ¿a qué conduce esto? A elogiarla implícitamente de un modo que los locos que la acusan se hubiesen abstenido mucho de emplear si no estuviesen arrebatados por un odio ciego. Sostener que ella ha inventado los Maestros, es decir lo siguiente: debe de haber inventado toda la filosofía expuesta hasta ahora en la literatura teosófica. Debe de ser la autora de las cartas que inspiraron el “ Buddhismo Esotérico”; la única inventora de todas las doctrinas o principios que se encuentran en la Doctrina Secreta, obra que el mundo, si fuese justo, reconocería que proporciona muchas de las soluciones que la ciencia ha buscado en vano, como lo verá dentro de unos cien años. ¡Al afirmar lo que dicen, reconocen al mismo tiempo que es mucho más inteligente que los centenares de hombres (muchos de ellos muy inteligentes y científicos) que creen en lo que ella dice, puesto que debe de haberlos engañado a todos! Si dice la verdad, ella representa a varios Mahatmas metidos, por decirlo así, uno dentro de otro, como las cajas chinas; puesto que entre las llamadas “cartas de los Mahatmas” se encuentran muchos estilos completamente distintos, y están escritas todas por ella, según dicen sus acusadores.

PREG. Eso es, precisamente, lo que dicen. Mas ¿no es muy doloroso para ella ser denunciada públicamente como “la más perfecta impostora del siglo, cuyo nombre merece pasar a la posteridad”, según declara el Informe de la Sociedad de “Investigaciones Psíquicas”?

TEÓS. Lo sería si fuese cierto o si esta declaración viniese de gente menos materialista y menos predispuesta contra ella. Dadas las circunstancias, considera personalmente toda esta cuestión con desprecio, y los Mahatmas se ríen de ello. Es, en realidad, el mayor cumplido que podían hacerle.

PREG. Pero, sin embargo, pretenden sus enemigos haber probado sus afirmaciones.

TEÓS. Es bastante fácil pretenderlo cuando se constituye una persona en juez y parte a la vez, como lo hicieron ellos. Pero, descartando a nuestros enemigos y sus partidarios, ¿quién cree en tal cosa?

PREG. ¿No enviaron acaso un representante a la India para investigar el asunto?

TEÓS. Así lo hicieron, en efecto, y su conclusión final se apoya enteramente en las declaraciones y afirmaciones, no probadas, de aquél. Un jurisconsulto que leyó su informe manifestó a un amigo mío que en su larga carrera jamás había visto un documento más ridículo ni que más se contradijese a sí mismo. Resultó lleno de suposiciones y de “hipótesis” que mutuamente se destruían unas a otras. ¿Es ésta una acusación seria?

PREG. Sin embargo, hizo gran daño a la Sociedad. ¿Por qué no se justificó al menos ante los tribunales?

TEÓS. Primeramente, porque el teósofo debe permanecer indiferente ante los insultos personales. En segundo lugar, porque tanto la Sociedad como madame Blavatsky no tenían bastante dinero para seguir un pleito; y, por último, porque ambas se hubiesen puesto en ridículo faltando a sus principios, a causa del ataque dirigido contra ellas por aquel rebaño que las acometía.

PREG. ¡Buen cumplido les hacéis! ¿Pero no creéis que hubiese producido un bien real a la causa teosófica haber refutado autorizadamente toda esta cuestión, de una vez para siempre?

TEÓS. Quizás. Pero ¿creéis que un juzgado o un juez inglés hubiese admitido jamás la realidad de los fenómenos psíquicos, por muy desprejuiciado que hubiese sido? Y sí tenéis en cuenta que los hubiese predispuesto contra nosotros el espantajo de la “espía rusa”, los cargos de ateísmo y herejía y todas las demás calumnias lanzadas en contra nuestra, veréis que el intento de obtener justicia ante el juzgado hubiese sido peor que inútil. Los miembros de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas sabían todo esto perfectamente, y se aprovecharon cobardemente de su posición para deshacerse de nosotros y salvarse a costa nuestra.

PREG. La Sociedad de Investigaciones Psíquicas niega ahora por completo la existencia de los Mahatmas. Dice que desde el principio al fin, todo ello es una novela que madame Blavatsky ha sacado de su cerebro.

TEÓS. Corriente; aun podría haber inventado otras cosas menos hábiles que ésta. De todos modos, no hacemos la menor objeción a esta teoría. Como ahora dice ella, casi prefiere que la gente no crea en los Maestros. Declara abiertamente que preferiría que la gente creyera seriamente que el único país de los Mahatmas es la materia gris de su cerebro; en una palabra, que los ha sacado de las profundidades de su propia conciencia interna, que no exponer sus nombres y su gran ideal a una profanación infame, como sucede ahora. Antes solía protestar indignada contra las dudas de su existencia, pero ahora ya no se molesta en probarla o no, y deja a la gente que piense lo que quiera.

PREG. Pero, por supuesto, los Maestros existen, ¿no es cierto?

TEÓS. Afirmamos que existen. Sin embargo, de poco sirve nuestra afirmación. Muchas personas, entre éstas algunos teósofos y ex teósofos, declaran que jamás han tenido pruebas de su existencia. Está muy bien. En este caso, madame Blavatsky contesta con la alternativa siguiente: si los ha inventado, ha inventado también su filosofía y los conocimientos prácticos que unos pocos han adquirido; y, si es así, ¿qué importa que existan o no, puesto que ella misma está presente y que, en todo caso, difícilmente puede negarse su propia existencia? Si los conocimientos que ella supone le han sido transmitidos por ellos son intrínsecamente buenos, y son aceptados como tales por muchas personas de una inteligencia superior, ¿por qué han de armar semejante algazara sobre esta cuestión? Jamás se ha probado que fuese una impostora, y este punto siempre quedará sub judice; mientras que es un hecho cierto e innegable que, sea quien fuere el inventor de la filosofía predicada por los Maestros, ésta es una de las filosofías más grandiosas y benéficas que hayan existido jamás, si se la comprende exactamente. Así pues, los calumniadores movidos por los sentimientos más bajos y mezquinos (como lo son el odio, la venganza, la malignidad, la vanidad ofendida o la ambición frustrada) no parecen darse cuenta alguna de que están pagando el mayor tributo a sus poderes intelectuales. Sea, ya que esos desgraciados locos así lo quieren. Realmente, madame Blavatsky no se opone en lo mínimo a que sus enemigos la representen como un triple adepto y un “Mahatma” completo. Tan sólo la repugnancia que siente ante sus propios ojos a vestirse con plumas de pavo real es la que la ha obligado a insistir en la verdad hasta ahora.

PREG. Pero si hombres tan sabios y tan buenos dirigen la Sociedad, ¿cómo es que se han cometido tantos errores?

TEÓS. Los Maestros no dirigen la Sociedad, ni siquiera a los Fundadores; y nadie ha afirmado jamás que así lo hicieran; sólo velan por ella y la protegen. Bien probado queda esto por el hecho de que ninguno de los errores cometidos ha podido herirla jamás; y ninguno de los escándalos interiores ni los ataques más violentos de fuera han sido capaces de destruirla. Los Maestros consideran el futuro y no el presente; y todo error cometido es tanta más sabiduría acumulada para el porvenir. Aquel otro “Maestro” que envió al hombre con los cinco talentos no le dijo cómo debía hacer para doblarlos, ni tampoco impidió que el servidor necio escondiera su único talento en la tierra (San Mateo XXV, 14 a 30). Cada cual debe adquirir la sabiduría por su propia experiencia y méritos. Las Iglesias cristianas que proclaman un Maestro mucho más elevado, el mismo Espíritu Santo, han sido siempre y son culpables, no sólo de “errores”, sino de una serie de crímenes sangrientos a través de las edades. Y sin embargo supongo que ningún cristiano negará por esto su creencia en aquel “Maestro”, aunque su existencia sea mucho más hipotética que la de los Mahatmas, pues nadie ha visto jamás al Espíritu Santo ni presenciado cómo dirige a la Iglesia. Además, su propia Historia Eclesiástica se contradice abiertamente. Errare humanum est. Pero volvamos a nuestro asunto.

 

EL ABUSO DE LOS NOMBRES Y TÉRMINOS SAGRADOS

PREG. Entonces, lo que he oído decir de que muchos de vuestros escritores teosóficos pretenden haber sido inspirados por esos Maestros, o que los han visto o hablado con ellos, ¿no es cierto?

TEÓS. Puede o no serlo. ¿Cómo puedo saberlo? El probarlo les toca a ellos. Algunos, aunque pocos muy pocos en verdad, o bien han mentido de un modo evidente, o estaban alucinados al vanagloriarse de semejante inspiración; otros han sido verdaderamente inspirados por grandes adeptos. Se conoce el árbol por el fruto; y como todos los teósofos han de ser juzgados por sus actos y no por lo que escriben y dicen, todos los libros teosóficos deben aceptarse según sus méritos y no con arreglo a la pretensión de autoridad que puedan alegar.

PREG. Sin embargo, madame Blavatsky hace esto último respecto de sus propias obras. La Doctrina Secreta, por ejemplo…

TEÓS. Es cierto; dice de modo explícito, en el PREFACIO, que presenta las doctrinas que los Maestros le han enseñado, pero no pretende inspiración alguna respecto a lo que ha escrito últimamente. En cuanto a los mejores teósofos, también hubiesen preferido mucho más que no se hubiese mentado nunca el nombre de los Maestros en nuestros libros. Con pocas excepciones, la mayoría de esas obras no sólo son imperfectas, sino positivamente erróneas y engañosas. Grandes son las profanaciones de que han sido víctimas los nombres de dos de los Maestros. Difícilmente existirá un médium que no haya pretendido haberlos visto. ¡Hay Sociedad con fines lucrativos que pretende ahora que Maestros mucho más elevados que los nuestros son los que la dirigen! Graves y numerosos son los pecados de aquellos que tal cosa afirman, impulsados bien sea por el deseo del lucro, por la vanidad o por mediumnismo irresponsable. Muchas personas han sido despojadas de su dinero por esas sociedades. Que ofrecen, a cambio del despreciable oro los secretos del poder, del conocimiento y de la verdad espiritual. Y peor que todo esto, los nombres sagrados del Ocultismo y los santos guardianes del mismo han sido arrastrados en ese cieno asqueroso, manchados por el hecho de verse asociados con motivos sórdidos y prácticas inmorales, que han impedido a miles de hombres entrar en el sendero de la verdad y de la luz, por el descrédito y mala fama que semejantes embaucadores y farsantes han creado sobre este asunto. Repito de nuevo que todo teósofo sincero siente hoy con todo su corazón que esos nombres y cosas sagradas hayan sido jamás mencionados ante el público, y se lamenta profundamente de que no se hayan conservado secretos entre un pequeño círculo de amigos leales y seguros.

PREG. Sus nombres son citados, por cierto muy frecuentemente, hoy día; y no recuerdo haber oído hablar jamás de tales “Maestros” hasta muy recientemente.

TEÓS. Así es; y si hubiésemos obrado observando el sabio principio del silencio, en vez de llamar la atención y de publicar todo lo que sabíamos y oíamos, semejante profanación no hubiera tenido lugar. Observad que sólo hace catorce años aproximadamente, antes que se fundase la Sociedad Teosófica, todo era hablar de los “espíritus”. Estaban en todas partes, en boca de todo el mundo, y a nadie, ni aun por casualidad, se le ocurría hablar de los “Adeptos”, Mahatmas o “Maestros” vivientes. Ni siquiera se oía el nombre de los Rosacruces, y la existencia del Ocultismo era sólo sospechada por muy pocos. Ahora todo esto ha cambiado. Nosotros, los teósofos, fuimos desgraciadamente los primeros en hablar de esas cosas, en dar a conocer el hecho de la existencia en Oriente de “Adeptos”, de “Maestros” y de Sabiduría Oculta; y ahora su nombre se ha convertido en propiedad de todos. Sobre nosotros, por lo tanto, ha recaído ahora Karma; las consecuencias de la profanación de nombres y cosas santas. Todo lo que encontráis acerca de estas materias en la literatura corriente –que no es poca–, todo ha de atribuirse al impulso dado en ese sentido por la Sociedad Teosófica y sus fundadores. Nuestros enemigos se aprovechan de nuestro error. El libro más reciente dirigido contra nuestras doctrinas se dice que ha sido escrito por un Adepto que hacía ya veinte años que había logrado serlo. Ahora bien: esto es una mentira palpable. Conocemos al amanuense y sus inspiradores (ya que él es demasiado ignorante para haber escrito nada de este género). Esos “inspiradores” son personas vivientes, rencorosas y sin escrúpulos en proporción de sus poderes intelectuales; y esos falsos adeptos no son uno, sino varios. El ciclo de los “adeptos” empleados como mazas de fragua para romper las cabezas teosóficas empezó hace doce años con el “Luis” de Mrs. Emma Hardinge Britten, del Arte Mágico y la Tierra de los Espíritus; y ahora termina con el “Adepto” y “Autor” de la Luz de Egipto, obra escrita por los espiritistas contra la Teosofía y sus doctrinas. Pero inútil es lamentarse de lo pasado; sólo podemos sufrir con la esperanza de que nuestras indiscreciones pueden haber facilitado algo a los demás a encontrar el camino que conduce a los Maestros, cuyos nombres toman en vano en todas partes, y bajo los cuales se han cometido ya tantas iniquidades.

PREG. ¿No admitís a “Luis” como adepto?

TEÓS. No denunciamos a nadie y dejamos esa noble empresa a nuestros enemigos. La autora espiritista del Arte Mágico, etc., puede o no haber conocido a semejante adepto; esto es cuestión suya, y al expresarme así digo mucho menos de lo que esa señora dijo y escribió contra nosotros y la Teosofía durante los últimos años. Sólo que cuando en una escena celeste de visión mística, un supuesto “adepto” ve “espíritus”, probablemente en Greenwich, Inglaterra, por medio del telescopio de Lord Rosse, que fue construido por Parsonstown en Irlanda61,

61. Véase Ghost Land (Tierra de los Fantasmas ), parte primera, pág.133 y siguientes.

 y que jamás se ha movido de allí, bien me puedo permitir extrañarme de la ignorancia de aquel “adepto” en materias científicas. Esto ya excede a todos los errores y faltas cometidos a veces por los chelas de nuestros “Maestros”. ¡Y éste es el “adepto” de que se sirven ahora para tratar de echar por tierra las enseñanzas de aquéllos!

PREG. Comprendo perfectamente vuestros sentimientos sobre esta cuestión, y los considero muy naturales. Y ahora, en vista de todo lo que me habéis dicho y explicado, existe un punto sobre el cual desearía dirigiros algunas preguntas.

TEÓS. Las contestaré si puedo. ¿Cuáles son?

          

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TEOSOFIA: Curso de Estudio Introductorio

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John Algeo

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Recapitulación


Caminante son tus huellas
el camino nada más;
caminante no hay camino
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino
sino estelas sobre el mar.

Red Iberoamericana de la Voluntad al Bien y la Buena Voluntad

Quetzal como representante del puente entre el aguila del norte y el condor del sur. El Quetzal es intercambiable con el símbolo de Quetzalcóatl-Kukulcan, el Avatar de Venus.

 

 

 

2011-02-24